𝐋𝐨𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐤𝐫𝐚𝐬 𝐨 𝐂𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐠𝐢́𝐚⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Los centros de energía o chakras, son los 7 puntos a través de los cuales se distribuye nuestra energía vital. Los mismos están alojados a lo largo de nuestra columna vertebral y de su equilibrio depende nuestra salud.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Imaginemos, como lo describen los yoguis, que en su base se aloja una serpiente —kundalini— que va subiendo en forma de espiral alrededor de nuestra columna y que arrastra consigo las energías del nivel inmediatamente inferior. De este modo, cada centro incluye al anterior y lo trasciende. Y es por eso que desde esta perspectiva podemos encontrar que la dimensión espiritual se nutre de la materialidad del centro bajo y a su vez éste la provee de la energía que hace posible su funcionamiento.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Iniciaremos este viaje por las siete dimensiones del ser, desde el chakra bajo hasta el coronario, y describiremos cómo el fluir de esta energía despierta progresivamente a su paso las potencialidades que tenemos para desarrollar en nuestro camino de transformación personal a lo largo del embarazo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Los ejercicios para movilizar la energía de cada centro que propondremos están orientados a cargar o descargar la zona de su influencia según ésta se encuentre desvitalizada o con un exceso de tensión. En ambos casos estamos ante un desequilibrio que impide su saludable flujo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
A lo largo de las clases, conoceremos la ubicación de cada centro y su manifestación en el nivel correspondiente de la personalidad, en la vida en general y en la perinatalidad en particular. Propondremos para cada dimensión temas de reflexión, muchos de los cuales serán movilizados a partir de ejercicios corporales localizados por zonas. Su objetivo es actuar como disparadores para abordar cuestiones que quizá puedan colaborar para vivir el embarazo de una manera menos mecánica y permitan así recuperar su significado vital trascendente. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Tobi Natal
Extractos tomados del libro de Viviana Tobi
"El embarazo transformador", Editorial Paidós
Adquirí el libro en formato digital a través de este link: https://drive.google.com/file/d/1yDRwQffvxiJuJQEs2Vh_aEUv7FKoKn0Y/view
6 de julio
Recursos
para modificar nuestro estado de conciencia
Si bien nuestra
conciencia puede cambiar de estado en forma espontánea en situaciones
particulares —contemplar la magnificencia de la naturaleza, escuchar música,
bailar hasta el éxtasis—, existen técnicas a través de las cuales estos estados
pueden ser inducidos voluntariamente.
¨ La respiración es una de las herramientas más poderosas para alterar nuestra
percepción. Cambiar conscientemente su ritmo puede relajarnos al aquietar
nuestra mente, así como también puede hacernos experimentar cambios en nuestras
sensaciones corporales.
¨
Por otro lado, visualizar imágenes produce
alteraciones en nuestro funcionamiento fisiológico, ya que nos hace sentir en
el cuerpo aquello que estamos viendo con la mente.
¨
El movimiento es otro recurso que puede hacernos cambiar de estado de conciencia. Es
común sentirse como flotando, después de cierto tiempo, cuando salimos a
correr. Lo mismo que sucede con los efectos del baile, con sus ritmos
reiterativos, que experimentan los jóvenes en las discos, lo que los lleva a
sentir nuevas sensaciones más allá de cualquier otro estímulo de alcohol o
drogas con los que a veces busquen acompañar la experiencia.
Utilizar estos tres recursos —la respiración, las imágenes y el
movimiento— para el trabajo de parto nos permitirá vivirlo en un estado
diferente, un estado que, en lugar de “dis-traernos”, como se nos sugiere
muchas veces que hagamos, nos ayudará a “traer-nos” y “con-centrarnos” en los
poderes de nuestra “corpo-mentalidad”.
𝐋𝐨𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐤𝐫𝐚𝐬 𝐨 𝐂𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐠𝐢́𝐚⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Los centros de energía o chakras, son los 7 puntos a través de los cuales se distribuye nuestra energía vital. Los mismos están alojados a lo largo de nuestra columna vertebral y de su equilibrio depende nuestra salud.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Imaginemos, como lo describen los yoguis, que en su base se aloja una serpiente —kundalini— que va subiendo en forma de espiral alrededor de nuestra columna y que arrastra consigo las energías del nivel inmediatamente inferior. De este modo, cada centro incluye al anterior y lo trasciende. Y es por eso que desde esta perspectiva podemos encontrar que la dimensión espiritual se nutre de la materialidad del centro bajo y a su vez éste la provee de la energía que hace posible su funcionamiento.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Iniciaremos este viaje por las siete dimensiones del ser, desde el chakra bajo hasta el coronario, y describiremos cómo el fluir de esta energía despierta progresivamente a su paso las potencialidades que tenemos para desarrollar en nuestro camino de transformación personal a lo largo del embarazo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Los ejercicios para movilizar la energía de cada centro que propondremos están orientados a cargar o descargar la zona de su influencia según ésta se encuentre desvitalizada o con un exceso de tensión. En ambos casos estamos ante un desequilibrio que impide su saludable flujo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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A lo largo de las clases, conoceremos la ubicación de cada centro y su manifestación en el nivel correspondiente de la personalidad, en la vida en general y en la perinatalidad en particular. Propondremos para cada dimensión temas de reflexión, muchos de los cuales serán movilizados a partir de ejercicios corporales localizados por zonas. Su objetivo es actuar como disparadores para abordar cuestiones que quizá puedan colaborar para vivir el embarazo de una manera menos mecánica y permitan así recuperar su significado vital trascendente. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Tobi Natal
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Los centros de energía o chakras, son los 7 puntos a través de los cuales se distribuye nuestra energía vital. Los mismos están alojados a lo largo de nuestra columna vertebral y de su equilibrio depende nuestra salud.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Imaginemos, como lo describen los yoguis, que en su base se aloja una serpiente —kundalini— que va subiendo en forma de espiral alrededor de nuestra columna y que arrastra consigo las energías del nivel inmediatamente inferior. De este modo, cada centro incluye al anterior y lo trasciende. Y es por eso que desde esta perspectiva podemos encontrar que la dimensión espiritual se nutre de la materialidad del centro bajo y a su vez éste la provee de la energía que hace posible su funcionamiento.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Iniciaremos este viaje por las siete dimensiones del ser, desde el chakra bajo hasta el coronario, y describiremos cómo el fluir de esta energía despierta progresivamente a su paso las potencialidades que tenemos para desarrollar en nuestro camino de transformación personal a lo largo del embarazo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Los ejercicios para movilizar la energía de cada centro que propondremos están orientados a cargar o descargar la zona de su influencia según ésta se encuentre desvitalizada o con un exceso de tensión. En ambos casos estamos ante un desequilibrio que impide su saludable flujo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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A lo largo de las clases, conoceremos la ubicación de cada centro y su manifestación en el nivel correspondiente de la personalidad, en la vida en general y en la perinatalidad en particular. Propondremos para cada dimensión temas de reflexión, muchos de los cuales serán movilizados a partir de ejercicios corporales localizados por zonas. Su objetivo es actuar como disparadores para abordar cuestiones que quizá puedan colaborar para vivir el embarazo de una manera menos mecánica y permitan así recuperar su significado vital trascendente. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Tobi Natal
Extractos tomados del libro de Viviana Tobi
Adquirí el libro en formato digital a través de este link:
6 de julio
Recursos
para modificar nuestro estado de conciencia
Si bien nuestra
conciencia puede cambiar de estado en forma espontánea en situaciones
particulares —contemplar la magnificencia de la naturaleza, escuchar música,
bailar hasta el éxtasis—, existen técnicas a través de las cuales estos estados
pueden ser inducidos voluntariamente.
¨ La respiración es una de las herramientas más poderosas para alterar nuestra
percepción. Cambiar conscientemente su ritmo puede relajarnos al aquietar
nuestra mente, así como también puede hacernos experimentar cambios en nuestras
sensaciones corporales.
¨
Por otro lado, visualizar imágenes produce
alteraciones en nuestro funcionamiento fisiológico, ya que nos hace sentir en
el cuerpo aquello que estamos viendo con la mente.
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El movimiento es otro recurso que puede hacernos cambiar de estado de conciencia. Es
común sentirse como flotando, después de cierto tiempo, cuando salimos a
correr. Lo mismo que sucede con los efectos del baile, con sus ritmos
reiterativos, que experimentan los jóvenes en las discos, lo que los lleva a
sentir nuevas sensaciones más allá de cualquier otro estímulo de alcohol o
drogas con los que a veces busquen acompañar la experiencia.
Utilizar estos tres recursos —la respiración, las imágenes y el
movimiento— para el trabajo de parto nos permitirá vivirlo en un estado
diferente, un estado que, en lugar de “dis-traernos”, como se nos sugiere
muchas veces que hagamos, nos ayudará a “traer-nos” y “con-centrarnos” en los
poderes de nuestra “corpo-mentalidad”.
29 de enero
Centro Coronario - La dimensión espiritual
La dimensión espiritual está relacionada con el centro coronario o Sahasrara. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras.
El milagro de nacer a otra vida
Parir es poner al mundo en movimiento al traer a él nuevos seres. En cada nacimiento se renueva la historia de la humanidad.
Pero nacer es también comenzar a morir, así como morir es, de algún modo, nacer a otra vida. El pasaje de uno a otro estado ha sido objeto de diversas interpretaciones en diferentes religiones y culturas a lo largo de la Historia de la humanidad. Y no han sido pocos los pensadores para quienes la pregunta por los orígenes y por la muerte ocupó un lugar central en sus teorías filosóficas. En nuestra cultura, sin embargo, el contacto con el tema de la muerte suele evitarse. Asociamos la idea a la enfermedad, y no disponemos de recursos para acercarnos a ella como una experiencia inherente a la vida. No existe en nuestro medio una educación para la muerte, como tampoco la hay para el nacimiento.
La dimensión espiritual está relacionada con el centro coronario o Sahasrara. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras.
El milagro de nacer a otra vida
Parir es poner al mundo en movimiento al traer a él nuevos seres. En cada nacimiento se renueva la historia de la humanidad.
Pero nacer es también comenzar a morir, así como morir es, de algún modo, nacer a otra vida. El pasaje de uno a otro estado ha sido objeto de diversas interpretaciones en diferentes religiones y culturas a lo largo de la Historia de la humanidad. Y no han sido pocos los pensadores para quienes la pregunta por los orígenes y por la muerte ocupó un lugar central en sus teorías filosóficas. En nuestra cultura, sin embargo, el contacto con el tema de la muerte suele evitarse. Asociamos la idea a la enfermedad, y no disponemos de recursos para acercarnos a ella como una experiencia inherente a la vida. No existe en nuestro medio una educación para la muerte, como tampoco la hay para el nacimiento.
23 de enero
Centro Frontal - La dimensión mental
Esta semana estaremos trabajando con el Centro Frontal que se relaciona con la dimensión mental. Si lo imaginamos como una flor, el tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza —donde se halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el “tercer ojo”.
Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico.
Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación, visualizaciones y, fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26 ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos; las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión.
Es a través de la actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia, propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja frecuencia.
“Estar en la luna” llena
Cuando vemos a una embarazada —como la llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa la pulsación más elemental de la vida humana.
Cuando vemos a una embarazada —como la llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa la pulsación más elemental de la vida humana.
La mujer embarazada se halla con una natural apertura de conciencia. Y en este momento de su vida, desarrolla con facilidad sus capacidades intuitivas. Es como si hubiera despertado en ella el llamado “sexto sentido”, el cual le hace vivir experiencias no siempre explicables racionalmente. Sus percepciones trascienden muchas veces el orden de los sentidos y es capaz de experimentar cosas que los demás no alcanzan a interpretar.
Cuando puede aprovechar estas capacidades logra ingresar en un nivel de conciencia que desconocía de sí misma, al que algunas personas acceden sólo en estados de trance inducidos, o bien por sugestión hipnótica o por el efecto de sustancias químicas o alucinógenas.
La comunicación estrecha que mantiene con su hijo agudiza la percepción de sus sensaciones, que son cada vez más finas hasta llegar a niveles extrasensoriales. Es conocido el caso de algunas futuras mamás que han sido capaces de detectar la existencia de algún problema en su bebé antes de que el propio médico lo diagnosticara. Y aunque no se animen a confesarlo, muchas se vinculan regularmente con sus hijos y reciben de ellos respuestas directas a sus pensamientos y emociones. Saben que otro tipo de “diálogo” es posible, y numerosos estudios científicos recientemente aparecidos sobre el impacto que tienen en el bebé las ideas y emociones de su mamá no hacen más que confirmar lo que desde tiempos inmemoriales ellas ya conocían: que existe una comunicación mamá-bebé intrauterina que circula por canales diferentes de aquellos correspondientes a los “sentidos comunes”.
Es que en esta etapa se despliega en la embarazada una variedad de procesos inconscientes que la colocan en lo que la psicoanalista francesa Catherine Bergeret- Amselek ha denominado un “estado de transparencia psíquica”, un estado que hace que muchas de las experiencias que permanecen habitualmente ocultas emerjan con facilidad y queden disponibles a la conciencia.
Muchas embarazadas comentan con sorpresa haber incrementado su actividad onírica, como si se hubiera abierto en ellas el acceso al mundo de los sueños al levantarse el velo que impedía verlo y tornarlo por primera vez traslúcido. El embarazo mismo es vivido en ocasiones como un estado de ensoñación, en el que la conciencia recorre nuevos caminos. Se ingresa en un universo de límites borrosos. Algunas mujeres, al tratar de describir esa sensación de no poder concentrarse o responder del mismo modo a los requerimientos cotidianos, dicen sentirse como si estuvieran “en otro mundo”. Surge una nueva manera de vivir la realidad, “esa realidad aparte” de la que hablaba el antropólogo latinoamericano Carlos Castaneda, donde se inaugura una conexión de calidad diferente con las cosas, las emociones y las personas, y en la que no sólo las palabras resultan innecesarias, sino también la presencia física del otro.
Ser protagonista de la creación de una nueva vida puede iniciar a una mujer en el camino de la creatividad. Es un momento ideal para sacar afuera a la artista que está adentro de cada una.
Los antiguos tratados hindúes sobre el amor describen 64 artes, y sugieren que todos los individuos deberían desarrollar la mayor cantidad posible de éstas a fin de cultivar una actitud creativa y aprovechar las posibilidades de la mente. Si bien estas artes han ido cambiando con cada época, la humanidad siempre ha encontrado en ellas una forma de expresarse.
La embarazada necesita potenciar estas energías emprendiendo actividades que la ayuden a expresarse; como el canto, la música, la pintura o la poesía. Las manualidades y las artesanías son tareas muy frecuentes en esta época, y las mujeres tejen sus sueños al crochet o decorando el cuarto de su bebé.
Lamentablemente, la sociedad de consumo a veces invade este espacio tan único con ofertas coloridas, y el tiempo de embarazo se escurre en recorrer vidrieras o shoppings que inhiben la aptitud creativa femenina haciendo que todo termine en la compra de productos enlatados. Más allá de inquietarnos, sería importante destinar un tiempo para convocar y cultivar estos estados de excepción, a fin de preservarlos de los ritmos vertiginosos en los que habitualmente vivimos.
El llamado del bebé a transitar otros niveles de percepción puede servirnos de guía. Privilegiar la actividad de nuestro hemisferio derecho —sede de percepciones más globales, de la intuición, de la vida emocional, de lo femenino— por sobre el izquierdo —lógico, racional— puede contribuir a emprender este camino iniciático de expansión de nuestra conciencia. No lo desaprovechemos
La comunicación estrecha que mantiene con su hijo agudiza la percepción de sus sensaciones, que son cada vez más finas hasta llegar a niveles extrasensoriales. Es conocido el caso de algunas futuras mamás que han sido capaces de detectar la existencia de algún problema en su bebé antes de que el propio médico lo diagnosticara. Y aunque no se animen a confesarlo, muchas se vinculan regularmente con sus hijos y reciben de ellos respuestas directas a sus pensamientos y emociones. Saben que otro tipo de “diálogo” es posible, y numerosos estudios científicos recientemente aparecidos sobre el impacto que tienen en el bebé las ideas y emociones de su mamá no hacen más que confirmar lo que desde tiempos inmemoriales ellas ya conocían: que existe una comunicación mamá-bebé intrauterina que circula por canales diferentes de aquellos correspondientes a los “sentidos comunes”.
Ser protagonista de la creación de una nueva vida puede iniciar a una mujer en el camino de la creatividad. Es un momento ideal para sacar afuera a la artista que está adentro de cada una.
15 de enero
15 de enero
Centro Laríngeo - La dimensión cognitiva
Esta semana estaremos trabajando el Centro Laríngeo que corresponde a la dimensión cognitiva. Comprende la zona del cuello, los hombros y el rostro, y se extiende por la parte externa de los brazos hasta la yema de los dedos, que es por donde investigamos táctilmente el mundo.
Dado que en él se alojan también la boca, la nariz, los oídos y los ojos, abarca los cinco sentidos, los cuales constituyen la primera puerta de entrada al conocimiento intelectual, las vías de comunicación con el pensamiento racional, y su manifestación a través de la palabra, la mímica, la escritura, y la realización de cualquier tarea manual y de cualquier técnica que hayamos incorporado.
Es decir que este centro se relaciona con la expresión de lo aprendido, y su función, al filtrar la información que nos llega tanto de los niveles superiores supraconscientes como de aquellos inferiores correspondientes al mundo instintivo emocional, es controlar la vida psíquica y someterla a las leyes de la lógica. Es con el que construimos nuestras creencias, que son aquellos supuestos desde los cuales observamos el mundo en el que vivimos y condicionamos, en forma automática, nuestros afectos y nuestras conductas.
Es también el responsable de mantener nuestro equilibrio. Actúa como un punto de pasaje ya sea al inhibir o al permitir el libre flujo de las energías que circulan por nuestra unidad cuerpo-mente.
En su expresión más cargada, este centro promueve, por un lado, actitudes muy rígidas, de máximo control y autoexigencia, y en el otro extremo, es decir si está desvitalizado, dificulta la posibilidad de poner límites y de asumir responsabilidades.
A esta dimensión le corresponden algunas cuestiones que pueden facilitar o entorpecer la experiencia de parto, como son el control o el descontrol, la relación con la incertidumbre y con la espera, con las exigencias, los modelos de parto, los mitos y los prejuicios, la elección de las condiciones para parir y la responsabilidad de informarse sobre los derechos y la comunicación con el equipo médico. Todas ellas contribuyen a desarrollar nuestra capacidad cognitiva, necesaria para decidir responsablemente cómo, cuándo, dónde y con quién parir, y por otro lado para reconocer las variables que humanamente no nos es posible controlar.
Esta semana estaremos trabajando el Centro Laríngeo que corresponde a la dimensión cognitiva. Comprende la zona del cuello, los hombros y el rostro, y se extiende por la parte externa de los brazos hasta la yema de los dedos, que es por donde investigamos táctilmente el mundo.
Dado que en él se alojan también la boca, la nariz, los oídos y los ojos, abarca los cinco sentidos, los cuales constituyen la primera puerta de entrada al conocimiento intelectual, las vías de comunicación con el pensamiento racional, y su manifestación a través de la palabra, la mímica, la escritura, y la realización de cualquier tarea manual y de cualquier técnica que hayamos incorporado.
Es decir que este centro se relaciona con la expresión de lo aprendido, y su función, al filtrar la información que nos llega tanto de los niveles superiores supraconscientes como de aquellos inferiores correspondientes al mundo instintivo emocional, es controlar la vida psíquica y someterla a las leyes de la lógica. Es con el que construimos nuestras creencias, que son aquellos supuestos desde los cuales observamos el mundo en el que vivimos y condicionamos, en forma automática, nuestros afectos y nuestras conductas.
Es también el responsable de mantener nuestro equilibrio. Actúa como un punto de pasaje ya sea al inhibir o al permitir el libre flujo de las energías que circulan por nuestra unidad cuerpo-mente.
En su expresión más cargada, este centro promueve, por un lado, actitudes muy rígidas, de máximo control y autoexigencia, y en el otro extremo, es decir si está desvitalizado, dificulta la posibilidad de poner límites y de asumir responsabilidades.
A esta dimensión le corresponden algunas cuestiones que pueden facilitar o entorpecer la experiencia de parto, como son el control o el descontrol, la relación con la incertidumbre y con la espera, con las exigencias, los modelos de parto, los mitos y los prejuicios, la elección de las condiciones para parir y la responsabilidad de informarse sobre los derechos y la comunicación con el equipo médico. Todas ellas contribuyen a desarrollar nuestra capacidad cognitiva, necesaria para decidir responsablemente cómo, cuándo, dónde y con quién parir, y por otro lado para reconocer las variables que humanamente no nos es posible controlar.
Los modelos y las exigencias
Muchas veces, el parto es tomado como un examen, y hasta hay mujeres que le preguntan al médico una vez que parieron: “Doctor, ¿cómo me porté?”, como diciendo “¿qué nota me saqué?” a la espera de su aprobación. A veces lo hacen con sus médicos, a veces con sus maridos, a veces con el grupo en el que participan de la preparación. Pero un parto no debería concebirse como si se tratara de un examen, sino más bien como una experiencia vivida con las posibilidades que la mujer tenga en ese momento.
Esta sensación se acentúa en algunos casos más que en otros, pero la experiencia interna de ser juzgada —más que juzgada, calificada— por otro es muy curiosa. Algunas mujeres sueñan que están rindiendo un examen y que en ese momento, en lugar de mostrar sus conocimientos o presentar lo que saben, nace el bebé. A veces aparece una situación de competencia, que se expresa en frases como “yo quiero parir de equis manera porque mi vecina o mi amiga parió de este modo, o la primera esposa de mi marido lo hizo y yo no puedo ser menos que ella”, como si el parto se transformara en un bien de consumo, algo que hubiera que atravesar de tal o cual manera para competir con otros.
Hay mujeres que viven el parto como una competencia en la que se comparan o ponen a prueba con otra mujer (su propia mamá, la cuñada, una amiga, la primera esposa del marido). Pero un parto es una experiencia muy personal, ya que representa el modo particular en que nos separamos de nuestro hijo.
Cada una tiene su propia manera de separarse de su hijo, pues es eso, en todo caso, lo que significa un parto. Sentimos infantilmente que las transgresiones como gritar “merecen un aplazo y perturban a la mesa examinadora”. Creo que está en cada una encontrar su manera de superar esta dependencia.
Merecemos el parto que hayamos tenido: por vía baja o por cesárea, fue lo mejor que hemos podido hacer con los recursos con los que contábamos en ese momento y con la presencia singular que tuvo ese niño que llegó al mundo. Porque no debemos olvidar que en este proceso no sólo participan una mujer y el futuro papá, sino también un bebé, que le imprime a ese instante su característica particular.
A veces, la omnipotencia con la que se prepara la mujer que participa de algún curso de psicoprofilaxis le hace sentir que es como si hubiera sacado un seguro. Dice por ejemplo: “Yo hice todo bien, hice el curso, no falté nunca, ¿por qué fui a cesárea?”. No incluye las variables que tienen que ver con el bebé, con la vida emocional, con el contexto social, económico, geográfico, y muchos otros factores que influyen en el momento del nacimiento. Se pueden incluir variables espirituales, cósmicas, y de cualquier otra índole.
Reducir el fenómeno del nacimiento a uno estrictamente individual, emocional o fisiológico es achicar la perspectiva de algo mucho más abarcativo, que incluye todos los niveles, y genera una presión muy alta en la mujer que la hace sentir que todo depende exclusivamente de ella. Entonces, deberíamos poder reconocer, con menos omnipotencia y más humildad, que formamos parte de una de las tantas experiencias que están involucradas en el acto del nacimiento y del parto, que protagonizamos como mujeres. Contribuimos en el hecho activo de parir, pero es nuestro hijo el que nace. Necesitamos aceptar y reconocer ese primer acto de libertad del ser humano que es nacer.
Los modelos y las exigencias
Muchas veces, el parto es tomado como un examen, y hasta hay mujeres que le preguntan al médico una vez que parieron: “Doctor, ¿cómo me porté?”, como diciendo “¿qué nota me saqué?” a la espera de su aprobación. A veces lo hacen con sus médicos, a veces con sus maridos, a veces con el grupo en el que participan de la preparación. Pero un parto no debería concebirse como si se tratara de un examen, sino más bien como una experiencia vivida con las posibilidades que la mujer tenga en ese momento.
Esta sensación se acentúa en algunos casos más que en otros, pero la experiencia interna de ser juzgada —más que juzgada, calificada— por otro es muy curiosa. Algunas mujeres sueñan que están rindiendo un examen y que en ese momento, en lugar de mostrar sus conocimientos o presentar lo que saben, nace el bebé. A veces aparece una situación de competencia, que se expresa en frases como “yo quiero parir de equis manera porque mi vecina o mi amiga parió de este modo, o la primera esposa de mi marido lo hizo y yo no puedo ser menos que ella”, como si el parto se transformara en un bien de consumo, algo que hubiera que atravesar de tal o cual manera para competir con otros.
Hay mujeres que viven el parto como una competencia en la que se comparan o ponen a prueba con otra mujer (su propia mamá, la cuñada, una amiga, la primera esposa del marido). Pero un parto es una experiencia muy personal, ya que representa el modo particular en que nos separamos de nuestro hijo.
Cada una tiene su propia manera de separarse de su hijo, pues es eso, en todo caso, lo que significa un parto. Sentimos infantilmente que las transgresiones como gritar “merecen un aplazo y perturban a la mesa examinadora”. Creo que está en cada una encontrar su manera de superar esta dependencia.
Merecemos el parto que hayamos tenido: por vía baja o por cesárea, fue lo mejor que hemos podido hacer con los recursos con los que contábamos en ese momento y con la presencia singular que tuvo ese niño que llegó al mundo. Porque no debemos olvidar que en este proceso no sólo participan una mujer y el futuro papá, sino también un bebé, que le imprime a ese instante su característica particular.
A veces, la omnipotencia con la que se prepara la mujer que participa de algún curso de psicoprofilaxis le hace sentir que es como si hubiera sacado un seguro. Dice por ejemplo: “Yo hice todo bien, hice el curso, no falté nunca, ¿por qué fui a cesárea?”. No incluye las variables que tienen que ver con el bebé, con la vida emocional, con el contexto social, económico, geográfico, y muchos otros factores que influyen en el momento del nacimiento. Se pueden incluir variables espirituales, cósmicas, y de cualquier otra índole.
Reducir el fenómeno del nacimiento a uno estrictamente individual, emocional o fisiológico es achicar la perspectiva de algo mucho más abarcativo, que incluye todos los niveles, y genera una presión muy alta en la mujer que la hace sentir que todo depende exclusivamente de ella. Entonces, deberíamos poder reconocer, con menos omnipotencia y más humildad, que formamos parte de una de las tantas experiencias que están involucradas en el acto del nacimiento y del parto, que protagonizamos como mujeres. Contribuimos en el hecho activo de parir, pero es nuestro hijo el que nace. Necesitamos aceptar y reconocer ese primer acto de libertad del ser humano que es nacer.
9 de enero
9 de enero
Centro cardíaco - La dimensión afectiva
La dimensión afectiva se relaciona con el centro cardíaco. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las manos.
El corazón simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación.
Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión.
¿Es el amamantamiento una elección o un deber?
Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo de mujer está preparado para amamantar. Pero dar de mamar es una experiencia que va mucho más allá de una función biológica, en la medida en que se juega en un escenario corporal —el de nuestros pechos— comprometido con nuestro erotismo y nuestra sexualidad, que involucra la relación con un otro —nuestro hijo—, que afecta nuestro vínculo de pareja, que condiciona nuestras relaciones familiares y sociales y nuestros compromisos laborales. Además es un proceso altamente determinado por condiciones geográficas, socioeconómicas y culturales.
Actualmente, en los medios urbanos, las mujeres no tienen un contacto previo directo con la experiencia de dar de mamar. A diferencia de otras comunidades, en las que las niñas, por crecer en el seno de familias numerosas, iban aprendiendo naturalmente el arte de amamantar, la mujer de hoy no cuenta con ese saber transmitido por sus pares y sus mayores y, la mayoría de las veces, necesita de una orientación y de una información que la ayuden a ir superando las dificultades naturales que suelen presentarse.
Es común considerar que, por tratarse de un proceso natural, no vamos a tener ningún problema. Sin embargo, muchas de nuestras conquistas culturales, las nuevas exigencias que se nos imponen como mujeres y la falta de una adecuada educación y acompañamiento hacen del amamantamiento un proceso complejo. A veces la mujer no puede amamantar y eso le hace sentir culpa. Cree que sólo a ella le pasa y que no tiene “pasta para ser madre”. O si su mamá tampoco pudo, piensa que lo suyo es un “mal hereditario” (lo cual es un error). También puede ocurrir que su pareja se sienta desplazada o invadida por la presencia continua de las mamadas, o que ella trabaje todo el día y no consiga organizarse con recursos como los de colectar su leche y almacenarla en el freezer. O que la cantidad de leche sea insuficiente. Los casos pueden ser muy variados y la culpa no ayuda a mejorar las cosas.
La ayuda de alguien con experiencia se hace muy necesaria. No se trata de que nos den la receta, porque la lactancia es un proceso de dos, muy personalizado, muy vincular, donde lo que funciona bien para una mamá no funciona para otra. Se trata de pistas que nos orienten en algunas situaciones difíciles.
Por otra parte, la aparición en el mercado de leches sustitutas de la materna colocan a la mujer frente a la responsabilidad de decidir por el tipo de alimentación a ofrecer a su cría. Es innegable la superioridad de la leche humana sobre la artificialmente maternizada para el cachorro recién nacido, pero ante la imposibilidad de amamantar, ya sea por motivos emocionales como por cualquier otro tipo de limitaciones, hay que pensar que dar una mamadera con un abrazo afectuoso puede brindarle a nuestro hijo los nutrientes más importantes que necesita para crecer.
Si la mujer cuenta con información adecuada, podrá sentirse libre para elegir dar o no de mamar.
Algunas campañas de organizaciones que defienden la lactancia natural promueven el amamantar, y aunque esta promoción sea bienintencionada, genera en las mujeres mucha presión. Sin embargo, creo en el poder de alentar y acompañar sin obligar, sin imposiciones que cataloguen la decisión de amamantar como “buena” o “mala” . No se puede desconocer la historia familiar, psicosexual, de pareja, laboral o profesional ni el contexto socioeconómico en el cada mujer vive.
En el amamantamiento no sólo se pone en juego la alimentación del hijo, sino también el vínculo amoroso que se crea con la mamá, y ninguna relación amorosa puede ser planteada en términos de obligación. Sin embargo, somos conscientes del riesgo nutricional al que está expuesta gran parte de nuestra población, por lo que nuestro desafío como profesionales es acompañar a todas las mujeres a llevar una lactancia exitosa, que garantice también su salud psicológica al escuchar sus posibilidades emocionales y favorecer las condiciones para que ésta sea posible.
Algunas décadas atrás eran muy comunes las familias numerosas, y el hecho de compartir la vivienda implicaba que siempre hubiera una mujer amamantando. En cambio hoy, fundamentalmente en las grandes ciudades, la experiencia del amamantamiento es más acotada, menos espontánea y no se vive de modo tan natural, lo que muchas veces obliga a la mujer a buscar asesoramiento.
2 de enero de 2018
Centro cardíaco - La dimensión afectiva
La dimensión afectiva se relaciona con el centro cardíaco. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las manos.
El corazón simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación.
Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión.
¿Es el amamantamiento una elección o un deber?
Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo de mujer está preparado para amamantar. Pero dar de mamar es una experiencia que va mucho más allá de una función biológica, en la medida en que se juega en un escenario corporal —el de nuestros pechos— comprometido con nuestro erotismo y nuestra sexualidad, que involucra la relación con un otro —nuestro hijo—, que afecta nuestro vínculo de pareja, que condiciona nuestras relaciones familiares y sociales y nuestros compromisos laborales. Además es un proceso altamente determinado por condiciones geográficas, socioeconómicas y culturales.
Actualmente, en los medios urbanos, las mujeres no tienen un contacto previo directo con la experiencia de dar de mamar. A diferencia de otras comunidades, en las que las niñas, por crecer en el seno de familias numerosas, iban aprendiendo naturalmente el arte de amamantar, la mujer de hoy no cuenta con ese saber transmitido por sus pares y sus mayores y, la mayoría de las veces, necesita de una orientación y de una información que la ayuden a ir superando las dificultades naturales que suelen presentarse.
Es común considerar que, por tratarse de un proceso natural, no vamos a tener ningún problema. Sin embargo, muchas de nuestras conquistas culturales, las nuevas exigencias que se nos imponen como mujeres y la falta de una adecuada educación y acompañamiento hacen del amamantamiento un proceso complejo. A veces la mujer no puede amamantar y eso le hace sentir culpa. Cree que sólo a ella le pasa y que no tiene “pasta para ser madre”. O si su mamá tampoco pudo, piensa que lo suyo es un “mal hereditario” (lo cual es un error). También puede ocurrir que su pareja se sienta desplazada o invadida por la presencia continua de las mamadas, o que ella trabaje todo el día y no consiga organizarse con recursos como los de colectar su leche y almacenarla en el freezer. O que la cantidad de leche sea insuficiente. Los casos pueden ser muy variados y la culpa no ayuda a mejorar las cosas.
La ayuda de alguien con experiencia se hace muy necesaria. No se trata de que nos den la receta, porque la lactancia es un proceso de dos, muy personalizado, muy vincular, donde lo que funciona bien para una mamá no funciona para otra. Se trata de pistas que nos orienten en algunas situaciones difíciles.
Por otra parte, la aparición en el mercado de leches sustitutas de la materna colocan a la mujer frente a la responsabilidad de decidir por el tipo de alimentación a ofrecer a su cría. Es innegable la superioridad de la leche humana sobre la artificialmente maternizada para el cachorro recién nacido, pero ante la imposibilidad de amamantar, ya sea por motivos emocionales como por cualquier otro tipo de limitaciones, hay que pensar que dar una mamadera con un abrazo afectuoso puede brindarle a nuestro hijo los nutrientes más importantes que necesita para crecer.
Si la mujer cuenta con información adecuada, podrá sentirse libre para elegir dar o no de mamar.
Algunas campañas de organizaciones que defienden la lactancia natural promueven el amamantar, y aunque esta promoción sea bienintencionada, genera en las mujeres mucha presión. Sin embargo, creo en el poder de alentar y acompañar sin obligar, sin imposiciones que cataloguen la decisión de amamantar como “buena” o “mala” . No se puede desconocer la historia familiar, psicosexual, de pareja, laboral o profesional ni el contexto socioeconómico en el cada mujer vive.
En el amamantamiento no sólo se pone en juego la alimentación del hijo, sino también el vínculo amoroso que se crea con la mamá, y ninguna relación amorosa puede ser planteada en términos de obligación. Sin embargo, somos conscientes del riesgo nutricional al que está expuesta gran parte de nuestra población, por lo que nuestro desafío como profesionales es acompañar a todas las mujeres a llevar una lactancia exitosa, que garantice también su salud psicológica al escuchar sus posibilidades emocionales y favorecer las condiciones para que ésta sea posible.
Algunas décadas atrás eran muy comunes las familias numerosas, y el hecho de compartir la vivienda implicaba que siempre hubiera una mujer amamantando. En cambio hoy, fundamentalmente en las grandes ciudades, la experiencia del amamantamiento es más acotada, menos espontánea y no se vive de modo tan natural, lo que muchas veces obliga a la mujer a buscar asesoramiento.
2 de enero de 2018
Cuando las emociones se desbaratan
La dimensión emocional
El Centro medio se relaciona con la dimensión emocional. Este centro está localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el ombligo.
Este centro está relacionado con la vida emocional, llamada “maya” por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de malestares.
Emocionarse de dolor
Como las demás emociones, la del dolor no existe como sustancia fuera de quien la experimenta. Cuando decimos “me” duele, nos referimos a esa experiencia que vivimos en nuestra subjetividad, que nos sucede de manera única e incomparable a aquella que vivencia el otro. Experiencia que, sin embargo, aprendemos culturalmente a significar a lo largo de nuestras vidas.
El antropólogo británico Desmond Morris plantea en La cultura del dolor: “La experiencia del dolor está conformada por fuerzas culturales, por la potencia del género, la religión y la clase social. Ciertos estados psicológicos y emocionales como la culpa, el miedo la ira, la pena y la depresión lo refuerzan y, a veces, lo crean” (p. ...). No acepta que exista una diferencia entre el dolor físico y el mental, ya que los considera a ambos como pertenecientes a las experiencias básicas humanas que simplemente vivimos como personas.
¿Por qué, entonces, tenemos con el dolor una relación de tanto rechazo, aun sabiendo que muchos de los procesos de crecimiento conllevan cierto grado de él, y que de los momentos dolorosos en general hemos aprendido mucho de lo que somos? ¿Por qué le huimos?
Es la paradoja con la que nos enfrentamos cuando abordamos este tema. Probablemente, agrega Morris, sea su carácter misterioso el que lo torne temible al perturbar un mundo al que dábamos por cierto. Quizá por ello, como humanos, necesitemos interpretarlo, darle un significado personal, y eso nos diferenciaría, según este autor, de los demás animales.
No es casual que el miedo al dolor sea uno de los primeros que las mujeres confiesan experimentar frente al parto, y también el eje sobre el que se construyeron las clásicas propuestas de preparación al parto, como las del “parto sin temor” de G. D. Read o el “parto sin dolor” de F. Lamaze.
Pero el dolor no es una experiencia que alguien tenga derecho a quitarnos, es nuestra, única y subjetiva, y tendremos que aprender a descifrarla, ya que es parte de nuestra existencia.
Para el pedagogo austríaco Ivan Illich, cada cultura tiene su modo de afrontar el dolor, pero “la civilización médica intenta privar el dolor de su significado personal”. Coincidimos cuando dice que es una experiencia solitaria, intransferible. El dolor abre una pregunta, “es el signo de algo no contestado”. Su valor consiste en poner en marcha nuestras habilidades para enfrentarlo. Al intentar aplacarlo, “la medicalización priva a cualquier cultura de la integración de su programa para enfrentar el dolor”. Para Illich, entonces, es la cultura quien hace tolerable el dolor al integrarlo en un sistema significativo. Diferencia el rol que juega en cambio la civilización cosmopolita, que “aparta el dolor de todo contexto subjetivo o intersubjetivo con el fin de aniquilarlo”.
A partir de las ideas que han pensado estos autores, me pregunto por aquellas que podrían ayudarnos a comprender el papel que el dolor desempeña en el tema que nos ocupa especialmente, el del parto.
Lo imagino como un provocador que viene a despertarnos de nuestro letargo vital. Que nos inquieta, nos desestabiliza y nos conmina a construir recursos para enfrentarlo.
Como en toda experiencia de pasaje a un nivel de mayor crecimiento, desafía nuestra capacidad de crear herramientas con las que aún no contábamos
Nos observa, sigiloso, cómo nos esforzamos primero por evitarlo, luego por elevar nuestro umbral para no percibirlo tan intensamente y, finalmente, por reconocer con humildad nuestra limitada capacidad para someterlo.
Una cultura como la nuestra, tal como plantea Illich, no sólo niega su existencia, sino que también nos provee de modelos que nos guíen mientras lo transitamos. Así, sin prepararnos para ir a su encuentro, nos sorprende súbitamente en algún acontecimiento de nuestra vida en el momento mismo en que estábamos por dar un nuevo paso. Pero no, no aceptamos caernos y, en lugar de aprender a hacerlo para que la caída no nos quiebre y poder así levantarnos y seguir con nuestro vuelo, nos resistimos a atravesarlo y ensayamos toda suerte de estrategias para esquivarlo y, si es posible, aniquilarlo.
Nos vemos de golpe en medio del dolor, extrañados por su presencia, y además nos sentimos estafados en nuestra buena de fe, por haber creído en un mundo de puros placeres.
No quiere decir esto que nuestro destino sea vivir revolcándonos gozosos en el dolor, procurando atravesar masoquísticamente la mayor cantidad de situaciones sufrientes. El dolor del que hablamos es aquel que acompaña a todo proceso de cambio, ese que se hace inevitable, al que no podemos renunciar si queremos seguir creciendo. Y cuando pretendemos silenciarlo, usamos las energías que necesitamos para poder disfrutar de los placeres e intensidades.
El dolor de la vida es el que nos puede enseñar. El que nos transforma al hacernos desarrollar las habilidades necesarias para acompañarlo.
El dolor del parto puede convertirse en una oportunidad para que se abra en nuestro cuerpo la pregunta que nos interpela. Para estimularnos a desarrollar conductas, ideas, emociones y actitudes con las que probablemente no contábamos hasta el momento. Respetémoslo, no lo descartemos de entrada. Démosle la oportunidad de mostrarnos el camino. Aunque no es imprescindible para que nazca nuestro hijo, puede serlo para que nazcamos nosotras a una nueva vida.
Si comprendemos que el dolor es parte de nuestro mundo emocional, reconoceremos que, al suprimirlo, estaremos también inhibiendo el flujo de otras emociones y terminaremos privándonos de aquellas que consideramos placenteras.
El Centro medio se relaciona con la dimensión emocional. Este centro está localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el ombligo.
Este centro está relacionado con la vida emocional, llamada “maya” por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de malestares.
Emocionarse de dolor
Como las demás emociones, la del dolor no existe como sustancia fuera de quien la experimenta. Cuando decimos “me” duele, nos referimos a esa experiencia que vivimos en nuestra subjetividad, que nos sucede de manera única e incomparable a aquella que vivencia el otro. Experiencia que, sin embargo, aprendemos culturalmente a significar a lo largo de nuestras vidas.
El antropólogo británico Desmond Morris plantea en La cultura del dolor: “La experiencia del dolor está conformada por fuerzas culturales, por la potencia del género, la religión y la clase social. Ciertos estados psicológicos y emocionales como la culpa, el miedo la ira, la pena y la depresión lo refuerzan y, a veces, lo crean” (p. ...). No acepta que exista una diferencia entre el dolor físico y el mental, ya que los considera a ambos como pertenecientes a las experiencias básicas humanas que simplemente vivimos como personas.
¿Por qué, entonces, tenemos con el dolor una relación de tanto rechazo, aun sabiendo que muchos de los procesos de crecimiento conllevan cierto grado de él, y que de los momentos dolorosos en general hemos aprendido mucho de lo que somos? ¿Por qué le huimos?
Es la paradoja con la que nos enfrentamos cuando abordamos este tema. Probablemente, agrega Morris, sea su carácter misterioso el que lo torne temible al perturbar un mundo al que dábamos por cierto. Quizá por ello, como humanos, necesitemos interpretarlo, darle un significado personal, y eso nos diferenciaría, según este autor, de los demás animales.
No es casual que el miedo al dolor sea uno de los primeros que las mujeres confiesan experimentar frente al parto, y también el eje sobre el que se construyeron las clásicas propuestas de preparación al parto, como las del “parto sin temor” de G. D. Read o el “parto sin dolor” de F. Lamaze.
Pero el dolor no es una experiencia que alguien tenga derecho a quitarnos, es nuestra, única y subjetiva, y tendremos que aprender a descifrarla, ya que es parte de nuestra existencia.
Para el pedagogo austríaco Ivan Illich, cada cultura tiene su modo de afrontar el dolor, pero “la civilización médica intenta privar el dolor de su significado personal”. Coincidimos cuando dice que es una experiencia solitaria, intransferible. El dolor abre una pregunta, “es el signo de algo no contestado”. Su valor consiste en poner en marcha nuestras habilidades para enfrentarlo. Al intentar aplacarlo, “la medicalización priva a cualquier cultura de la integración de su programa para enfrentar el dolor”. Para Illich, entonces, es la cultura quien hace tolerable el dolor al integrarlo en un sistema significativo. Diferencia el rol que juega en cambio la civilización cosmopolita, que “aparta el dolor de todo contexto subjetivo o intersubjetivo con el fin de aniquilarlo”.
A partir de las ideas que han pensado estos autores, me pregunto por aquellas que podrían ayudarnos a comprender el papel que el dolor desempeña en el tema que nos ocupa especialmente, el del parto.
Lo imagino como un provocador que viene a despertarnos de nuestro letargo vital. Que nos inquieta, nos desestabiliza y nos conmina a construir recursos para enfrentarlo.
Como en toda experiencia de pasaje a un nivel de mayor crecimiento, desafía nuestra capacidad de crear herramientas con las que aún no contábamos
Nos observa, sigiloso, cómo nos esforzamos primero por evitarlo, luego por elevar nuestro umbral para no percibirlo tan intensamente y, finalmente, por reconocer con humildad nuestra limitada capacidad para someterlo.
Una cultura como la nuestra, tal como plantea Illich, no sólo niega su existencia, sino que también nos provee de modelos que nos guíen mientras lo transitamos. Así, sin prepararnos para ir a su encuentro, nos sorprende súbitamente en algún acontecimiento de nuestra vida en el momento mismo en que estábamos por dar un nuevo paso. Pero no, no aceptamos caernos y, en lugar de aprender a hacerlo para que la caída no nos quiebre y poder así levantarnos y seguir con nuestro vuelo, nos resistimos a atravesarlo y ensayamos toda suerte de estrategias para esquivarlo y, si es posible, aniquilarlo.
Nos vemos de golpe en medio del dolor, extrañados por su presencia, y además nos sentimos estafados en nuestra buena de fe, por haber creído en un mundo de puros placeres.
No quiere decir esto que nuestro destino sea vivir revolcándonos gozosos en el dolor, procurando atravesar masoquísticamente la mayor cantidad de situaciones sufrientes. El dolor del que hablamos es aquel que acompaña a todo proceso de cambio, ese que se hace inevitable, al que no podemos renunciar si queremos seguir creciendo. Y cuando pretendemos silenciarlo, usamos las energías que necesitamos para poder disfrutar de los placeres e intensidades.
El dolor de la vida es el que nos puede enseñar. El que nos transforma al hacernos desarrollar las habilidades necesarias para acompañarlo.
El dolor del parto puede convertirse en una oportunidad para que se abra en nuestro cuerpo la pregunta que nos interpela. Para estimularnos a desarrollar conductas, ideas, emociones y actitudes con las que probablemente no contábamos hasta el momento. Respetémoslo, no lo descartemos de entrada. Démosle la oportunidad de mostrarnos el camino. Aunque no es imprescindible para que nazca nuestro hijo, puede serlo para que nazcamos nosotras a una nueva vida.
Si comprendemos que el dolor es parte de nuestro mundo emocional, reconoceremos que, al suprimirlo, estaremos también inhibiendo el flujo de otras emociones y terminaremos privándonos de aquellas que consideramos placenteras.
26 de Diciembre
Centro Lumbosacro - La dimensión sexual
La dimensión sexual se relaciona con el centro lumbosacro. Su tallo se ubica en la columna lumbar y sus pétalos se abren en el pubis, a la altura de los genitales. Abarca la zona de la pelvis, y se extiende por las ingles y la parte delantera de las piernas, los empeines y los arcos de los pies.
Swadishtahana se relaciona con la vida instintiva en general, y con la sexualidad, la seducción y el movimiento del cortejo en particular. Su función es coordinar y distribuir la energía que llega del centro bajo hacia los centros superiores.
Cuando la energía de este centro está bloqueada, la circulación se interrumpe y el buen desarrollo de la sexualidad y la salud se ve perturbado. Las rigideces de este centro se manifiestan en dolores lumbares, ciática y problemas en los meniscos y en los arcos de los pies.
La dimensión sexual se relaciona con el centro lumbosacro. Su tallo se ubica en la columna lumbar y sus pétalos se abren en el pubis, a la altura de los genitales. Abarca la zona de la pelvis, y se extiende por las ingles y la parte delantera de las piernas, los empeines y los arcos de los pies.
Swadishtahana se relaciona con la vida instintiva en general, y con la sexualidad, la seducción y el movimiento del cortejo en particular. Su función es coordinar y distribuir la energía que llega del centro bajo hacia los centros superiores.
Cuando la energía de este centro está bloqueada, la circulación se interrumpe y el buen desarrollo de la sexualidad y la salud se ve perturbado. Las rigideces de este centro se manifiestan en dolores lumbares, ciática y problemas en los meniscos y en los arcos de los pies.
Mitos en torno a la sexualidad de la mujer embarazada
Para las mujeres que habitualmente disfrutan de su cuerpo y que están más en contacto con sus sensaciones, el embarazo brinda una oportunidad de gozar su sexualidad ya que despierta aun más sus capacidades sensibles.
Pero tomando la sexualidad en un sentido relacional, hay parejas muy inhibidas durante esta etapa: hombres que no se sienten atraídos por sus mujeres en este estado o que están muy poco motivados sexualmente, y también mujeres que frente a un hombre algo intimidado se tornan más deseosas y con mayor iniciativa, lo cual da lugar a un juego de roles complementarios. Hasta ocurre que algunos varones presentan episodios de impotencia y de disfunciones erectivas durante el embarazo de su compañera porque sienten la potencia y el poder de ella en disparidad con los propios, y recién consiguen recuperar su capacidad eréctil en el posparto, cuando ellas se encuentran agobiadas por el trabajo de atender al bebé y con ojeras debido a la falta de sueño.
Hay preguntas que muchas veces ni el médico obstetra se ha atrevido a enfrentar abiertamente. Por ejemplo, si se lo consulta por la restricción o no de las relaciones sexuales, en caso de que sean contraindicadas nunca se puntualiza cuál de las prácticas sexuales es específicamente alcanzada por dicha restricción. De ahí que muchas veces las parejas terminan renunciando incluso hasta al contacto.
El afán puesto en un buen desarrollo del trabajo de parto y en la atención del recién nacido hace desviar la mirada de la relación de la futura madre con el futuro padre, y del fortalecimiento del vínculo de la pareja como el mejor sostenedor en la construcción de la nueva familia. Como si una vez cumplido su cometido como reproductora y mantenedora de la especie, la sexualidad debiera replegarse hasta encontrar nuevamente una vía de expresión aceptada y privilegiada a través de otra concepción.
El hecho de que no se la prestigie como debiera tal vez obedezca a que su ejercicio durante el embarazo pone en evidencia su independencia de lo reproductivo y deja al descubierto su importancia para el intercambio del placer entre un hombre y una mujer. Cuesta entonces comprender al embarazo como la mayor manifestación de la sexualidad de una pareja, y a ésta compartiendo el ámbito de lo materno.
Aparecen los mitos de la mujer embarazada semivirgen, asexuada, convalidados hasta hace muy poco por una moda de ropa casi infantil, inocente, que en lugar de resaltar las nuevas ondulaciones se empeñaba en ocultarlas tras un mono. Ni siquiera se veían fotos en revistas o películas que ayudaran a construir una imagen de mujer sexual como las que podían verse en cualquier escena erótica. Y si alguien se atrevía a encontrarla atractiva, desnudando fantasías debajo de júmperes grandes como carpas y de retratos de románticas imágenes sobre una mecedora, se lo consideraba un perverso sexual. Para las embarazadas sólo quedaba la ternura, el afecto, los antojos, los dulces, los mimos, las concesiones, los privilegios. Como me dijo una vez una embarazada: “¿Y con la calentura qué?”.
Si revisamos algo de la fisiología durante la gestación, nos encontramos con una excitación aumentada por la vasodilatación de la pelvis, un incremento de la lubricación vaginal a partir del tercer mes, un mayor desarrollo de la llamada plataforma orgásmica debida a una mayor vascularización de la zona, la aparición de orgasmos múltiples aun cuando antes no se hubieran manifestado, y hasta una carga sexual constante, que mantiene vivo el deseo todavía después de la etapa de resolución del orgasmo, ya que la descarga es más lenta y no alivia tan eficazmente la tensión.
Si todo esto está sucediendo en el cuerpo de la mujer, ¿por qué será que muchas no sienten deseo, o lo ven disminuido, especialmente en el primer y tercer trimestres?
Estamos nuevamente frente a un fenómeno en el que todos los factores intervienen simultáneamente, ya que además de las condiciones arriba mencionadas existen circunstancias que inhiben el deseo, como los típicos síntomas de los primeros meses: aumento del sueño, fatiga, sensación de náuseas, adaptación al nuevo esquema corporal con las emociones que esto despierta, el no encontrar la posición adecuada para hacer el amor, la necesidad de replegarse sobre sí misma, y los cambios humorales causados por la impregnación hormonal.
Por otro lado, a la mujer le cuesta conciliar su nueva imagen de madre con la de una mujer deseante. En su fantasía infantil, las madres no tienen, actividad sexual.
También el hombre vive momentos de cambio. Se enfrenta con su paternidad, con sus miedos; se siente a veces excluido de esa relación corporal tan estrecha entre su hijo y su mujer y no sabe cómo incluirse. Teme que la penetración del pene en la vagina pueda dañar al bebé o desencadenar en su mujer el trabajo de parto; se asusta de sus propias sensaciones si descubre el erotismo en la maternidad de ella. Se pregunta si no afectará su sexualidad presenciar el parto de su mujer durante el nacimiento de su hijo. Se encuentra frente a un cuerpo distinto, al que desea, pero a la vez al que teme recorrer, probablemente porque, con su carácter maternal, le despierte fantasías edípicas que lo angustian.
Hombre y mujer atraviesan una crisis que, entendida como riesgo y oportunidad al mismo tiempo, los enfrenta con la posibilidad de enriquecer la sexualidad que tenían hasta entonces. Es el momento de ampliar las posibilidades de contacto, de recuperar zonas de pacer olvidadas, o tal vez desconocidas, de probar nuevas vías de gratificación (con la boca, con las manos o en otras posiciones). El ya innecesario cuidado anticonceptivo también es un factor que predispone a un encuentro sexual más espontáneo.
Las dificultades y hasta las posibles contraindicaciones médicas para un coito con penetración pene-vagina pueden transformarse en un verdadero desafío para la creatividad de los dos. También lo es encontrar posiciones coitales en las que se pueda regular la profundidad de la penetración.
Descontraer la pelvis y ondular las caderas está facilitado ahora por la relaxina (hormona que flexibiliza las articulaciones atendiendo las necesidades del parto) y es una buena oportunidad para desplegar en el juego sexual.
El aumento en el tamaño de los pechos es para muchas parejas fuente de excitación, aun cuando en el momento del orgasmo puede observarse una pérdida involuntaria del control de leche, una evidencia más de lo enlazados que están los procesos de ser mujer-madre y mujer-sexual. En muy poco tiempo el hijo de ambos adquirirá otra presencia y traerá sus demandas, exigirá un tiempo que antes sólo les pertenecía a los dos; el espacio se inundará de nuevos olores, nuevos sonidos, tal vez de algunas renuncias, o simplemente postergaciones. Pero más allá de cuarentenas y sueños mal dormidos, papá y mamá, hombre y mujer, defenderán ese espacio que aprendieron a conquistar durante los nueve meses de embarazo, y lo preservarán, seguros de transmitir a la prole, con la unión de sus cuerpos, el deseo y el amor por la intimidad.
El orgasmo durante el embarazo
Estadísticamente, no todas las mujeres han experimentado un orgasmo, pero no es que no puedan sentirlo. Quizás no lo hayan alcanzado, pero estén cerca, y podrían alcanzarlo en la medida en que empezaran a sentirse, a percibir y a conocer más el funcionamiento de sus cuerpos.
El orgasmo femenino es una respuesta refleja a un estímulo que puede tener distintos orígenes, tanto psicológicos, fisiológicos, como específicamente mecánicos. Para que una mujer experimente un orgasmo, más allá de contar con condiciones emocionales favorables, en general hace falta una estimulación directa o indirecta en su clítoris, órgano que por lo general le es poco conocido y del que no se habla demasiado. No hay obstetra o ginecólogo que revise el clítoris, nadie se ocupa de él pues no tiene una función reproductiva, sino sólo una función para el placer. Ni siquiera entra en la educación sexual cuando les contamos a nuestros hijos acerca de cómo son los aparatos genitales femenino y masculino.
Es justamente por ese desconocimiento que muchas mujeres plantean dificultades para alcanzar un orgasmo y relatan haberlo tenido por primera vez durante el embarazo. Es que, al tener más sensaciones, muchas incrementan su curiosidad y descubren así sus genitales, los tocan, se autoestimulan y de este modo llegan a un orgasmo.
Otro motivo es que al haber reducido la cantidad de relaciones sexuales con penetración por temor de lastimar al bebé, de alguna manera ha habido más juego y estimulación directa clitoridiana. Además esta exploración les ha permitido descubrir y ajustar los tiempos con la pareja, así como los ritmos, la regularidad del estímulo y los tipos de toque que predisponen a un orgasmo. A esto se le suma que en este período existe una mayor predisposición para la plataforma orgásmica (es decir, las condiciones fisiológicas necesarias para que éste ocurra).
Sería interesante que la mujer pudiera aprovechar este momento para explorar otros modos de vincularse sexualmente, con más caricias, más estimulación, o quizás no más, pero sí diferente de aquella que tenían regularmente.
Para las mujeres que habitualmente disfrutan de su cuerpo y que están más en contacto con sus sensaciones, el embarazo brinda una oportunidad de gozar su sexualidad ya que despierta aun más sus capacidades sensibles.
Pero tomando la sexualidad en un sentido relacional, hay parejas muy inhibidas durante esta etapa: hombres que no se sienten atraídos por sus mujeres en este estado o que están muy poco motivados sexualmente, y también mujeres que frente a un hombre algo intimidado se tornan más deseosas y con mayor iniciativa, lo cual da lugar a un juego de roles complementarios. Hasta ocurre que algunos varones presentan episodios de impotencia y de disfunciones erectivas durante el embarazo de su compañera porque sienten la potencia y el poder de ella en disparidad con los propios, y recién consiguen recuperar su capacidad eréctil en el posparto, cuando ellas se encuentran agobiadas por el trabajo de atender al bebé y con ojeras debido a la falta de sueño.
Hay preguntas que muchas veces ni el médico obstetra se ha atrevido a enfrentar abiertamente. Por ejemplo, si se lo consulta por la restricción o no de las relaciones sexuales, en caso de que sean contraindicadas nunca se puntualiza cuál de las prácticas sexuales es específicamente alcanzada por dicha restricción. De ahí que muchas veces las parejas terminan renunciando incluso hasta al contacto.
El afán puesto en un buen desarrollo del trabajo de parto y en la atención del recién nacido hace desviar la mirada de la relación de la futura madre con el futuro padre, y del fortalecimiento del vínculo de la pareja como el mejor sostenedor en la construcción de la nueva familia. Como si una vez cumplido su cometido como reproductora y mantenedora de la especie, la sexualidad debiera replegarse hasta encontrar nuevamente una vía de expresión aceptada y privilegiada a través de otra concepción.
El hecho de que no se la prestigie como debiera tal vez obedezca a que su ejercicio durante el embarazo pone en evidencia su independencia de lo reproductivo y deja al descubierto su importancia para el intercambio del placer entre un hombre y una mujer. Cuesta entonces comprender al embarazo como la mayor manifestación de la sexualidad de una pareja, y a ésta compartiendo el ámbito de lo materno.
Aparecen los mitos de la mujer embarazada semivirgen, asexuada, convalidados hasta hace muy poco por una moda de ropa casi infantil, inocente, que en lugar de resaltar las nuevas ondulaciones se empeñaba en ocultarlas tras un mono. Ni siquiera se veían fotos en revistas o películas que ayudaran a construir una imagen de mujer sexual como las que podían verse en cualquier escena erótica. Y si alguien se atrevía a encontrarla atractiva, desnudando fantasías debajo de júmperes grandes como carpas y de retratos de románticas imágenes sobre una mecedora, se lo consideraba un perverso sexual. Para las embarazadas sólo quedaba la ternura, el afecto, los antojos, los dulces, los mimos, las concesiones, los privilegios. Como me dijo una vez una embarazada: “¿Y con la calentura qué?”.
Si revisamos algo de la fisiología durante la gestación, nos encontramos con una excitación aumentada por la vasodilatación de la pelvis, un incremento de la lubricación vaginal a partir del tercer mes, un mayor desarrollo de la llamada plataforma orgásmica debida a una mayor vascularización de la zona, la aparición de orgasmos múltiples aun cuando antes no se hubieran manifestado, y hasta una carga sexual constante, que mantiene vivo el deseo todavía después de la etapa de resolución del orgasmo, ya que la descarga es más lenta y no alivia tan eficazmente la tensión.
Si todo esto está sucediendo en el cuerpo de la mujer, ¿por qué será que muchas no sienten deseo, o lo ven disminuido, especialmente en el primer y tercer trimestres?
Estamos nuevamente frente a un fenómeno en el que todos los factores intervienen simultáneamente, ya que además de las condiciones arriba mencionadas existen circunstancias que inhiben el deseo, como los típicos síntomas de los primeros meses: aumento del sueño, fatiga, sensación de náuseas, adaptación al nuevo esquema corporal con las emociones que esto despierta, el no encontrar la posición adecuada para hacer el amor, la necesidad de replegarse sobre sí misma, y los cambios humorales causados por la impregnación hormonal.
Por otro lado, a la mujer le cuesta conciliar su nueva imagen de madre con la de una mujer deseante. En su fantasía infantil, las madres no tienen, actividad sexual.
También el hombre vive momentos de cambio. Se enfrenta con su paternidad, con sus miedos; se siente a veces excluido de esa relación corporal tan estrecha entre su hijo y su mujer y no sabe cómo incluirse. Teme que la penetración del pene en la vagina pueda dañar al bebé o desencadenar en su mujer el trabajo de parto; se asusta de sus propias sensaciones si descubre el erotismo en la maternidad de ella. Se pregunta si no afectará su sexualidad presenciar el parto de su mujer durante el nacimiento de su hijo. Se encuentra frente a un cuerpo distinto, al que desea, pero a la vez al que teme recorrer, probablemente porque, con su carácter maternal, le despierte fantasías edípicas que lo angustian.
Hombre y mujer atraviesan una crisis que, entendida como riesgo y oportunidad al mismo tiempo, los enfrenta con la posibilidad de enriquecer la sexualidad que tenían hasta entonces. Es el momento de ampliar las posibilidades de contacto, de recuperar zonas de pacer olvidadas, o tal vez desconocidas, de probar nuevas vías de gratificación (con la boca, con las manos o en otras posiciones). El ya innecesario cuidado anticonceptivo también es un factor que predispone a un encuentro sexual más espontáneo.
Las dificultades y hasta las posibles contraindicaciones médicas para un coito con penetración pene-vagina pueden transformarse en un verdadero desafío para la creatividad de los dos. También lo es encontrar posiciones coitales en las que se pueda regular la profundidad de la penetración.
Descontraer la pelvis y ondular las caderas está facilitado ahora por la relaxina (hormona que flexibiliza las articulaciones atendiendo las necesidades del parto) y es una buena oportunidad para desplegar en el juego sexual.
El aumento en el tamaño de los pechos es para muchas parejas fuente de excitación, aun cuando en el momento del orgasmo puede observarse una pérdida involuntaria del control de leche, una evidencia más de lo enlazados que están los procesos de ser mujer-madre y mujer-sexual. En muy poco tiempo el hijo de ambos adquirirá otra presencia y traerá sus demandas, exigirá un tiempo que antes sólo les pertenecía a los dos; el espacio se inundará de nuevos olores, nuevos sonidos, tal vez de algunas renuncias, o simplemente postergaciones. Pero más allá de cuarentenas y sueños mal dormidos, papá y mamá, hombre y mujer, defenderán ese espacio que aprendieron a conquistar durante los nueve meses de embarazo, y lo preservarán, seguros de transmitir a la prole, con la unión de sus cuerpos, el deseo y el amor por la intimidad.
El orgasmo durante el embarazo
Estadísticamente, no todas las mujeres han experimentado un orgasmo, pero no es que no puedan sentirlo. Quizás no lo hayan alcanzado, pero estén cerca, y podrían alcanzarlo en la medida en que empezaran a sentirse, a percibir y a conocer más el funcionamiento de sus cuerpos.
El orgasmo femenino es una respuesta refleja a un estímulo que puede tener distintos orígenes, tanto psicológicos, fisiológicos, como específicamente mecánicos. Para que una mujer experimente un orgasmo, más allá de contar con condiciones emocionales favorables, en general hace falta una estimulación directa o indirecta en su clítoris, órgano que por lo general le es poco conocido y del que no se habla demasiado. No hay obstetra o ginecólogo que revise el clítoris, nadie se ocupa de él pues no tiene una función reproductiva, sino sólo una función para el placer. Ni siquiera entra en la educación sexual cuando les contamos a nuestros hijos acerca de cómo son los aparatos genitales femenino y masculino.
Es justamente por ese desconocimiento que muchas mujeres plantean dificultades para alcanzar un orgasmo y relatan haberlo tenido por primera vez durante el embarazo. Es que, al tener más sensaciones, muchas incrementan su curiosidad y descubren así sus genitales, los tocan, se autoestimulan y de este modo llegan a un orgasmo.
Otro motivo es que al haber reducido la cantidad de relaciones sexuales con penetración por temor de lastimar al bebé, de alguna manera ha habido más juego y estimulación directa clitoridiana. Además esta exploración les ha permitido descubrir y ajustar los tiempos con la pareja, así como los ritmos, la regularidad del estímulo y los tipos de toque que predisponen a un orgasmo. A esto se le suma que en este período existe una mayor predisposición para la plataforma orgásmica (es decir, las condiciones fisiológicas necesarias para que éste ocurra).
Sería interesante que la mujer pudiera aprovechar este momento para explorar otros modos de vincularse sexualmente, con más caricias, más estimulación, o quizás no más, pero sí diferente de aquella que tenían regularmente.
18 de Diciembre
18 de Diciembre
Centro Bajo - La energía vital de nuestro cuerpo
La dimensión orgánica
La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal.
Proporciona energía a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros órganos vitales.
La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal.
Proporciona energía a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros órganos vitales.
La alimentación en el embarazo
Construyendo el cuerpo de nuestro bebé
Si tomamos en cuenta que construimos materialmente nuestro cuerpo con lo que comemos, el embarazo es una excelente oportunidad de revisar nuestros hábitos alimentarios, ya que de ellos dependerá nuestra salud y la de nuestro bebé.
Según la médica nutricionista argentina Graciela Bianco,* autora del libro Nutrición a conciencia, “para esta tarea de construir el bebé, la mamá necesita formar nuevas estructuras como lo son la placenta y el líquido amniótico. Además, debe ampliar órganos como el útero y las mamas y aumentar la cantidad de sangre y hormonas circulantes. Todo esto hace que la ganancia de peso al fin del embarazo se distribuya de la siguiente manera:
Construyendo el cuerpo de nuestro bebé
Si tomamos en cuenta que construimos materialmente nuestro cuerpo con lo que comemos, el embarazo es una excelente oportunidad de revisar nuestros hábitos alimentarios, ya que de ellos dependerá nuestra salud y la de nuestro bebé.
Según la médica nutricionista argentina Graciela Bianco,* autora del libro Nutrición a conciencia, “para esta tarea de construir el bebé, la mamá necesita formar nuevas estructuras como lo son la placenta y el líquido amniótico. Además, debe ampliar órganos como el útero y las mamas y aumentar la cantidad de sangre y hormonas circulantes. Todo esto hace que la ganancia de peso al fin del embarazo se distribuya de la siguiente manera:
Nuevas estructuras
Feto.......................................3,500 kg
Placenta.................................0,600 kg
Líquido amniótico...............0,800 kg
Feto.......................................3,500 kg
Placenta.................................0,600 kg
Líquido amniótico...............0,800 kg
Estructuras incrementadas
Útero......................................0,900 kg
Mamas....................................0,400 kg
Líquidos de retención
Por hormona.........................1,500 kg
Sangre.....................................1,200 kg
Total........................................10 kg**
La distribución de la ganancia de peso en el tiempo es aproximadamente de 2 kg en el primer trimestre, en el cual se forma la placenta. En el segundo trimestre el bebé es el que más crece, produciendo una ganancia de 5 kg de peso. Y en el último trimestre se suman 3 kg para completar el desarrollo del bebé y del líquido amniótico que lo protege y le permite moverse”.
Susana Zurschmitten, nutricionista argentina, autora del libro Sanarnos mediante la alimentación, dice: “La nutrición es la medicina preventiva por excelencia.... Es el pilar fundamental donde se apoya la salud y la posibilidad de crecer sanamente para desarrollar a pleno las funciones físicas, mentales y espirituales”.
Pero lamentablemente, en el embarazo la preocupación por lo general ha estado orientada a medir la cantidad más que la calidad de aquello que ingerimos. De hecho, hasta no mucho tiempo atrás se alentaba a la embarazada a “alimentarse por dos”, y hoy la mayoría de mujeres, ya sea motivadas por la tendencia de una moda de la delgadez o por presión de su médico, siguen muy de cerca su aumento de peso con dietas que las ayuden controlar la cantidad de las calorías que consumen, pero descuidando muchas veces su valor nutricional.
Pero más allá de lograr manejar el tema del sobrepeso, de fundamental importancia —sobre todo para quienes cuentan con antecedentes de obesidad u otros desórdenes metabólicos—, sería importante que este período sirviera para incorporar hábitos de alimentación más saludables. Tengamos en cuenta que no sólo se están creando las bases de la alimentación del hijo por nacer, sino las de todo el grupo familiar.
Por eso, revisar nuestro sistema de comidas dentro del de nuestras vidas es una responsabilidad para ambos miembros de la pareja gestante.
En ese sentido, es conveniente dedicarles algún tiempo al planeamiento, la elaboración y la degustación de nuestras comidas. Seleccionar los alimentos que pondremos en nuestro carrito del supermercado puede ser el primer paso para contar con los nutrientes que necesitamos. Aprender a combinarlos por sus propiedades para su mejor aprovechamiento, así como por sus colores y sus texturas resulta tan importante como crear un ambiente confortable, apacible y atractivo para comerlos.
Hay que considerar que todos los sentidos están involucradas en la experiencia; por lo tanto, comer despacio es la mejor manera de disfrutar no sólo el sabor de cada bocado, sino su aroma, su textura y su color. Seamos conscientes además de que de este modo estaremos satisfaciendo y nutriendo también a nuestro hijo.
Incluimos a continuación la información que brinda la licenciada Zurscmitten sobre “alimentación saludable” en los talleres para embarazadas, como parte de nuestro programa para parejas gestantes.
* +Quiero rendirle aquí mi homenaje ya que a ella le debo aprendizajes muy valiosos que me ayudaron a incorporar a mi vida hábitos de alimentación más saludables.
** La diferencia para llegar a los 10 kg obedecería a causas variadas, entre las más comunes la retención de líquidos. [N. de la A.]
Útero......................................0,900 kg
Mamas....................................0,400 kg
Líquidos de retención
Por hormona.........................1,500 kg
Sangre.....................................1,200 kg
Total........................................10 kg**
La distribución de la ganancia de peso en el tiempo es aproximadamente de 2 kg en el primer trimestre, en el cual se forma la placenta. En el segundo trimestre el bebé es el que más crece, produciendo una ganancia de 5 kg de peso. Y en el último trimestre se suman 3 kg para completar el desarrollo del bebé y del líquido amniótico que lo protege y le permite moverse”.
Susana Zurschmitten, nutricionista argentina, autora del libro Sanarnos mediante la alimentación, dice: “La nutrición es la medicina preventiva por excelencia.... Es el pilar fundamental donde se apoya la salud y la posibilidad de crecer sanamente para desarrollar a pleno las funciones físicas, mentales y espirituales”.
Pero lamentablemente, en el embarazo la preocupación por lo general ha estado orientada a medir la cantidad más que la calidad de aquello que ingerimos. De hecho, hasta no mucho tiempo atrás se alentaba a la embarazada a “alimentarse por dos”, y hoy la mayoría de mujeres, ya sea motivadas por la tendencia de una moda de la delgadez o por presión de su médico, siguen muy de cerca su aumento de peso con dietas que las ayuden controlar la cantidad de las calorías que consumen, pero descuidando muchas veces su valor nutricional.
Pero más allá de lograr manejar el tema del sobrepeso, de fundamental importancia —sobre todo para quienes cuentan con antecedentes de obesidad u otros desórdenes metabólicos—, sería importante que este período sirviera para incorporar hábitos de alimentación más saludables. Tengamos en cuenta que no sólo se están creando las bases de la alimentación del hijo por nacer, sino las de todo el grupo familiar.
Por eso, revisar nuestro sistema de comidas dentro del de nuestras vidas es una responsabilidad para ambos miembros de la pareja gestante.
En ese sentido, es conveniente dedicarles algún tiempo al planeamiento, la elaboración y la degustación de nuestras comidas. Seleccionar los alimentos que pondremos en nuestro carrito del supermercado puede ser el primer paso para contar con los nutrientes que necesitamos. Aprender a combinarlos por sus propiedades para su mejor aprovechamiento, así como por sus colores y sus texturas resulta tan importante como crear un ambiente confortable, apacible y atractivo para comerlos.
Hay que considerar que todos los sentidos están involucradas en la experiencia; por lo tanto, comer despacio es la mejor manera de disfrutar no sólo el sabor de cada bocado, sino su aroma, su textura y su color. Seamos conscientes además de que de este modo estaremos satisfaciendo y nutriendo también a nuestro hijo.
Incluimos a continuación la información que brinda la licenciada Zurscmitten sobre “alimentación saludable” en los talleres para embarazadas, como parte de nuestro programa para parejas gestantes.
** La diferencia para llegar a los 10 kg obedecería a causas variadas, entre las más comunes la retención de líquidos. [N. de la A.]
4 de Diciembre
4 de Diciembre
Centro Coronario - La dimensión espiritual
El Centro Coronario se relaciona con la dimensión espiritual. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras.
Si bien hemos seguido el orden ascendente en el
que son descriptos habitualmente los centros de energía, hubiéramos querido
comenzar el recorrido a partir de esta dimensión, ya que al nacer es nuestra
coronilla, aún semiabierta, la primera parte de nuestro cuerpo que ve la luz. El
hecho de que no esté aún sellada podría interpretarse como una señal de que
nuestra conexión con el orden cósmico antecede al enraizamiento que venimos a
hacer en este mundo.
La
meditación como experiencia mística
La técnica por excelencia utilizada para
trabajar este centro es la meditación. Ella induce el llamado ritmo Theta de
ondas cerebrales, estado de relajación profunda durante el cual se desarrollan
los procesos de intuición y la percepción interna. Practicada durante el
embarazo, nos permite contactarnos con el milagro de la vida y sus ciclos, y
nos brinda conciencia de nuestra unidad con el universo.
Existen diferentes técnicas de meditación, la
mayoría de las cuales proviene de Oriente.
Todas ellas, sin embargo, se apoyan en un
entrenamiento de la respiración y de la relajación corporal. En realidad, cada
persona debe encontrar su propio camino para acceder a ella.
No hay que creer que meditar es solamente
sentarse en posición de loto hasta lograr la levitación. Podemos entrar en la
experiencia de muchas maneras: en quietud, en movimiento, haciendo ritmos,
emitiendo sonidos, danzando, cantando, rezando, etc.
Hay, de todos modos, algunos recursos que
pueden facilitarla. Por ejemplo, repetir un mantra o sonido envolvente, moverse
reiteradamente con un ritmo parejo, escuchar una melodía armoniosa, dejarse
penetrar por los sonidos de la naturaleza —como la caída del agua o el canto de
los pájaros—, concentrarse en una serie de números ascendente o descendente que
acompañen cada respiración, visualizar un color o hasta inhalar ciertos aromas
puede abrir las puertas a esta experiencia de sentirse uno con el todo. Elegir
por uno o por otro dependerá probablemente de cuál de los sentidos sea aquel
que privilegiemos para percibir el mundo; también influirán las circunstancias
del momento en que se elija vivir la experiencia.
Sea lo que fuere lo que suceda, la idea es
disponerse a un estado de apertura sin esperar un resultado en particular.
Abrirse al misterio de un mundo que no manejamos. La palabra “misterio”
comparte su raíz con la palabra “mística”. Tal vez sea ése el universo en el
que ingresemos al abrir los canales de esta conciencia superior.
Ejercicio
nº 1. Ejercicio de meditación: Buscar un lugar y una
posición a gusto. Cerrar por un momento los ojos, centrándonos en la
respiración, y relajar progresivamente el cuerpo, soltando una parte diferente
en cada exhalación, desde los pies hasta la cabeza.
Imaginar que por la región superior de la
cabeza, por la coronilla, ingresa una poderosa luz blanca, que va recorriendo
nuestro cuerpo haciéndonos sentir plenas de un modo totalmente nuevo. Sentirla
cálida, resplandeciente, imprimiendo en nuestra vida una luminosidad infinita.
Percibir
cómo la luz trasciende la materialidad de nuestro cuerpo para unirse a
la totalidad del universo y, por un instante, imaginarnos formando parte
indisoluble del cosmos en el que nuestra conciencia ya no tiene fronteras. No
existen barreras de tiempo ni de espacio. Pueden estar allí aquellos que
fueron, los que son y los que serán. En ese momento, tratar sólo de ser.
Simplemente, ser.
Permanecer en este plano inmaterial algunos
minutos más y, luego, regresar al plano terrenal para enraizarnos nuevamente en
el nivel físico. Sentir los dedos de los pies, moverlos, también los de las
manos.
Ser conscientes de nuestra presencia física, y
una vez plenamente aquí abrir los ojos.
27 de Noviembre
Ejercicio
nº 1. Ejercicio de meditación: Buscar un lugar y una
posición a gusto. Cerrar por un momento los ojos, centrándonos en la
respiración, y relajar progresivamente el cuerpo, soltando una parte diferente
en cada exhalación, desde los pies hasta la cabeza.
Imaginar que por la región superior de la
cabeza, por la coronilla, ingresa una poderosa luz blanca, que va recorriendo
nuestro cuerpo haciéndonos sentir plenas de un modo totalmente nuevo. Sentirla
cálida, resplandeciente, imprimiendo en nuestra vida una luminosidad infinita.
Percibir
cómo la luz trasciende la materialidad de nuestro cuerpo para unirse a
la totalidad del universo y, por un instante, imaginarnos formando parte
indisoluble del cosmos en el que nuestra conciencia ya no tiene fronteras. No
existen barreras de tiempo ni de espacio. Pueden estar allí aquellos que
fueron, los que son y los que serán. En ese momento, tratar sólo de ser.
Simplemente, ser.
Permanecer en este plano inmaterial algunos
minutos más y, luego, regresar al plano terrenal para enraizarnos nuevamente en
el nivel físico. Sentir los dedos de los pies, moverlos, también los de las
manos.
Ser conscientes de nuestra presencia física, y
una vez plenamente aquí abrir los ojos.
27 de Noviembre
Centro Frontal - La dimensión mental
El Centro Frontal se relaciona con la dimensión mental. Si lo imaginamos como una flor, el tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza —donde se halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el “tercer ojo”.
Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la
capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico.
Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos
corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación,
visualizaciones y, fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican
el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26
ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos;
las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados
y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma
y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se
ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción
espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que
corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la
frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión.
Es a través de la
actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia,
propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a
otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de
ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los
estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja
frecuencia.
Recursos
para modificar nuestro estado de conciencia
Si bien nuestra
conciencia puede cambiar de estado en forma espontánea en situaciones
particulares —contemplar la magnificencia de la naturaleza, escuchar música,
bailar hasta el éxtasis—, existen técnicas a través de las cuales estos estados
pueden ser inducidos voluntariamente.
¨ La respiración es una de las herramientas más poderosas para alterar nuestra
percepción. Cambiar conscientemente su ritmo puede relajarnos al aquietar
nuestra mente, así como también puede hacernos experimentar cambios en nuestras
sensaciones corporales.
¨
Por otro lado, visualizar imágenes produce
alteraciones en nuestro funcionamiento fisiológico, ya que nos hace sentir en
el cuerpo aquello que estamos viendo con la mente.
¨
El movimiento es otro recurso que puede hacernos cambiar de estado de conciencia. Es
común sentirse como flotando, después de cierto tiempo, cuando salimos a
correr. Lo mismo que sucede con los efectos del baile, con sus ritmos
reiterativos, que experimentan los jóvenes en las discos, lo que los lleva a
sentir nuevas sensaciones más allá de cualquier otro estímulo de alcohol o
drogas con los que a veces busquen acompañar la experiencia.
Utilizar estos tres recursos —la respiración, las imágenes y el
movimiento— para el trabajo de parto nos permitirá vivirlo en un estado
diferente, un estado que, en lugar de “dis-traernos”, como se nos sugiere
muchas veces que hagamos, nos ayudará a “traer-nos” y “con-centrarnos” en los
poderes de nuestra “corpo-mentalidad”.
Recursos
para modificar nuestro estado de conciencia
Si bien nuestra
conciencia puede cambiar de estado en forma espontánea en situaciones
particulares —contemplar la magnificencia de la naturaleza, escuchar música,
bailar hasta el éxtasis—, existen técnicas a través de las cuales estos estados
pueden ser inducidos voluntariamente.
¨ La respiración es una de las herramientas más poderosas para alterar nuestra
percepción. Cambiar conscientemente su ritmo puede relajarnos al aquietar
nuestra mente, así como también puede hacernos experimentar cambios en nuestras
sensaciones corporales.
¨
Por otro lado, visualizar imágenes produce
alteraciones en nuestro funcionamiento fisiológico, ya que nos hace sentir en
el cuerpo aquello que estamos viendo con la mente.
¨
El movimiento es otro recurso que puede hacernos cambiar de estado de conciencia. Es
común sentirse como flotando, después de cierto tiempo, cuando salimos a
correr. Lo mismo que sucede con los efectos del baile, con sus ritmos
reiterativos, que experimentan los jóvenes en las discos, lo que los lleva a
sentir nuevas sensaciones más allá de cualquier otro estímulo de alcohol o
drogas con los que a veces busquen acompañar la experiencia.
Utilizar estos tres recursos —la respiración, las imágenes y el
movimiento— para el trabajo de parto nos permitirá vivirlo en un estado
diferente, un estado que, en lugar de “dis-traernos”, como se nos sugiere
muchas veces que hagamos, nos ayudará a “traer-nos” y “con-centrarnos” en los
poderes de nuestra “corpo-mentalidad”.
Técnicas de relajación
Existen muchas técnicas de relajación y la mayoría de ellas se centran
en la respiración. Dos de ellas han sido muy difundidas en Occidente: la de la
relajación progresiva de Edmund Jacobson (Chicago, 1938), utilizada en medicina
desde principios del último siglo, y el denominado entrenamiento autógeno,
creado por el neurólogo berlinés Johannes Schultz, 1927. Veamos sintéticamente
cada una de ellas.
¨
Relajación progresiva: Edmund Jacobson propone el control del funcionamiento
de la actividad muscular a través de diferenciar la contracción de la
relajación. Para ello, se le solicita al practicante que tensione al máximo un
grupo muscular y, luego, lo relaje. La idea que subyace a este método es que
para bajar el estado de ansiedad es imprescindible contar con músculos
relajados. Por ese motivo, esta técnica ha sido utilizada en muchos
tratamientos psicológicos para aliviar la ansiedad y el estrés. Sus etapas son
las siguientes:
-
Identificar la
situación estresora.
-
Ubicar dónde se
produce la tensión durante esa escena.
-
Relajar los
músculos que se contraen mientras se recrea y enfrenta la imagen que la
produjo.
¨
Entrenamiento autógeno: Schultz basa su método en las investigaciones de
hipnosis de comienzos del siglo XX, las que dominaba muy bien. Según sus estudios,
es posible llegar a los mismos resultados prescindiendo de la presencia de otra
persona (de allí su nombre), ya que la tarea se realiza por autogestión. Con su
método, busca la transformación general del sujeto a partir de ejercicios
fisiológico-racionales, semejantes a las antiguas prácticas hipnóticas mágicas.
Las imágenes que se utilizan se basan en el
funcionamiento del sistema vegetativo y se aplican en especial a zonas
accesibles al conocimiento de todo individuo. Los pasos a seguir se resumen en
seis ejercicios que caracterizan el entrenamiento autógeno: pesadez, calor,
pulsación, respiración, funcionamiento abdominal y sensaciones en la cabeza.
Con ellos se formulan consignas muy precisas, que incluyen siempre la idea de
calma y tranquilidad con la que estos órganos deben funcionar. Toda práctica
comienza induciendo a un estado de relajación que pone a la persona
progresivamente en contacto con su propio cuerpo, con la ayuda de la
respiración, y desde allí va proponiendo las diferentes frases.
A
partir de las siguientes consignas, el psicoanalista argentino Fidel Moccio
propone, en Terapia del estrés, una adaptación del método de Schultz:
-
“Estoy en
calma”.
-
“Mis brazos y
mis piernas están pesados”.
-
“Mis brazos y
mis piernas están calientes”.
-
“Mi corazón late
tranquilo y fuerte”.
-
“Mi respiración
está tranquila. Algo respira en mí”.
-
“Mi plexo solar
irradia calor”.
-
“Mi frente está
agradablemente fresca”.
Estos ejercicios de autohipnosis tienen un gran valor clínico, ya que
con sólo concentrarse en unas fórmulas verbales el sujeto logra controlar los
músculos y el sistema neurovegetativo. Una vez que se dominan los ejercicios
descriptos, el método se continúa con ejercicios de meditación, en los cuales
se utilizan las visualizaciones con colores, objetos y conceptos abstractos.
Existen muchas técnicas de relajación y la mayoría de ellas se centran
en la respiración. Dos de ellas han sido muy difundidas en Occidente: la de la
relajación progresiva de Edmund Jacobson (Chicago, 1938), utilizada en medicina
desde principios del último siglo, y el denominado entrenamiento autógeno,
creado por el neurólogo berlinés Johannes Schultz, 1927. Veamos sintéticamente
cada una de ellas.
¨
Relajación progresiva: Edmund Jacobson propone el control del funcionamiento
de la actividad muscular a través de diferenciar la contracción de la
relajación. Para ello, se le solicita al practicante que tensione al máximo un
grupo muscular y, luego, lo relaje. La idea que subyace a este método es que
para bajar el estado de ansiedad es imprescindible contar con músculos
relajados. Por ese motivo, esta técnica ha sido utilizada en muchos
tratamientos psicológicos para aliviar la ansiedad y el estrés. Sus etapas son
las siguientes:
-
Identificar la
situación estresora.
-
Ubicar dónde se
produce la tensión durante esa escena.
-
Relajar los
músculos que se contraen mientras se recrea y enfrenta la imagen que la
produjo.
¨
Entrenamiento autógeno: Schultz basa su método en las investigaciones de
hipnosis de comienzos del siglo XX, las que dominaba muy bien. Según sus estudios,
es posible llegar a los mismos resultados prescindiendo de la presencia de otra
persona (de allí su nombre), ya que la tarea se realiza por autogestión. Con su
método, busca la transformación general del sujeto a partir de ejercicios
fisiológico-racionales, semejantes a las antiguas prácticas hipnóticas mágicas.
Las imágenes que se utilizan se basan en el
funcionamiento del sistema vegetativo y se aplican en especial a zonas
accesibles al conocimiento de todo individuo. Los pasos a seguir se resumen en
seis ejercicios que caracterizan el entrenamiento autógeno: pesadez, calor,
pulsación, respiración, funcionamiento abdominal y sensaciones en la cabeza.
Con ellos se formulan consignas muy precisas, que incluyen siempre la idea de
calma y tranquilidad con la que estos órganos deben funcionar. Toda práctica
comienza induciendo a un estado de relajación que pone a la persona
progresivamente en contacto con su propio cuerpo, con la ayuda de la
respiración, y desde allí va proponiendo las diferentes frases.
A
partir de las siguientes consignas, el psicoanalista argentino Fidel Moccio
propone, en Terapia del estrés, una adaptación del método de Schultz:
-
“Estoy en
calma”.
-
“Mis brazos y
mis piernas están pesados”.
-
“Mis brazos y
mis piernas están calientes”.
-
“Mi corazón late
tranquilo y fuerte”.
-
“Mi respiración
está tranquila. Algo respira en mí”.
-
“Mi plexo solar
irradia calor”.
-
“Mi frente está
agradablemente fresca”.
Estos ejercicios de autohipnosis tienen un gran valor clínico, ya que
con sólo concentrarse en unas fórmulas verbales el sujeto logra controlar los
músculos y el sistema neurovegetativo. Una vez que se dominan los ejercicios
descriptos, el método se continúa con ejercicios de meditación, en los cuales
se utilizan las visualizaciones con colores, objetos y conceptos abstractos.
13 de Noviembre
13 de Noviembre
Centro Cardíaco - La dimensión afectiva
El Centro Cardíaco se relaciona con la dimensión afectiva. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las manos.
El corazón simboliza la entrega, el amar y ser
amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de
índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al
dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y
confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación
de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una
dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del
centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el
rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro
comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación.
Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse
en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión
afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de
sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar
de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de
enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el
nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de la vida es una gran oportunidad
para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y,
fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir
significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece
nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También
nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión.
El
masaje durante el embarazo
Una
comunicación desde el contacto
Dalila Wagner,
profesora de yoga y masoterapeuta argentina especializada en diversas
técnicas de masaje, a cargo en nuestro Centro de los masajes a las embarazadas,
describe a continuación los beneficios que esta práctica puede otorgar a la
futura mamá y al bebé tanto para la salud física como para la emocional.
El masaje constituye un recurso ideal para acompañar los
cambios que va experimentando la mujer en su embarazo. Tanto si lo recibe de su
pareja de una manera intuitiva, o de un especialista, el contacto en sí mismo
la ayuda a conocer el propio cuerpo y a entrar en comunicación con el otro a
través de la vía más directa con la que contamos para hacerlo.
Es interesante destacar que el tacto es el primer sentido
que desarrolla una persona desde su vida intrauterina, al participar de los
movimientos que su madre realiza y que va percibiendo en su piel a través de
todo su cuerpo. El masaje durante el embarazo reaviva estas sensaciones
placenteras experimentadas en el interior del útero, por lo que libera
endorfinas que generan en la futura mamá un sentimiento afectivo de seguridad.
En el plano fisiológico, dado que el cuerpo se relaja se
hace más profunda la respiración y de este modo el bebé recibe una mejor
oxigenación. Al activar la circulación sanguínea, las toxinas son fácilmente
eliminadas y la piel adquiere la elasticidad necesaria apara acompañar el
progresivo aumento de peso.
Desde el punto de vista articular, el masaje colabora a
orientar la columna con posturas saludables y previene en especial los dolores
lumbares y cervicales.
Pero más allá de sus beneficios en el logro de un
equilibrio corporal, el masaje es una excelente herramienta de la mujer para
conectarse consigo misma y con el bebé, liberar emociones contenidas y
desbloquear corazas musculares que le impidan manifestarse con vitalidad.
Existen diversas técnicas de masaje. Nosotros utilizamos
una integración de la proveniente de los centros de energía, con sus líneas de
energía o “nadis”, a la que se le
suman elementos del masaje ayuevédico, de la digitopuntura, el shiatzu y la reflexología.
Se emplean diferentes toques según se pretenda movilizar
el sistema circulatorio —para el que se emplean movimientos más enérgicos,
aunque más superficiales— o el linfático, destrabar una contractura o activar
puntos energéticos precisos, en cuyo caso el toque se realiza con los pulgares
y efectuando una presión más profunda.
La respiración consciente constituye una parte
fundamental de la práctica, tanto para aquel que la ofrece como para el que la
recibe, ya que poner la conciencia en la zona masajeada refuerza el efecto que
el toque produce, e involucra al que lo recibe con una posición más activa.
Proponemos a continuación algunas recomendaciones prácticas.
¨
Tomar previamente una ducha caliente y colocarse
en un estado receptivo.
¨
Disponer de un tiempo libre de
interferencias, como llamadas
telefónicas u otros ruidos distractivos.
¨
Preparar un ambiente cálido.
¨
Disponer una temperatura agradable y luz tenue.
¨
Incluir, si se desea, aromas y música tranquila.
¨
Limitar la comunicación verbal a lo
imprescindible.
¨
Tener a mano una manta para cubrirse.
¨
Buscar una posición cómoda: acostada sobre un
lado con un almohadón entre las piernas.
¨
Tomar contacto con la respiración profunda.
¨
Utilizar aceites naturales vegetales. Evitar
aceites minerales, ya que obstaculizan la libre respiración de la piel. Para el
relax utilizar él de lavanda para estimular y activar la circulación, usar el
aceite con árnica.
En caso de realizarlo en pareja, sugerimos
intercambiar eventualmente los roles a fin de transmitir al compañero las
preferencias en el toque.
El corazón simboliza la entrega, el amar y ser
amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de
índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al
dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y
confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación
de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una
dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del
centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el
rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro
comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación.
Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse
en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión
afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de
sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar
de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de
enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el
nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de la vida es una gran oportunidad
para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y,
fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir
significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece
nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También
nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión.
El
masaje durante el embarazo
Una
comunicación desde el contacto
Dalila Wagner,
profesora de yoga y masoterapeuta argentina especializada en diversas
técnicas de masaje, a cargo en nuestro Centro de los masajes a las embarazadas,
describe a continuación los beneficios que esta práctica puede otorgar a la
futura mamá y al bebé tanto para la salud física como para la emocional.
El masaje constituye un recurso ideal para acompañar los
cambios que va experimentando la mujer en su embarazo. Tanto si lo recibe de su
pareja de una manera intuitiva, o de un especialista, el contacto en sí mismo
la ayuda a conocer el propio cuerpo y a entrar en comunicación con el otro a
través de la vía más directa con la que contamos para hacerlo.
Es interesante destacar que el tacto es el primer sentido
que desarrolla una persona desde su vida intrauterina, al participar de los
movimientos que su madre realiza y que va percibiendo en su piel a través de
todo su cuerpo. El masaje durante el embarazo reaviva estas sensaciones
placenteras experimentadas en el interior del útero, por lo que libera
endorfinas que generan en la futura mamá un sentimiento afectivo de seguridad.
En el plano fisiológico, dado que el cuerpo se relaja se
hace más profunda la respiración y de este modo el bebé recibe una mejor
oxigenación. Al activar la circulación sanguínea, las toxinas son fácilmente
eliminadas y la piel adquiere la elasticidad necesaria apara acompañar el
progresivo aumento de peso.
Desde el punto de vista articular, el masaje colabora a
orientar la columna con posturas saludables y previene en especial los dolores
lumbares y cervicales.
Pero más allá de sus beneficios en el logro de un
equilibrio corporal, el masaje es una excelente herramienta de la mujer para
conectarse consigo misma y con el bebé, liberar emociones contenidas y
desbloquear corazas musculares que le impidan manifestarse con vitalidad.
Existen diversas técnicas de masaje. Nosotros utilizamos
una integración de la proveniente de los centros de energía, con sus líneas de
energía o “nadis”, a la que se le
suman elementos del masaje ayuevédico, de la digitopuntura, el shiatzu y la reflexología.
Se emplean diferentes toques según se pretenda movilizar
el sistema circulatorio —para el que se emplean movimientos más enérgicos,
aunque más superficiales— o el linfático, destrabar una contractura o activar
puntos energéticos precisos, en cuyo caso el toque se realiza con los pulgares
y efectuando una presión más profunda.
La respiración consciente constituye una parte
fundamental de la práctica, tanto para aquel que la ofrece como para el que la
recibe, ya que poner la conciencia en la zona masajeada refuerza el efecto que
el toque produce, e involucra al que lo recibe con una posición más activa.
Proponemos a continuación algunas recomendaciones prácticas.
¨
Tomar previamente una ducha caliente y colocarse
en un estado receptivo.
¨
Disponer de un tiempo libre de
interferencias, como llamadas
telefónicas u otros ruidos distractivos.
¨
Preparar un ambiente cálido.
¨
Disponer una temperatura agradable y luz tenue.
¨
Incluir, si se desea, aromas y música tranquila.
¨
Limitar la comunicación verbal a lo
imprescindible.
¨
Tener a mano una manta para cubrirse.
¨
Buscar una posición cómoda: acostada sobre un
lado con un almohadón entre las piernas.
¨
Tomar contacto con la respiración profunda.
¨
Utilizar aceites naturales vegetales. Evitar
aceites minerales, ya que obstaculizan la libre respiración de la piel. Para el
relax utilizar él de lavanda para estimular y activar la circulación, usar el
aceite con árnica.
En caso de realizarlo en pareja, sugerimos
intercambiar eventualmente los roles a fin de transmitir al compañero las
preferencias en el toque.
6 de Noviembre
6 de Noviembre
Centro Medio - La dimensión emocional
El Centro medio se relaciona con la dimensión emocional . Este centro está
localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es
abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal
baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio
o boca del estómago, por sobre el ombligo.
Este centro está
relacionado con la vida emocional, llamada “maya”
por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la
fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los
sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen
una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los
estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas
motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le
corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del
aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos
vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones
ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las
llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó
el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de
malestares.
El Centro medio se relaciona con la dimensión emocional . Este centro está
localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es
abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal
baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio
o boca del estómago, por sobre el ombligo.
Este centro está
relacionado con la vida emocional, llamada “maya”
por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la
fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los
sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen
una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los
estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas
motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le
corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del
aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos
vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones
ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las
llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó
el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de
malestares.
La vida emocional
Desde el inicio del
embarazo, en la mujer se produce bruscamente un cambio hormonal muy intenso: de
un día para otro se siente invadida por emociones que, muchas veces, siente que
no puede manejar, que la sobrepasan. No es que las desconozca o le resulten
extrañas, ya que le pertenecen y ha ido viviéndolas en diferentes momentos de
su vida. Lo que ocurre es que se desbaratan, se magnifican, se confunden entre
sí y, muchas veces, se tornan incontrolables.
Por su carácter
transitorio, producen un sentimiento de ajenidad que no contribuye a que la
mujer pueda hacerse cargo de ellas. Las vive como si fueran intrusas, pero en
su tránsito consiguen, sin embargo, modificar su estado anímico.
Si bien en el momento
surgen con mucha intensidad, al poco rato ceden paso a otra que incluso puede
ser de signo contrario. Es así como resulta habitual pasar de la risa al llanto
con facilidad, a veces sin una motivación aparente. Como si lo que contara
fuera más el monto de carga emocional que está todo el tiempo en juego, que la
cualidad de la que se trate, y poco importa bajo qué forma se presenten.
Algunas mujeres asocian
esta experiencia a la vivida en los períodos premenstruales. También en “esos
días” la mujer experimenta importantes cambios hormonales que le generan, en
algunos casos, una hipersensibilidad extrema, y en otros las sumergen en
fuertes estados de angustia o desasosiego.
En el embarazo, estas emociones actúan como fuerzas en
movimiento que buscan su expresión, y producen que la mujer se sienta impotente
para gobernarlas. No encuentra, muchas veces, una explicación a lo que siente,
y más que decir “me siento” dice “me pongo”...triste, contenta o de mal humor,
sin ninguna causa aparente.
Mas aún, estas
emociones se le presentan, a veces, de manera conjunta, lo que la desconcierta
todavía más. Probablemente sean las emociones ambivalentes las más difíciles de
metabolizar o interpretar.
Es la típica
experiencia del primer trimestre, en el que la mujer siente una gran alegría
por haberse embarazado y, al mismo tiempo, una sensación general de angustia. O
cuando se mezclan los sentimientos de confianza en su capacidad como mamá con
aquellos de inseguridad respecto de cómo desempeñarse con su hijo.
Todas estas situaciones
colocan a la embarazada, muchas veces, en un estado de intolerancia y de
irritabilidad muy acentuado. Aparecen el enojo fácil, la ira, la ofensa o la
rivalidad.
Cuando estas emociones
se niegan o reprimen y no encuentran una vía de expresión —ya sea compartiéndolas
con la pareja, con los amigos o con un profesional idóneo—, pueden buscar su
descarga estallando con enfrentamientos violentos. Son las típicas discusiones
que potencian aun más la irritabilidad y que generan, a su vez, otras emociones
más difíciles de procesar, como el resentimiento o el rencor.
En esos momentos pueden
aparecer viejos conflictos no resueltos, escenas de celos, reproches, envidias
o sentimientos de venganza. La fuerza con la que se nos aparecen nos conmina a
atenderlos, por lo cual es una oportunidad para enfrentarnos con nuestra
sombra, en la que nos vemos con todas esas emociones que habitualmente
rechazamos de nosotros mismos.
Aunque lo deseemos, no podemos reprimir nuestras emociones,
lo que no significa que debemos actuarlas. Ellas necesitan que las reconozcamos
como propias y les demos un espacio en nuestras vidas. Nuestra responsabilidad
con ellas es abrirles un canal de expresión que no hiera nuestra subjetividad
ni la de los otros. A veces nuestro cuerpo puede encontrar una forma de
descarga a través del movimiento, como la actividad física, el deporte, la
danza o las artes marciales.
Las manifestaciones
artísticas son otra excelente vía para tramitar todo aquello que, de otro modo,
no podría decirse o manifestarse. Pero el primer paso es reconocer que siempre
han sido parte de nosotras más allá del embarazo, sólo que en este período nos
sentimos más vulnerables a su presencia.
Desde nuestra
perspectiva, más que emociones, representan estados emocionales efímeros que
nos conectan con el mundo en forma más sensible. Poder expresarlas, encontrar
modos de procesarlas y trascenderlas sin quedarnos pegadas a ellas es un arte a
cultivar.
Desde el inicio del
embarazo, en la mujer se produce bruscamente un cambio hormonal muy intenso: de
un día para otro se siente invadida por emociones que, muchas veces, siente que
no puede manejar, que la sobrepasan. No es que las desconozca o le resulten
extrañas, ya que le pertenecen y ha ido viviéndolas en diferentes momentos de
su vida. Lo que ocurre es que se desbaratan, se magnifican, se confunden entre
sí y, muchas veces, se tornan incontrolables.
Por su carácter
transitorio, producen un sentimiento de ajenidad que no contribuye a que la
mujer pueda hacerse cargo de ellas. Las vive como si fueran intrusas, pero en
su tránsito consiguen, sin embargo, modificar su estado anímico.
Si bien en el momento
surgen con mucha intensidad, al poco rato ceden paso a otra que incluso puede
ser de signo contrario. Es así como resulta habitual pasar de la risa al llanto
con facilidad, a veces sin una motivación aparente. Como si lo que contara
fuera más el monto de carga emocional que está todo el tiempo en juego, que la
cualidad de la que se trate, y poco importa bajo qué forma se presenten.
Algunas mujeres asocian
esta experiencia a la vivida en los períodos premenstruales. También en “esos
días” la mujer experimenta importantes cambios hormonales que le generan, en
algunos casos, una hipersensibilidad extrema, y en otros las sumergen en
fuertes estados de angustia o desasosiego.
En el embarazo, estas emociones actúan como fuerzas en
movimiento que buscan su expresión, y producen que la mujer se sienta impotente
para gobernarlas. No encuentra, muchas veces, una explicación a lo que siente,
y más que decir “me siento” dice “me pongo”...triste, contenta o de mal humor,
sin ninguna causa aparente.
Mas aún, estas
emociones se le presentan, a veces, de manera conjunta, lo que la desconcierta
todavía más. Probablemente sean las emociones ambivalentes las más difíciles de
metabolizar o interpretar.
Es la típica
experiencia del primer trimestre, en el que la mujer siente una gran alegría
por haberse embarazado y, al mismo tiempo, una sensación general de angustia. O
cuando se mezclan los sentimientos de confianza en su capacidad como mamá con
aquellos de inseguridad respecto de cómo desempeñarse con su hijo.
Todas estas situaciones
colocan a la embarazada, muchas veces, en un estado de intolerancia y de
irritabilidad muy acentuado. Aparecen el enojo fácil, la ira, la ofensa o la
rivalidad.
Cuando estas emociones
se niegan o reprimen y no encuentran una vía de expresión —ya sea compartiéndolas
con la pareja, con los amigos o con un profesional idóneo—, pueden buscar su
descarga estallando con enfrentamientos violentos. Son las típicas discusiones
que potencian aun más la irritabilidad y que generan, a su vez, otras emociones
más difíciles de procesar, como el resentimiento o el rencor.
En esos momentos pueden
aparecer viejos conflictos no resueltos, escenas de celos, reproches, envidias
o sentimientos de venganza. La fuerza con la que se nos aparecen nos conmina a
atenderlos, por lo cual es una oportunidad para enfrentarnos con nuestra
sombra, en la que nos vemos con todas esas emociones que habitualmente
rechazamos de nosotros mismos.
Aunque lo deseemos, no podemos reprimir nuestras emociones,
lo que no significa que debemos actuarlas. Ellas necesitan que las reconozcamos
como propias y les demos un espacio en nuestras vidas. Nuestra responsabilidad
con ellas es abrirles un canal de expresión que no hiera nuestra subjetividad
ni la de los otros. A veces nuestro cuerpo puede encontrar una forma de
descarga a través del movimiento, como la actividad física, el deporte, la
danza o las artes marciales.
Las manifestaciones
artísticas son otra excelente vía para tramitar todo aquello que, de otro modo,
no podría decirse o manifestarse. Pero el primer paso es reconocer que siempre
han sido parte de nosotras más allá del embarazo, sólo que en este período nos
sentimos más vulnerables a su presencia.
Desde nuestra
perspectiva, más que emociones, representan estados emocionales efímeros que
nos conectan con el mundo en forma más sensible. Poder expresarlas, encontrar
modos de procesarlas y trascenderlas sin quedarnos pegadas a ellas es un arte a
cultivar.
30 de Octubre
30 de Octubre
Centro Lumbosacro - La dimensión sexual
La dimensión
sexual se relaciona con el centro lumbosacro. Su tallo se ubica en la columna lumbar y sus pétalos
se abren en el pubis, a la altura de los genitales. Abarca la zona de la
pelvis, y se extiende por las ingles y la parte delantera de las piernas, los
empeines y los arcos de los pies.
Swadishtahana
se relaciona con la vida instintiva en general, y con la sexualidad, la
seducción y el movimiento del cortejo en particular. Su función es coordinar y
distribuir la energía que llega del centro bajo hacia los centros superiores.
Cuando la
energía de este centro está bloqueada, la circulación se interrumpe y el buen
desarrollo de la sexualidad y la salud se ve perturbado. Las rigideces de este
centro se manifiestan en dolores lumbares, ciática y problemas en los meniscos
y en los arcos de los pies.
La dimensión
sexual se relaciona con el centro lumbosacro. Su tallo se ubica en la columna lumbar y sus pétalos
se abren en el pubis, a la altura de los genitales. Abarca la zona de la
pelvis, y se extiende por las ingles y la parte delantera de las piernas, los
empeines y los arcos de los pies.
Swadishtahana
se relaciona con la vida instintiva en general, y con la sexualidad, la
seducción y el movimiento del cortejo en particular. Su función es coordinar y
distribuir la energía que llega del centro bajo hacia los centros superiores.
Cuando la
energía de este centro está bloqueada, la circulación se interrumpe y el buen
desarrollo de la sexualidad y la salud se ve perturbado. Las rigideces de este
centro se manifiestan en dolores lumbares, ciática y problemas en los meniscos
y en los arcos de los pies.
El parto como experiencia psicosexual
El parto es la
culminación de la unión sexual de dos personas. Así como un orgasmo aparece
sólo en condiciones favorables, la experiencia del nacimiento se da
naturalmente si no se la bloquea.
Muchas mujeres
tienen una relación saludable con su propio cuerpo, ya que conocen su anatomía
y su funcionamiento sexual. Ellas son, en general, las que más protagonizan su
parto al sentir por dónde pasa, dirigen su propio trabajo y defienden sus
posibilidades de acceder a ese momento de acuerdo con sus características
personales. Otras, en cambio, han delegado en su pareja el nacimiento de su
propio cuerpo. Fue el varón quien les enseñó a ser sexualmente, y luego se
produjo una repetición de esta conducta en relación con el médico.
Son pocas las
mujeres que han aprendido a tactarse a sí mismas, a saber si tienen dilatación,
o a darse cuenta cómo se encuentran cuándo el bebé está naciendo (no hay que
olvidar que es posible tocarse los labios vaginales, el periné o incluso tomar
la cabecita con las manos cuando asoma para nacer).
A
través de una relación con el cuerpo más íntima, familiar y cotidiana, es
posible un crecimiento sexual a partir del embarazo y el parto.
Recorrer
mentalmente y movilizar el interior de la garganta y de la boca sirven muchas
veces como recursos para imaginar a la vagina. Decir “la sonrisa vertical” para
referirse a esa zona corporal es usar la boca como metáfora de ella. Sirve para
acceder a la vagina desde una experiencia más cotidiana y conocida, como comer,
tragar, chupar, absorber, escupir, morder, o justamente sonreír, lo cual le
otorga una imagen más potente, y la dota de la posibilidad de actuar en forma
voluntaria.
El parto es la
culminación de la unión sexual de dos personas. Así como un orgasmo aparece
sólo en condiciones favorables, la experiencia del nacimiento se da
naturalmente si no se la bloquea.
Muchas mujeres
tienen una relación saludable con su propio cuerpo, ya que conocen su anatomía
y su funcionamiento sexual. Ellas son, en general, las que más protagonizan su
parto al sentir por dónde pasa, dirigen su propio trabajo y defienden sus
posibilidades de acceder a ese momento de acuerdo con sus características
personales. Otras, en cambio, han delegado en su pareja el nacimiento de su
propio cuerpo. Fue el varón quien les enseñó a ser sexualmente, y luego se
produjo una repetición de esta conducta en relación con el médico.
Son pocas las
mujeres que han aprendido a tactarse a sí mismas, a saber si tienen dilatación,
o a darse cuenta cómo se encuentran cuándo el bebé está naciendo (no hay que
olvidar que es posible tocarse los labios vaginales, el periné o incluso tomar
la cabecita con las manos cuando asoma para nacer).
A
través de una relación con el cuerpo más íntima, familiar y cotidiana, es
posible un crecimiento sexual a partir del embarazo y el parto.
Recorrer
mentalmente y movilizar el interior de la garganta y de la boca sirven muchas
veces como recursos para imaginar a la vagina. Decir “la sonrisa vertical” para
referirse a esa zona corporal es usar la boca como metáfora de ella. Sirve para
acceder a la vagina desde una experiencia más cotidiana y conocida, como comer,
tragar, chupar, absorber, escupir, morder, o justamente sonreír, lo cual le
otorga una imagen más potente, y la dota de la posibilidad de actuar en forma
voluntaria.
23 de Octubre
23 de Octubre
Centro Bajo - La dimensión orgánica
"La dimensión
orgánica se relaciona con el centro bajo.
Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el
ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la
cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico,
donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la
próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos
aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la
que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser
humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su
naturaleza animal. "
En este sentido, este centro se vincula con cómo estamos parados frente a las cosas:
"La dimensión
orgánica se relaciona con el centro bajo.
Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el
ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la
cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico,
donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la
próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal. "
En este sentido, este centro se vincula con cómo estamos parados frente a las cosas:
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal. "
En este sentido, este centro se vincula con cómo estamos parados frente a las cosas:
"En posición de elegir
Como ocurre en
todos los planos de la vida, la desinformación y el desconocimiento llevan a
una tranquilidad engañosa, y en el caso específico del nacimiento y el parto, a
la aceptación pasiva de las condiciones impuestas por el sistema de salud. Sin
embargo, la mujer, a diferencia de las demás hembras mamíferas, tiene el
derecho de elegir una forma de parir fisiológica, que respete sus preferencias
y posibilidades emocionales, familiares y culturales. La pasividad tiene un
alto costo en salud psicofísica, que no sólo las mujeres, sino también los
bebés, terminan pagando.
La pareja, en su embarazo, suele atravesar un período de inseguridad
emocional, lo cual influye en su posibilidad de elegir libremente. Pero
desarrollar las cualidades de esta dimensión segurizante pueden ayudarla a
ocupar el espacio que le corresponde, plantarse en sus derechos, pararse en la
realidad del contexto en el que vive y flexibilizarse frente a la aparición de
variables que le impidan llevar adelante su proyecto.
Es desde una
posición firme, pero no rígida, que podemos defender lo que queremos y
sentirnos seguras de confiar en nuestras fuerzas vitales.
Aprender a elegir la posición para parir es aprender a elegir cómo
situarse frente a la vida.
La manera como parimos refleja nuestra propia manera de vivir. Tomar
conciencia de esto puede conducirnos a aprovechar el tiempo de gestación para
reconocer cómo estamos viviendo y concretar los cambios que sintamos que
debemos producir."
Como ocurre en
todos los planos de la vida, la desinformación y el desconocimiento llevan a
una tranquilidad engañosa, y en el caso específico del nacimiento y el parto, a
la aceptación pasiva de las condiciones impuestas por el sistema de salud. Sin
embargo, la mujer, a diferencia de las demás hembras mamíferas, tiene el
derecho de elegir una forma de parir fisiológica, que respete sus preferencias
y posibilidades emocionales, familiares y culturales. La pasividad tiene un
alto costo en salud psicofísica, que no sólo las mujeres, sino también los
bebés, terminan pagando.
La pareja, en su embarazo, suele atravesar un período de inseguridad
emocional, lo cual influye en su posibilidad de elegir libremente. Pero
desarrollar las cualidades de esta dimensión segurizante pueden ayudarla a
ocupar el espacio que le corresponde, plantarse en sus derechos, pararse en la
realidad del contexto en el que vive y flexibilizarse frente a la aparición de
variables que le impidan llevar adelante su proyecto.
Es desde una
posición firme, pero no rígida, que podemos defender lo que queremos y
sentirnos seguras de confiar en nuestras fuerzas vitales.
Aprender a elegir la posición para parir es aprender a elegir cómo
situarse frente a la vida.
11 de Octubre
11 de Octubre
Centro Coronario - La dimensión espiritual
Esta semana estamos trabajando con el Centro Coronario que se relaciona con la dimensión espiritual. Este centro nace detrás del punto medio de la
cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es
allí donde la humanidad ha representado
simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como
una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es
considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el
lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para
encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo
abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de
fronteras.
Si bien hemos seguido el orden ascendente en el
que son descriptos habitualmente los centros de energía, hubiéramos querido
comenzar el recorrido a partir de esta dimensión, ya que al nacer es nuestra
coronilla, aún semiabierta, la primera parte de nuestro cuerpo que ve la luz. El
hecho de que no esté aún sellada podría interpretarse como una señal de que
nuestra conexión con el orden cósmico antecede al enraizamiento que venimos a
hacer en este mundo.
Desear,
concebir, embarazarse
Podríamos pensar que antes de nuestra vida
intrauterina existiríamos inmaterialmente en un nivel de conciencia cósmica. Si
vamos un poco más allá, podríamos imaginarnos, como lo consideran algunas
creencias, que somos pura energía y que elegimos a nuestros padres como
vehículos corporales para expresarnos y desarrollarnos como personas en esta
vida. Sin embargo, para los padres gestantes, el nivel de conciencia sobre este
proceso de desear, concebir y embarazarse puede variar notoriamente en cada
situación y abrir en cada uno más o menos interrogantes.
La primera pregunta que suelen hacerse al darse
cuenta de que están esperando un hijo es “¿En qué nos metimos?”, sobre todo si
se trata del primero. Y la segunda pregunta suele ser por qué.
Entre las distintas motivaciones que pueden
llevar a un hombre y una mujer a embarazarse se encuentran su crecimiento como
pareja, la necesidad de cumplir con el deseo de uno de ellos en particular, de
darle un hermanito al hijo que ya tienen, de afianzar un vínculo inestable, de
reemplazar el espacio dejado por la muerte de un hijo anterior, por amor a los
niños e incluso como saboteo a su desarrollo laboral y profesional. Esclarecer
estas u otras motivaciones es la tarea esencial del primer trimestre, para
poder reelegir el embarazo y la paternidad en forma consciente y responsable, aceptar
las limitaciones que pudieron determinarlo y construir las condiciones que
posibiliten su crecimiento.
En este período también se hace evidente la
diferencia entre lo planeado y lo accidental y, en el último caso, suele
aparecer la culpa por no haber deseado el embarazo o por haber fantaseado con
interrumpirlo si así hubiese ocurrido. La aceptación profunda de lo que siente
íntimamente cada miembro de la pareja respecto de esa nueva vida que se anuncia
es el punto de partida más maduro para enfrentar el camino que se inicia.
Visualización de la concepción
Vamos a ubicarnos en el
momento de la concepción. Iremos haciendo un recorrido hacia atrás en el
tiempo, para conectarnos con ese instante en el que surgió en nosotras el
deseo, la fantasía, el proyecto del hijo. Cuando compartimos esas primeras
ideas, cuando soñamos con la posibilidad de ser mamá. Con cuántas expectativas
fuimos construyendo esa idea, cómo lo imaginábamos y por qué, por qué sí
tenerlo o por qué no. En qué momento del encuentro con el otro nos hallábamos y
qué fantasías con tener un hijo existían en la experiencia de ese encuentro (el
hijo como un deseo personal, como un desafío, como la respuesta a la necesidad
de alguien). Qué espacio fue jugando la idea en la pareja, en qué momento
apareció como proyecto común y dejó de ser “mis ganas” para ser “las nuestras”.
O cuándo fueron solamente las ganas de él que me contagiaban, o las mías que lo
contagiaban a él. Cuánto participó el azar, cuánto la planificación, cuánto un
trabajoso tratamiento. Cuánto incidió el haber sido nosotros parte de una
familia con muchos o con pocos hijos, o el haber sido hijos únicos, el tener
padres mayores o padres más jóvenes. Cuánto participó la edad para tomar la
decisión, la situación económica, la
necesidad de un hermano para nuestro primer hijo, o de una hermana para nuestra
primera hija o hijo. Cuánto, finalmente, respondió el embarazo a los sueños y
expectativas tejidas a lo largo de la vida en relación con el hecho de
procrear, de parir, de criar un hijo. ¿Habíamos imaginado estar embarazadas, en
esta época de nuestra vida, alguna vez? Siguiendo un poco más, ¿cuánto
participamos o no de ese momento de la concepción de nuestro hijo? ¿En qué medida nos imaginamos acompañando
el encuentro de esas dos células para formar su cuerpito, para darle
existencia? ¿Cuánto percibimos, en ese día, en ese encuentro amoroso o en esa
relación sexual, que se estaba generando una nueva etapa de nuestra vida y
también una nueva vida para un ser humano, la vida de una nueva persona? Y así,
muy lentamente, con todas estas sensaciones en nuestro cuerpo, respirando
profundamente, recuperando el momento de esta etapa del embarazo que es única,
con todo ese movimiento interior que está pulsando en nuestros cuerpos,
empezamos a desperezarnos, a estirarnos y a recuperar nuestro estado de
vigilia.
Mientras transitamos el embarazo, solemos
perder de vista lo que esta idea representó antes, en nuestra historia personal
y en la de la pareja. Poder recuperar su significado original y reconocer en
qué medida lo elegimos nos permite reafirmar su verdadero sentido.
Generando
una nueva vida en diferentes edades
Para los futuros padres, es muy
diferente —aunque no mejor ni peor— vivir un embarazo en la veintena que en la
treintena. En una edad algo mayor, ya se tiene
otro tipo de registro de lo que va pasando en la vida. Es otra etapa,
con otras ideas, tal vez con mayor conciencia de lo que significa el paso del
tiempo; en que se sabe que hay ciertas cosas que ya no vuelven, que se cierran
y, quizá también —es muy subjetivo—, cuando se tiene una mayor posibilidad de
hacer ese gesto de moverse hacia otro. En cambio, cuando se está viviendo en
ese tiempo muy cercano a la salida de la adolescencia, cuesta mucho postergar
la necesidad inmediata de ocuparse de sí
misma.
Un hijo, en
todo caso, reclama un tiempo y un espacio que no todo el mundo está dispuesto a
dar. Se supone que hay una edad en la que la mujer siente que hay aspectos
personales que ya ha podido atender, y cuenta con la disponibilidad necesaria
para estar en otro lugar acompañando a otro ser humano que la requiere, algo
que, tal vez, parecía imposible cuando era muy joven. Claro que tampoco este
compromiso se presenta obligatoriamente cuando se tiene más edad. Puede ocurrir
que, por entonces, ya resulte difícil renunciar o diferir conquistas ganadas en
el espacio laboral o profesional.
“Antes no queríamos
saber nada de tener hijos. Estábamos disfrutando nuestras vidas, nuestra
profesión, nuestro espacio, el querer vivir juntos otras cosas.”
“Ahora nos damos cuenta de que hay muchísimas
cosas que con los hijos chicos no las podemos hacer, pero bueno, ya las hicimos
antes.”
“En realidad, yo no
tenía ganas de tener hijos cuando era más joven, no era una opción... Y ahora
estoy chocha con mi hijo y dejo todo por estar con él.”
“Para mí fue muy claro
el momento en el que deseé tener un bebé. Lo decidí yo, me parecía que era
importante decir ‘tengo ganas de ser mamá y quiero que sea ahora’.”
Es cierto que es la mujer quien hace la
mayor inversión física durante el embarazo y los primeros tiempos de crianza, y
tal vez sea por eso que muchas veces es ella quien tome o postergue la
decisión. En todo caso, el mejor momento será aquel que, en la historia de cada
mujer y de su pareja, resulte el más fértil física y emocionalmente para ser
padres.
Esta semana estamos trabajando con el Centro Coronario que se relaciona con la dimensión espiritual. Este centro nace detrás del punto medio de la
cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es
allí donde la humanidad ha representado
simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como
una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es
considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el
lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para
encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo
abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de
fronteras.
Si bien hemos seguido el orden ascendente en el
que son descriptos habitualmente los centros de energía, hubiéramos querido
comenzar el recorrido a partir de esta dimensión, ya que al nacer es nuestra
coronilla, aún semiabierta, la primera parte de nuestro cuerpo que ve la luz. El
hecho de que no esté aún sellada podría interpretarse como una señal de que
nuestra conexión con el orden cósmico antecede al enraizamiento que venimos a
hacer en este mundo.
Desear,
concebir, embarazarse
Podríamos pensar que antes de nuestra vida
intrauterina existiríamos inmaterialmente en un nivel de conciencia cósmica. Si
vamos un poco más allá, podríamos imaginarnos, como lo consideran algunas
creencias, que somos pura energía y que elegimos a nuestros padres como
vehículos corporales para expresarnos y desarrollarnos como personas en esta
vida. Sin embargo, para los padres gestantes, el nivel de conciencia sobre este
proceso de desear, concebir y embarazarse puede variar notoriamente en cada
situación y abrir en cada uno más o menos interrogantes.
La primera pregunta que suelen hacerse al darse
cuenta de que están esperando un hijo es “¿En qué nos metimos?”, sobre todo si
se trata del primero. Y la segunda pregunta suele ser por qué.
Entre las distintas motivaciones que pueden
llevar a un hombre y una mujer a embarazarse se encuentran su crecimiento como
pareja, la necesidad de cumplir con el deseo de uno de ellos en particular, de
darle un hermanito al hijo que ya tienen, de afianzar un vínculo inestable, de
reemplazar el espacio dejado por la muerte de un hijo anterior, por amor a los
niños e incluso como saboteo a su desarrollo laboral y profesional. Esclarecer
estas u otras motivaciones es la tarea esencial del primer trimestre, para
poder reelegir el embarazo y la paternidad en forma consciente y responsable, aceptar
las limitaciones que pudieron determinarlo y construir las condiciones que
posibiliten su crecimiento.
En este período también se hace evidente la
diferencia entre lo planeado y lo accidental y, en el último caso, suele
aparecer la culpa por no haber deseado el embarazo o por haber fantaseado con
interrumpirlo si así hubiese ocurrido. La aceptación profunda de lo que siente
íntimamente cada miembro de la pareja respecto de esa nueva vida que se anuncia
es el punto de partida más maduro para enfrentar el camino que se inicia.
Visualización de la concepción
Vamos a ubicarnos en el
momento de la concepción. Iremos haciendo un recorrido hacia atrás en el
tiempo, para conectarnos con ese instante en el que surgió en nosotras el
deseo, la fantasía, el proyecto del hijo. Cuando compartimos esas primeras
ideas, cuando soñamos con la posibilidad de ser mamá. Con cuántas expectativas
fuimos construyendo esa idea, cómo lo imaginábamos y por qué, por qué sí
tenerlo o por qué no. En qué momento del encuentro con el otro nos hallábamos y
qué fantasías con tener un hijo existían en la experiencia de ese encuentro (el
hijo como un deseo personal, como un desafío, como la respuesta a la necesidad
de alguien). Qué espacio fue jugando la idea en la pareja, en qué momento
apareció como proyecto común y dejó de ser “mis ganas” para ser “las nuestras”.
O cuándo fueron solamente las ganas de él que me contagiaban, o las mías que lo
contagiaban a él. Cuánto participó el azar, cuánto la planificación, cuánto un
trabajoso tratamiento. Cuánto incidió el haber sido nosotros parte de una
familia con muchos o con pocos hijos, o el haber sido hijos únicos, el tener
padres mayores o padres más jóvenes. Cuánto participó la edad para tomar la
decisión, la situación económica, la
necesidad de un hermano para nuestro primer hijo, o de una hermana para nuestra
primera hija o hijo. Cuánto, finalmente, respondió el embarazo a los sueños y
expectativas tejidas a lo largo de la vida en relación con el hecho de
procrear, de parir, de criar un hijo. ¿Habíamos imaginado estar embarazadas, en
esta época de nuestra vida, alguna vez? Siguiendo un poco más, ¿cuánto
participamos o no de ese momento de la concepción de nuestro hijo? ¿En qué medida nos imaginamos acompañando
el encuentro de esas dos células para formar su cuerpito, para darle
existencia? ¿Cuánto percibimos, en ese día, en ese encuentro amoroso o en esa
relación sexual, que se estaba generando una nueva etapa de nuestra vida y
también una nueva vida para un ser humano, la vida de una nueva persona? Y así,
muy lentamente, con todas estas sensaciones en nuestro cuerpo, respirando
profundamente, recuperando el momento de esta etapa del embarazo que es única,
con todo ese movimiento interior que está pulsando en nuestros cuerpos,
empezamos a desperezarnos, a estirarnos y a recuperar nuestro estado de
vigilia.
Mientras transitamos el embarazo, solemos
perder de vista lo que esta idea representó antes, en nuestra historia personal
y en la de la pareja. Poder recuperar su significado original y reconocer en
qué medida lo elegimos nos permite reafirmar su verdadero sentido.
Generando
una nueva vida en diferentes edades
Para los futuros padres, es muy
diferente —aunque no mejor ni peor— vivir un embarazo en la veintena que en la
treintena. En una edad algo mayor, ya se tiene
otro tipo de registro de lo que va pasando en la vida. Es otra etapa,
con otras ideas, tal vez con mayor conciencia de lo que significa el paso del
tiempo; en que se sabe que hay ciertas cosas que ya no vuelven, que se cierran
y, quizá también —es muy subjetivo—, cuando se tiene una mayor posibilidad de
hacer ese gesto de moverse hacia otro. En cambio, cuando se está viviendo en
ese tiempo muy cercano a la salida de la adolescencia, cuesta mucho postergar
la necesidad inmediata de ocuparse de sí
misma.
Un hijo, en
todo caso, reclama un tiempo y un espacio que no todo el mundo está dispuesto a
dar. Se supone que hay una edad en la que la mujer siente que hay aspectos
personales que ya ha podido atender, y cuenta con la disponibilidad necesaria
para estar en otro lugar acompañando a otro ser humano que la requiere, algo
que, tal vez, parecía imposible cuando era muy joven. Claro que tampoco este
compromiso se presenta obligatoriamente cuando se tiene más edad. Puede ocurrir
que, por entonces, ya resulte difícil renunciar o diferir conquistas ganadas en
el espacio laboral o profesional.
“Antes no queríamos
saber nada de tener hijos. Estábamos disfrutando nuestras vidas, nuestra
profesión, nuestro espacio, el querer vivir juntos otras cosas.”
“Ahora nos damos cuenta de que hay muchísimas
cosas que con los hijos chicos no las podemos hacer, pero bueno, ya las hicimos
antes.”
“En realidad, yo no
tenía ganas de tener hijos cuando era más joven, no era una opción... Y ahora
estoy chocha con mi hijo y dejo todo por estar con él.”
“Para mí fue muy claro
el momento en el que deseé tener un bebé. Lo decidí yo, me parecía que era
importante decir ‘tengo ganas de ser mamá y quiero que sea ahora’.”
Es cierto que es la mujer quien hace la
mayor inversión física durante el embarazo y los primeros tiempos de crianza, y
tal vez sea por eso que muchas veces es ella quien tome o postergue la
decisión. En todo caso, el mejor momento será aquel que, en la historia de cada
mujer y de su pareja, resulte el más fértil física y emocionalmente para ser
padres.
2 de Octubre
2 de Octubre
Centro Frontal - La dimensión mental
Esta semana estaremos trabajando con el Centro Frontal que se relaciona con la dimensión mental. Si lo imaginamos como una flor, el
tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza —donde se
halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el
“tercer ojo”.
Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la
capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico.
Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos
corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación,
visualizaciones y, fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican
el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26
ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos;
las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados
y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma
y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se
ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción
espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que
corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la
frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión.
Es a través de la
actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia,
propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a
otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de
ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los
estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja
frecuencia.
“Estar
en la luna” llena
Cuando vemos a una embarazada —como la
llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor
regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si
hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una
realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la
condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable
como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa
la pulsación más elemental de la vida humana.
Cuando vemos a una embarazada —como la
llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor
regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si
hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una
realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la
condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable
como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa
la pulsación más elemental de la vida humana.
La mujer embarazada se halla con una natural
apertura de conciencia. Y en este momento de su vida, desarrolla con facilidad
sus capacidades intuitivas. Es como si hubiera despertado en ella el llamado
“sexto sentido”, el cual le hace vivir experiencias no siempre explicables
racionalmente. Sus percepciones trascienden muchas veces el orden de los
sentidos y es capaz de experimentar cosas que los demás no alcanzan a
interpretar.
Cuando puede aprovechar estas capacidades logra
ingresar en un nivel de conciencia que desconocía de sí misma, al que algunas
personas acceden sólo en estados de trance inducidos, o bien por sugestión
hipnótica o por el efecto de sustancias químicas o alucinógenas.
La
comunicación estrecha que mantiene con su hijo agudiza la percepción de sus sensaciones,
que son cada vez más finas hasta llegar a niveles extrasensoriales. Es conocido
el caso de algunas futuras mamás que han sido capaces de detectar la existencia
de algún problema en su bebé antes de que el propio médico lo diagnosticara. Y
aunque no se animen a confesarlo, muchas se vinculan regularmente con sus hijos
y reciben de ellos respuestas directas a sus pensamientos y emociones. Saben
que otro tipo de “diálogo” es posible, y numerosos estudios científicos
recientemente aparecidos sobre el impacto que tienen en el bebé las ideas y
emociones de su mamá no hacen más que confirmar lo que desde tiempos
inmemoriales ellas ya conocían: que existe una comunicación mamá-bebé
intrauterina que circula por canales diferentes de aquellos correspondientes a
los “sentidos comunes”.
Es que en esta etapa se despliega en la
embarazada una variedad de procesos inconscientes que la colocan en lo que la
psicoanalista francesa Catherine Bergeret- Amselek ha denominado un “estado de
transparencia psíquica”, un estado que hace que muchas de las experiencias que
permanecen habitualmente ocultas emerjan con facilidad y queden disponibles a
la conciencia.
Muchas embarazadas comentan con sorpresa haber
incrementado su actividad onírica, como si se hubiera abierto en ellas el
acceso al mundo de los sueños al levantarse el velo que impedía verlo y
tornarlo por primera vez traslúcido. El embarazo mismo es vivido en ocasiones
como un estado de ensoñación, en el que la conciencia recorre nuevos caminos.
Se ingresa en un universo de límites borrosos. Algunas mujeres, al tratar de
describir esa sensación de no poder concentrarse o responder del mismo modo a
los requerimientos cotidianos, dicen sentirse como si estuvieran “en otro
mundo”. Surge una nueva manera de vivir la realidad, “esa realidad aparte” de
la que hablaba el antropólogo latinoamericano Carlos Castaneda, donde se
inaugura una conexión de calidad diferente con las cosas, las emociones y las
personas, y en la que no sólo las palabras resultan innecesarias, sino también
la presencia física del otro.
Ser
protagonista de la creación de una nueva vida puede iniciar a una mujer en el
camino de la creatividad. Es un momento ideal para sacar afuera a la artista
que está adentro de cada una.
Los antiguos tratados hindúes sobre el amor
describen 64 artes, y sugieren que todos los individuos deberían desarrollar la
mayor cantidad posible de éstas a fin de cultivar una actitud creativa y
aprovechar las posibilidades de la mente. Si bien estas artes han ido cambiando
con cada época, la humanidad siempre ha encontrado en ellas una forma de
expresarse.
La embarazada necesita potenciar estas energías
emprendiendo actividades que la ayuden a expresarse; como el canto, la música,
la pintura o la poesía. Las manualidades y las artesanías son tareas muy
frecuentes en esta época, y las mujeres tejen sus sueños al crochet o decorando
el cuarto de su bebé.
Lamentablemente, la sociedad de consumo a veces
invade este espacio tan único con ofertas coloridas, y el tiempo de embarazo se
escurre en recorrer vidrieras o shoppings que inhiben la aptitud creativa
femenina haciendo que todo termine en la compra de productos enlatados. Más
allá de inquietarnos, sería importante destinar un tiempo para convocar y cultivar
estos estados de excepción, a fin de preservarlos de los ritmos vertiginosos en
los que habitualmente vivimos.
El llamado del bebé a transitar otros niveles
de percepción puede servirnos de guía. Privilegiar la actividad de nuestro
hemisferio derecho —sede de percepciones más globales, de la intuición, de la
vida emocional, de lo femenino— por sobre el izquierdo —lógico, racional— puede
contribuir a emprender este camino iniciático de expansión de nuestra
conciencia. No lo desaprovechemos.
25 de septiembre
Esta semana estaremos trabajando con el Centro Frontal que se relaciona con la dimensión mental. Si lo imaginamos como una flor, el
tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza —donde se
halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el
“tercer ojo”.
Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la
capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico.
Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos
corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación,
visualizaciones y, fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican
el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26
ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos;
las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados
y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma
y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se
ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción
espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que
corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la
frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión.
Es a través de la
actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia,
propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a
otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de
ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los
estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja
frecuencia.
“Estar
en la luna” llena
Cuando vemos a una embarazada —como la
llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor
regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si
hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una
realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la
condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable
como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa
la pulsación más elemental de la vida humana.
Cuando vemos a una embarazada —como la
llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor
regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si
hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una
realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la
condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable
como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa
la pulsación más elemental de la vida humana.
La mujer embarazada se halla con una natural
apertura de conciencia. Y en este momento de su vida, desarrolla con facilidad
sus capacidades intuitivas. Es como si hubiera despertado en ella el llamado
“sexto sentido”, el cual le hace vivir experiencias no siempre explicables
racionalmente. Sus percepciones trascienden muchas veces el orden de los
sentidos y es capaz de experimentar cosas que los demás no alcanzan a
interpretar.
Cuando puede aprovechar estas capacidades logra
ingresar en un nivel de conciencia que desconocía de sí misma, al que algunas
personas acceden sólo en estados de trance inducidos, o bien por sugestión
hipnótica o por el efecto de sustancias químicas o alucinógenas.
La
comunicación estrecha que mantiene con su hijo agudiza la percepción de sus sensaciones,
que son cada vez más finas hasta llegar a niveles extrasensoriales. Es conocido
el caso de algunas futuras mamás que han sido capaces de detectar la existencia
de algún problema en su bebé antes de que el propio médico lo diagnosticara. Y
aunque no se animen a confesarlo, muchas se vinculan regularmente con sus hijos
y reciben de ellos respuestas directas a sus pensamientos y emociones. Saben
que otro tipo de “diálogo” es posible, y numerosos estudios científicos
recientemente aparecidos sobre el impacto que tienen en el bebé las ideas y
emociones de su mamá no hacen más que confirmar lo que desde tiempos
inmemoriales ellas ya conocían: que existe una comunicación mamá-bebé
intrauterina que circula por canales diferentes de aquellos correspondientes a
los “sentidos comunes”.
Es que en esta etapa se despliega en la
embarazada una variedad de procesos inconscientes que la colocan en lo que la
psicoanalista francesa Catherine Bergeret- Amselek ha denominado un “estado de
transparencia psíquica”, un estado que hace que muchas de las experiencias que
permanecen habitualmente ocultas emerjan con facilidad y queden disponibles a
la conciencia.
Muchas embarazadas comentan con sorpresa haber
incrementado su actividad onírica, como si se hubiera abierto en ellas el
acceso al mundo de los sueños al levantarse el velo que impedía verlo y
tornarlo por primera vez traslúcido. El embarazo mismo es vivido en ocasiones
como un estado de ensoñación, en el que la conciencia recorre nuevos caminos.
Se ingresa en un universo de límites borrosos. Algunas mujeres, al tratar de
describir esa sensación de no poder concentrarse o responder del mismo modo a
los requerimientos cotidianos, dicen sentirse como si estuvieran “en otro
mundo”. Surge una nueva manera de vivir la realidad, “esa realidad aparte” de
la que hablaba el antropólogo latinoamericano Carlos Castaneda, donde se
inaugura una conexión de calidad diferente con las cosas, las emociones y las
personas, y en la que no sólo las palabras resultan innecesarias, sino también
la presencia física del otro.
Ser
protagonista de la creación de una nueva vida puede iniciar a una mujer en el
camino de la creatividad. Es un momento ideal para sacar afuera a la artista
que está adentro de cada una.
Los antiguos tratados hindúes sobre el amor
describen 64 artes, y sugieren que todos los individuos deberían desarrollar la
mayor cantidad posible de éstas a fin de cultivar una actitud creativa y
aprovechar las posibilidades de la mente. Si bien estas artes han ido cambiando
con cada época, la humanidad siempre ha encontrado en ellas una forma de
expresarse.
La embarazada necesita potenciar estas energías
emprendiendo actividades que la ayuden a expresarse; como el canto, la música,
la pintura o la poesía. Las manualidades y las artesanías son tareas muy
frecuentes en esta época, y las mujeres tejen sus sueños al crochet o decorando
el cuarto de su bebé.
Lamentablemente, la sociedad de consumo a veces
invade este espacio tan único con ofertas coloridas, y el tiempo de embarazo se
escurre en recorrer vidrieras o shoppings que inhiben la aptitud creativa
femenina haciendo que todo termine en la compra de productos enlatados. Más
allá de inquietarnos, sería importante destinar un tiempo para convocar y cultivar
estos estados de excepción, a fin de preservarlos de los ritmos vertiginosos en
los que habitualmente vivimos.
El llamado del bebé a transitar otros niveles
de percepción puede servirnos de guía. Privilegiar la actividad de nuestro
hemisferio derecho —sede de percepciones más globales, de la intuición, de la
vida emocional, de lo femenino— por sobre el izquierdo —lógico, racional— puede
contribuir a emprender este camino iniciático de expansión de nuestra
conciencia. No lo desaprovechemos.
25 de septiembre
Centro Laríngeo - La dimensión cognitiva
Esta semana estaremos trabajando el Centro Laríngeo que corresponde a la dimensión cognitiva. Comprende la zona del cuello, los hombros y el rostro, y se extiende por la parte externa de los brazos hasta la yema de los dedos, que es por donde investigamos táctilmente el mundo.
Dado que en él se
alojan también la boca, la nariz, los oídos y los ojos, abarca los cinco
sentidos, los cuales constituyen la primera puerta de entrada al conocimiento
intelectual, las vías de comunicación con el pensamiento racional, y su
manifestación a través de la palabra, la mímica, la escritura, y la realización
de cualquier tarea manual y de cualquier técnica que hayamos incorporado.
Es decir que este
centro se relaciona con la expresión de lo aprendido, y su función, al filtrar
la información que nos llega tanto de los niveles superiores supraconscientes
como de aquellos inferiores correspondientes al mundo instintivo emocional, es
controlar la vida psíquica y someterla a las leyes de la lógica. Es con el que
construimos nuestras creencias, que son aquellos supuestos desde los cuales
observamos el mundo en el que vivimos y condicionamos, en forma automática,
nuestros afectos y nuestras conductas.
Es también el
responsable de mantener nuestro equilibrio. Actúa como un punto de pasaje ya
sea al inhibir o al permitir el libre flujo de las energías que circulan por
nuestra unidad cuerpo-mente.
En su expresión
más cargada, este centro promueve, por un lado, actitudes muy rígidas, de
máximo control y autoexigencia, y en el otro extremo, es decir si está
desvitalizado, dificulta la posibilidad de poner límites y de asumir
responsabilidades.
A esta dimensión le corresponden algunas cuestiones que pueden facilitar o entorpecer la experiencia de parto, como son el control o el
descontrol, la relación con la incertidumbre y con la espera, con las
exigencias, los modelos de parto, los mitos y los prejuicios, la elección de
las condiciones para parir y la responsabilidad de informarse sobre los
derechos y la comunicación con el equipo médico. Todas ellas contribuyen a
desarrollar nuestra capacidad cognitiva, necesaria para decidir
responsablemente cómo, cuándo, dónde y con quién parir, y por otro lado para
reconocer las variables que humanamente no nos es posible controlar.
El
miedo al descontrol
“Con mi primer hijo hice todo lo que me decía la partera,
con quien compartí mucho tiempo. Me sentía tan contenida, que seguía todo lo
que ella me iba indicando. Lo único que me salió de adentro —y que era una
costumbre mía, porque jugué muchos años al voley— era el grito de los saques. Y
en ese momento me acuerdo que ella me dijo: ‘No, no, no; sin gritar’, y me
inhibió totalmente, porque no era un grito exagerado.”
A veces, las embarazadas temen
descontrolarse durante el parto, como si un parto fuera algo que tuviera que
controlarse. Pero, ¿qué entendemos por controlar? Hay que revisar este
concepto, pues si bien es cierto que puede haber algunas conductas
involuntarias que no ayudan, hay otras que sí. Insisto y repito que cada mujer
pare como vive y que cada acto de nuestra vida lo realizamos con nuestro propio
estilo. Pero estamos inmersos en un sistema que también organiza nuestro modo
de expresión y que tratará de imponérsenos a la hora de parir.
Soltando
la voz
Si bien no todas las mujeres son
iguales, en el parto resulta útil estimular el libre fluir de las emociones
mediante la liberación de sonidos a través de la voz. En el embarazo,
desbloquear el centro laríngeo construye una vía directa entre la boca, la
garganta y el canal vaginal. Es como si los labios de la boca participaran,
junto con los de la vagina, de la descarga que impone el momento expulsivo.
Algunas personas ni siquiera estando
solas se animan a gritar; se trata de una cuestión de autocensura, como si se
asustaran de sí mismas.
Para vencer esas inhibiciones, se puede
probar, cuando están solas en la casa, al ducharse, en la playa o en un campo
abierto, gritar diferentes vocales. El grito puede actuar como una liberación
sonora analgésica al permitir que el sonido vibre en el cuerpo relajándolo;
esas vibraciones sonoras también ejercen un contacto con el bebé. Podemos
sentir táctilmente —aunque no usemos nuestros oídos— que nuestro cuerpo está
vibrando.
Hay algunas experiencias en las que los papás
también producen sonidos cerca de la mamá como para que el bebé perciba y vibre
con su voz en el momento de las contracciones. Conviene experimentarlo antes, a
fin de comprobar su utilidad y de tener el recurso disponible en ese momento. Y
si hay alguien del equipo que se moleste porque se estén haciendo sonidos
“extraños” tendrá que tolerarlos, porque el parto es de la pareja.
Lamentablemente, esto puede pasar tanto en el ámbito público como en el
privado, y es probable que se relacione con la dificultad que tienen algunos
profesionales para manejar la angustia que les genera la irrupción de las
emociones en el escenario del parto, para lo cual no han recibido una formación
humanística.
Los modelos y las exigencias
Muchas veces, el
parto es tomado como un examen, y hasta hay mujeres que le preguntan al médico
una vez que parieron: “Doctor, ¿cómo me porté?”, como diciendo “¿qué nota me
saqué?” a la espera de su aprobación. A veces lo hacen con sus médicos, a veces
con sus maridos, a veces con el grupo en el que participan de la preparación.
Pero un parto no debería concebirse como si se tratara de un examen, sino más
bien como una experiencia vivida con las posibilidades que la mujer tenga en
ese momento.
Esta sensación se
acentúa en algunos casos más que en otros, pero la experiencia interna de ser
juzgada —más que juzgada, calificada— por otro es muy curiosa. Algunas mujeres
sueñan que están rindiendo un examen y que en ese momento, en lugar de mostrar
sus conocimientos o presentar lo que saben, nace el bebé. A veces aparece una
situación de competencia, que se expresa en frases como “yo quiero parir de
equis manera porque mi vecina o mi amiga parió de este modo, o la primera
esposa de mi marido lo hizo y yo no puedo ser menos que ella”, como si el parto
se transformara en un bien de consumo, algo que hubiera que atravesar de tal o
cual manera para competir con otros.
Hay mujeres que viven el parto como una competencia en la
que se comparan o ponen a prueba con otra mujer (su propia mamá, la cuñada, una
amiga, la primera esposa del marido). Pero un parto es una experiencia muy
personal, ya que representa el modo particular en que nos separamos de nuestro
hijo.
Cada una tiene su
propia manera de separarse de su hijo, pues es eso, en todo caso, lo que
significa un parto. Sentimos infantilmente que las transgresiones como gritar
“merecen un aplazo y perturban a la mesa examinadora”. Creo que está en cada
una encontrar su manera de superar esta dependencia.
Merecemos el parto
que hayamos tenido: por vía baja o por cesárea, fue lo mejor que hemos podido
hacer con los recursos con los que contábamos en ese momento y con la presencia
singular que tuvo ese niño que llegó al mundo. Porque no debemos olvidar que en
este proceso no sólo participan una mujer y el futuro papá, sino también un
bebé, que le imprime a ese instante su característica particular.
A veces, la
omnipotencia con la que se prepara la mujer que participa de algún curso de
psicoprofilaxis le hace sentir que es como si hubiera sacado un seguro. Dice
por ejemplo: “Yo hice todo bien, hice el curso, no falté nunca, ¿por qué fui a
cesárea?”. No incluye las variables que tienen que ver con el bebé, con la vida
emocional, con el contexto social, económico, geográfico, y muchos otros
factores que influyen en el momento del nacimiento. Se pueden incluir variables
espirituales, cósmicas, y de cualquier otra índole.
Reducir el
fenómeno del nacimiento a uno estrictamente individual, emocional o fisiológico
es achicar la perspectiva de algo mucho más abarcativo, que incluye todos los
niveles, y genera una presión muy alta en la mujer que la hace sentir que todo
depende exclusivamente de ella. Entonces, deberíamos poder reconocer, con menos
omnipotencia y más humildad, que formamos parte de una de las tantas
experiencias que están involucradas en el acto del nacimiento y del parto, que
protagonizamos como mujeres. Contribuimos en el hecho activo de parir, pero es
nuestro hijo el que nace. Necesitamos aceptar y reconocer ese primer acto de
libertad del ser humano que es nacer.
6 de Septiembre
Los modelos y las exigencias
Muchas veces, el
parto es tomado como un examen, y hasta hay mujeres que le preguntan al médico
una vez que parieron: “Doctor, ¿cómo me porté?”, como diciendo “¿qué nota me
saqué?” a la espera de su aprobación. A veces lo hacen con sus médicos, a veces
con sus maridos, a veces con el grupo en el que participan de la preparación.
Pero un parto no debería concebirse como si se tratara de un examen, sino más
bien como una experiencia vivida con las posibilidades que la mujer tenga en
ese momento.
Esta sensación se
acentúa en algunos casos más que en otros, pero la experiencia interna de ser
juzgada —más que juzgada, calificada— por otro es muy curiosa. Algunas mujeres
sueñan que están rindiendo un examen y que en ese momento, en lugar de mostrar
sus conocimientos o presentar lo que saben, nace el bebé. A veces aparece una
situación de competencia, que se expresa en frases como “yo quiero parir de
equis manera porque mi vecina o mi amiga parió de este modo, o la primera
esposa de mi marido lo hizo y yo no puedo ser menos que ella”, como si el parto
se transformara en un bien de consumo, algo que hubiera que atravesar de tal o
cual manera para competir con otros.
Hay mujeres que viven el parto como una competencia en la
que se comparan o ponen a prueba con otra mujer (su propia mamá, la cuñada, una
amiga, la primera esposa del marido). Pero un parto es una experiencia muy
personal, ya que representa el modo particular en que nos separamos de nuestro
hijo.
Cada una tiene su
propia manera de separarse de su hijo, pues es eso, en todo caso, lo que
significa un parto. Sentimos infantilmente que las transgresiones como gritar
“merecen un aplazo y perturban a la mesa examinadora”. Creo que está en cada
una encontrar su manera de superar esta dependencia.
Merecemos el parto
que hayamos tenido: por vía baja o por cesárea, fue lo mejor que hemos podido
hacer con los recursos con los que contábamos en ese momento y con la presencia
singular que tuvo ese niño que llegó al mundo. Porque no debemos olvidar que en
este proceso no sólo participan una mujer y el futuro papá, sino también un
bebé, que le imprime a ese instante su característica particular.
A veces, la
omnipotencia con la que se prepara la mujer que participa de algún curso de
psicoprofilaxis le hace sentir que es como si hubiera sacado un seguro. Dice
por ejemplo: “Yo hice todo bien, hice el curso, no falté nunca, ¿por qué fui a
cesárea?”. No incluye las variables que tienen que ver con el bebé, con la vida
emocional, con el contexto social, económico, geográfico, y muchos otros
factores que influyen en el momento del nacimiento. Se pueden incluir variables
espirituales, cósmicas, y de cualquier otra índole.
Reducir el
fenómeno del nacimiento a uno estrictamente individual, emocional o fisiológico
es achicar la perspectiva de algo mucho más abarcativo, que incluye todos los
niveles, y genera una presión muy alta en la mujer que la hace sentir que todo
depende exclusivamente de ella. Entonces, deberíamos poder reconocer, con menos
omnipotencia y más humildad, que formamos parte de una de las tantas
experiencias que están involucradas en el acto del nacimiento y del parto, que
protagonizamos como mujeres. Contribuimos en el hecho activo de parir, pero es
nuestro hijo el que nace. Necesitamos aceptar y reconocer ese primer acto de
libertad del ser humano que es nacer.
6 de Septiembre
Centro Lumbosacro - La dimensión sexual
Rol del periné en la sexualidad
Además de las funciones de sostén y de pasaje, los
músculos pubocoxígeos también desempeñan un papel central en la experiencia
sexual orgásmica, para la cual necesitan contar con una buena tonicidad. Conocer
su funcionamiento y fortalecerlos, sabiendo también relajarlos, es una manera
de intensificar las sensaciones de placer.
Este
descubrimiento fue realizado por el médico urólogo Arnold Kegel (1948) al desarrollar
sus ejercicios de fortalecimiento muscular del periné para resolver el problema
de incontinencia urinaria en la mujer. Comprobó que sus pacientes comenzaban a
tener mayor frecuencia e intensidad en los orgasmos, y algunas reportaban
incluso haberlo experimentado por primera vez.
Tener en cuenta
que por debajo de estos músculos se encuentran situados los cuerpos eréctiles
del clítoris, que además del capuchón que lo recubre posee dos bulbos y una esponja perineal. De allí
que a las mujeres que en una terapia sexual consultan por dificultades en
alcanzar el orgasmo se le sugieren ejercicios que aumenten la tonicidad de su
piso pélvico.
Además de las funciones de sostén y de pasaje, los
músculos pubocoxígeos también desempeñan un papel central en la experiencia
sexual orgásmica, para la cual necesitan contar con una buena tonicidad. Conocer
su funcionamiento y fortalecerlos, sabiendo también relajarlos, es una manera
de intensificar las sensaciones de placer.
Este
descubrimiento fue realizado por el médico urólogo Arnold Kegel (1948) al desarrollar
sus ejercicios de fortalecimiento muscular del periné para resolver el problema
de incontinencia urinaria en la mujer. Comprobó que sus pacientes comenzaban a
tener mayor frecuencia e intensidad en los orgasmos, y algunas reportaban
incluso haberlo experimentado por primera vez.
Tener en cuenta
que por debajo de estos músculos se encuentran situados los cuerpos eréctiles
del clítoris, que además del capuchón que lo recubre posee dos bulbos y una esponja perineal. De allí
que a las mujeres que en una terapia sexual consultan por dificultades en
alcanzar el orgasmo se le sugieren ejercicios que aumenten la tonicidad de su
piso pélvico.
Ejercicio nº 1. Ejercicios de Kegel o sexoejercicios:
Se denominan así a los ejercicios diseñados por el
mencionado Kegel, los cuales consisten en contraer y relajar los músculos
pubocoxígeos. Se los recomienda para prevenir, resolver o mejorar el
funcionamiento sexogenital.
Sugerimos
practicarlos en siete sucesivas contracciones y relajaciones hasta llegar
progresivamente a completar siete series de siete (49 movimientos seguidos). Repetir
la misma serie tres veces al día.
Pueden
incluirse dentro del juego sexual de la pareja comprimiendo las paredes
vaginales durante la penetración o introduciéndose el propio dedo o el del
compañero durante una experiencia compartida.
Si bien pueden
practicarse durante el embarazo, son especialmente indicados en el posparto. Se
ha comprobado que el embarazo y el parto perturban la sensibilidad de los
circuitos propiceptivos y sensoriales habituales de las reacciones eróticas
femeninas. Por tal motivo, después del parto, para tomar conciencia del nuevo
esquema corporal es conveniente, junto con la práctica de los sexejercicios, adecuar
un discurso que invite a reerotizar las percepciones. También sería
recomendable investir a los genitales de un sentido estético que los
resignificara positivamente, a fin de que recuperen la jerarquía que les
corresponde tener en el universo somático que habitamos como mujeres. Esto no
implica hacer pública una experiencia íntima, sino tomar conciencia de su
importancia a la vez que resguardamos los misterios de nuestras profundidades
femeninas.
Ejercicio
nº 2. Ejercicio de autoexploración de la vulva:
La mayor parte de las veces delegamos nuestro placer sexual en nuestra pareja,
pero en el momento del parto es muy necesario que la mujer conozca
perfectamente sus genitales. Por lo general, aceptamos que nuestro obstetra nos
corrija o mejore nuestro periné a través de una episiotomía. Pero hay que saber
que la vagina no es un órgano pasivo-receptivo, ya que posee, entre otras, una
capacidad expulsiva gracias a la cual es posible el nacimiento de un nuevo ser.
Por eso, además de hacer los ejercicios de movilización muscular sugerimos
recorrer con el dedo los propios genitales mientras se los observa en un
espejo, a fin de aceptarlos y reconocerlos como los protagonistas a la hora del
parto. Este ejercicio también puede realizarse en pareja. La observación con el
espejo puede ir seguida de un dibujo de toda la vulva que podrá confrontarse
con el diagrama arriba presentado, lo que ayudará a identificar los diferentes
órganos y a familiarizarse con esa zona del propio cuerpo, desconocida para
muchas mujeres.
Ejercicio
nº 3. Autoestimulación clitorídea y vaginal: Están
enmarcados dentro de los clásicos ejercicios de “placereado genital y
focalización sensorial” descriptos por los sexólogos norteamericanos William H.
Masters y Virginia E. Johnson. Consisten en acariciarse las zonas erógenas sin
esperar otro resultado que el de conocerse y disfrutar de las sensaciones que
producen. Aprender a tocarse los genitales o mirárselos en un espejo, superando
ciertas barreras de la inhibición cultural, ayudará a disminuir las distancias
que se imponen las mujeres a la hora de parir, las cuales les impiden acompañar
la progresiva transformación que van a protagonizar su vagina y el cuello de su
útero.
Para realizarlos sugerimos buscar un momento y
un espacio con privacidad, y encarar la experiencia con espíritu exploratorio y
una actitud desprejuiciada.
Mirándose en un espejo, comenzar recorriendo
con los dedos los labios mayores, separarlos y descubrir en su interior la
presencia de los labios menores, y de arriba abajo, el clítoris, el orificio de
la uretra y el de la vagina. Una vez identificado el clítoris, reconocer sus
diferentes partes: el cuerpo, el glande y el capuchón. Con los dedos
humedecidos con una crema o aceite, frotarlo variando el ritmo y la presión
hasta descubrir aquella que produzca más placer. La velocidad puede también ir
variando hasta acercarse, si es que aparece, a la sensación orgásmica.
Puede también probarse introducir un dedo en la
vagina recorriendo sus pliegues interiores y registrar cuáles son las zonas más
sensibles, para luego contraer sus paredes presionando el dedo que se introdujo
en su interior.
31 de Agosto
Sugerimos
practicarlos en siete sucesivas contracciones y relajaciones hasta llegar
progresivamente a completar siete series de siete (49 movimientos seguidos). Repetir
la misma serie tres veces al día.
Pueden
incluirse dentro del juego sexual de la pareja comprimiendo las paredes
vaginales durante la penetración o introduciéndose el propio dedo o el del
compañero durante una experiencia compartida.
Si bien pueden
practicarse durante el embarazo, son especialmente indicados en el posparto. Se
ha comprobado que el embarazo y el parto perturban la sensibilidad de los
circuitos propiceptivos y sensoriales habituales de las reacciones eróticas
femeninas. Por tal motivo, después del parto, para tomar conciencia del nuevo
esquema corporal es conveniente, junto con la práctica de los sexejercicios, adecuar
un discurso que invite a reerotizar las percepciones. También sería
recomendable investir a los genitales de un sentido estético que los
resignificara positivamente, a fin de que recuperen la jerarquía que les
corresponde tener en el universo somático que habitamos como mujeres. Esto no
implica hacer pública una experiencia íntima, sino tomar conciencia de su
importancia a la vez que resguardamos los misterios de nuestras profundidades
femeninas.
Ejercicio
nº 2. Ejercicio de autoexploración de la vulva:
La mayor parte de las veces delegamos nuestro placer sexual en nuestra pareja,
pero en el momento del parto es muy necesario que la mujer conozca
perfectamente sus genitales. Por lo general, aceptamos que nuestro obstetra nos
corrija o mejore nuestro periné a través de una episiotomía. Pero hay que saber
que la vagina no es un órgano pasivo-receptivo, ya que posee, entre otras, una
capacidad expulsiva gracias a la cual es posible el nacimiento de un nuevo ser.
Por eso, además de hacer los ejercicios de movilización muscular sugerimos
recorrer con el dedo los propios genitales mientras se los observa en un
espejo, a fin de aceptarlos y reconocerlos como los protagonistas a la hora del
parto. Este ejercicio también puede realizarse en pareja. La observación con el
espejo puede ir seguida de un dibujo de toda la vulva que podrá confrontarse
con el diagrama arriba presentado, lo que ayudará a identificar los diferentes
órganos y a familiarizarse con esa zona del propio cuerpo, desconocida para
muchas mujeres.
Ejercicio
nº 3. Autoestimulación clitorídea y vaginal: Están
enmarcados dentro de los clásicos ejercicios de “placereado genital y
focalización sensorial” descriptos por los sexólogos norteamericanos William H.
Masters y Virginia E. Johnson. Consisten en acariciarse las zonas erógenas sin
esperar otro resultado que el de conocerse y disfrutar de las sensaciones que
producen. Aprender a tocarse los genitales o mirárselos en un espejo, superando
ciertas barreras de la inhibición cultural, ayudará a disminuir las distancias
que se imponen las mujeres a la hora de parir, las cuales les impiden acompañar
la progresiva transformación que van a protagonizar su vagina y el cuello de su
útero.
Para realizarlos sugerimos buscar un momento y
un espacio con privacidad, y encarar la experiencia con espíritu exploratorio y
una actitud desprejuiciada.
Mirándose en un espejo, comenzar recorriendo
con los dedos los labios mayores, separarlos y descubrir en su interior la
presencia de los labios menores, y de arriba abajo, el clítoris, el orificio de
la uretra y el de la vagina. Una vez identificado el clítoris, reconocer sus
diferentes partes: el cuerpo, el glande y el capuchón. Con los dedos
humedecidos con una crema o aceite, frotarlo variando el ritmo y la presión
hasta descubrir aquella que produzca más placer. La velocidad puede también ir
variando hasta acercarse, si es que aparece, a la sensación orgásmica.
Puede también probarse introducir un dedo en la
vagina recorriendo sus pliegues interiores y registrar cuáles son las zonas más
sensibles, para luego contraer sus paredes presionando el dedo que se introdujo
en su interior.
31 de Agosto
La energía vital de
nuestro cuerpo
La dimensión orgánica
La dimensión
orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara.
Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el
ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la
cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico,
donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la
próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos
aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la
que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser
humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su
naturaleza animal.
Proporciona energía
a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que
necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos
los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de
mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema
vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros
órganos vitales.
La dimensión
orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara.
Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el
ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la
cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico,
donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la
próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos
aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la
que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser
humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su
naturaleza animal.
Proporciona energía
a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que
necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos
los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de
mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema
vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros
órganos vitales.
La salud de nuestro periné
El periné, que
corresponde al suelo de nuestra pelvis, constituye una parte fundamental de
este centro. Efectivamente, los yoguis siempre lo han considerado una región
energéticamente muy poderosa. Sin embargo, resulta habitual que las personas no
conozcan dónde tienen su periné. Este desconocimiento de una parte anatómica
tan fundamental puede obedecer a que su localización no resulta tan accesible a
la propia mirada, aunque es más probable que sea porque en él están alojadas
las funciones sexuales, histórica y socialmente tan reprimidas.
Esta
zona del cuerpo, que va desde el pubis hasta el coxis y que conforma el piso de
la pelvis, es la sede de nuestro aparato sexual uro-recto-genital.
Ejercicios
del periné
Teniendo en cuenta que en el trabajo de parto y
en el parto mismo nuestro periné –el suelo de nuestra pelvis– debe contar con
la flexibilidad suficiente para estirarse, pero también debe poder relajarse,
es importante tener en cuenta algunos ejercicios que pueden realizarse a lo
largo de todo el embarazo, en el trabajo de parto y en el parto.
¨ En el embarazo: Es el período en el que la
función de sostén del periné está más exigida por el natural peso que ejerce el
bebé en forma continua, lo que aumenta considerablemente el trabajo de
resistencia que estos músculos deben realizar. A su vez, por el cambio
hormonal, este tejido se vuelve menos resistente.
Para contrarrestar esta situación y lograr además que
en el momento del parto estos tejidos estén flexibles tanto para estirarse como
para relajarse, es conveniente practicar regularmente, a lo largo de todo el
embarazo, algunos ejercicios específicos. A través de ellos no sólo se obtendrá
la conciencia y un buen manejo de su funcionamiento, sino que, además, se
optimizará el placer en la experiencia sexual. He aquí una primera serie:
Ejercicio nº 1.
Flexibilización pubocoxígea: Acostada boca arriba con las rodillas flexionadas y los pies apoyados
en el suelo, contraer los músculos pubocoxígeos (entre el pubis y el coxis)
mientras se exhala, tratando de acercar el coxis al pubis. Hacerlo durante
siete segundos y, luego, relajar mientras se inspira en los siete segundos
siguientes.
Ejercicio nº 2.
Ejercicio ante el esfuerzo: Toser fuerte
teniendo contraído el periné. Adoptarlo como hábito cada vez que se efectúe
algún esfuerzo abdominal.
Ejercicio nº 3. Ejercicio de control de la micción:
Uno de los ejercicios más difundidos para controlar el funcionamiento de la
zona perineal consiste en emitir la orina de a chorritos. Si bien sirve para
localizar y manejar voluntariamente los músculos perivaginales, hacerlo varias
veces en la misma micción puede alterar el reflejo de orinar, en la medida en
que la uretra se ve obligada a reiniciar la micción cuando la vejiga ya no está
tan llena, y esto puede perturbar su mecanismo haciendo que queden restos sin
descargar que, a la larga, podrían producir infecciones urinarias. Por lo
tanto, aconsejamos practicarlo deteniéndose sólo una vez, al principio de la
micción, cuando se tienen ganas de orinar, cuidando luego de descargar
totalmente la vejiga, y no hacerlo más de una vez al día.
En realidad, se trata
de vitalizar dicha musculatura a fin de adecuar su tono, tanto para la
relajación como para la fuerza, para que en el momento del pujo se utilice de
manera consciente y activa.
¨
Durante el preparto: Como preparación para el período expulsivo, en el que el periné corre
más riesgos de deteriorarse, recomendamos:
Un masaje que lo torne más flexible, y ayude a familiarizarse
con la sensación de estiramiento. Para ello, recorrer con dos dedos juntos los
labios externos y el contorno de la vagina. Realizar un movimiento de vaivén
estirando el tejido, los músculos y la piel del periné. Evitar presionar el
orificio de la uretra para prevenir cualquier posible infección urinaria. Puede
utilizarse una crema o bien un aceite de almendras cuidando que las manos estén
bien limpias. Conviene iniciarlo seis semanas antes de la fecha probable de
parto. Se sugiere compartirlo con la pareja.
Baños de
inmersión o de asiento: Ya sea en la
bañera o haciendo un baño de asiento con agua tibia, en el período previo al
expulsivo.
Paños calientes: Un paño caliente, húmedo o seco, apoyado en el periné
también puede servir para relajar estos músculos.
¨
En el parto:
Ejercicio nº 4. Se recomienda la posición vertical, y en especial la
de cuclillas, con la que se amplía el diámetro pélvico. Además, en esta
posición el peso del apoyo de la cabecita del bebé se reparte en forma pareja,
lo cual previene desgarros perineales.
Tener en cuenta que si se está bajo efecto de la
anestesia peridural, este reflejo se verá disminuido y será necesario apelar al
pujo con respiración bloqueada, que si bien puede resultar más efectivo, genera
una excesiva presión sobre el periné.
Orientación del
pujo: Si no se ha perdido la
sensibilidad, tratar de orientar el pujo hacia adelante, es decir hacia el
periné anterior, ya que el recorrido del bebé no es recto sino curvo.
Dejar de pujar: Detener el pujo si la partera considera que en cierto
momento eso puede proteger un poco más el periné.
Episiotomía no sistemática
Es
recomendable conversar con el médico sobre el uso rutinario de la episiotomía,
dado que, a partir de las últimas investigaciones, se ha comprobado que ésta no
previene desgarros, sino que, por el contrario, ella misma puede ser la
responsable de lesionar el periné.
¨
Durante
el posparto: Pueden realizarse algunos primeros
ejercicios de contracción y relajación perineal ya en los primeros días después
del parto. Pero deben ser hechos con
suavidad y no más de siete veces por vez distribuidas a lo largo del día.
Durante
las dos primeras semanas del puerperio, en las que el periné está recuperándose
de las consecuencias del estiramiento al que fue sometido en el parto, hay que
evitar las posiciones verticales de sobrecarga o cualquier esfuerzo que pueda
presionarlo. Sobre todo el que se produce al alzar objetos pesados o el
generado por la presión que le ocasionan los abdominales al contraerse
fuertemente.
Es
recomendable por lo tanto, si se realizan ejercicios abdominales, mantener
contraído todo el suelo de la pelvis mientras se los practica. También conviene
que el esfuerzo abdominal vaya efectuándose en forma progresiva hasta completar
las seis semanas posteriores al parto.
Ejercicio nº 5.
Luego, los ejercicios consistirán en contraer y relajar la musculatura perineal
como si se estuviera reteniendo y soltando alternativamente la orina, buscando
posiciones invertidas que lo liberen del peso que ejercen los órganos sobre
toda su superficie a causa de la fuerza de gravedad.
En caso de
episiotomía, una compresa fría puede calmar el dolor. Una vez cicatrizada se
puede masajear la zona afectada con aceite de almendras o alguna crema que
ayude a ir recuperando progresivamente su sensibilidad.
17 de agosto
El milagro de la vida
La dimensión espiritual
"La dimensión espiritual está relacionada con el centro coronario o Sahasrara. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras."
El milagro de nacer a otra vida
Parir es poner al mundo en movimiento al traer a él nuevos seres. En cada nacimiento se renueva la historia de la humanidad.
Pero nacer es también comenzar a morir, así como morir es, de algún modo, nacer a otra vida. El pasaje de uno a otro estado ha sido objeto de diversas interpretaciones en diferentes religiones y culturas a lo largo de la Historia de la humanidad. Y no han sido pocos los pensadores para quienes la pregunta por los orígenes y por la muerte ocupó un lugar central en sus teorías filosóficas. En nuestra cultura, sin embargo, el contacto con el tema de la muerte suele evitarse. Asociamos la idea a la enfermedad, y no disponemos de recursos para acercarnos a ella como una experiencia inherente a la vida. No existe en nuestro medio una educación para la muerte, como tampoco la hay para el nacimiento.
25 de julio
Al encuentro del otro
La dimensión afectiva
La dimensión
afectiva se relaciona con el centro cardíaco o Ananhata. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en
el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las
manos.
El corazón
simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares
han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se
conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro
pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también
representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se
nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad
y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver
su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión
del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que
surgen en nuestra vida de relación.
Durante el
embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el
trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con
el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los
amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que
construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con
sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de
la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de
brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que
estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual,
a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de
nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la
compasión.
Las
conductas respiratorias
Muchas veces, al enfrentar una situación difícil
solemos inspirar más
profundamente en forma espontánea para darnos impulso. Tomamos
aire para reunir
coraje al encarar un problema, también porque necesitamos
calmarnos si estamos
muy ansiosos o angustiados, o para enfrentar el dolor. Quiere
decir que los
motivos por los cuales alteramos la respiración son muchos y
muy diferentes, y
que podemos regularla o modificarla automáticamente en función
de las
circunstancias. Es desde esta perspectiva que planteamos el
gesto respiratorio
como conducta.
Cuando estamos “vueltas
hacia adentro”, como ocurre
durante el embarazo, abrir el chakra del corazón puede poner las
cosas en
perspectiva ya que ayuda a expandir la mirada. Llevar la
respiración desde la
zona baja a la región del centro cardíaco es beneficioso cuando
se trata de
poner una distancia saludable con el mundo de las emociones.
El encuentro con el otro
Gracias a que estamos separados y no en fusión, nos es posible encontrarnos
con otro. Un hijo es el producto de una relación con otro. Esto es lo que nos
ayuda a vivirlo como diferente. Es precisamente en el encuentro erótico y en el
deseo de un hijo —tal vez los más íntimos que existan— que esta experiencia se
materializa. Allí, en la máxima proximidad, se me revela la distancia que me
separa de mi prójimo y es en ese encuentro que reconozco lo diferente.
¿Es el amamantamiento una
elección o un deber?
Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo de mujer está preparado
para amamantar. Pero dar de mamar es una experiencia que va mucho más allá de
una función biológica, en la medida en que se juega en un escenario corporal
—el de nuestros pechos— comprometido con nuestro erotismo y nuestra sexualidad,
que involucra la relación con un otro —nuestro hijo—, que afecta nuestro
vínculo de pareja, que condiciona nuestras relaciones familiares y sociales y
nuestros compromisos laborales. Además es un proceso altamente determinado por
condiciones geográficas, socioeconómicas y culturales.
Actualmente, en los medios urbanos, las mujeres no tienen un contacto
previo directo con la experiencia de dar de mamar. A diferencia de otras
comunidades, en las que las niñas, por crecer en el seno de familias numerosas,
iban aprendiendo naturalmente el arte de amamantar, la mujer de hoy no cuenta
con ese saber transmitido por sus pares y sus mayores y, la mayoría de las
veces, necesita de una orientación y de una información que la ayuden a ir
superando las dificultades naturales que suelen presentarse.
Es común considerar que, por tratarse de un proceso natural, no vamos a
tener ningún problema. Sin embargo, muchas de nuestras conquistas culturales,
las nuevas exigencias que se nos imponen como mujeres y la falta de una
adecuada educación y acompañamiento hacen del amamantamiento un proceso
complejo. A veces la mujer no puede amamantar y eso le hace sentir culpa. Cree
que sólo a ella le pasa y que no tiene “pasta para ser madre”. O si su mamá
tampoco pudo, piensa que lo suyo es un “mal hereditario” (lo cual es un error).
También puede ocurrir que su pareja se sienta desplazada o invadida por la
presencia continua de las mamadas, o que ella trabaje todo el día y no consiga organizarse
con recursos como los de colectar su leche y almacenarla en el freezer. O que la cantidad de leche sea
insuficiente. Los casos pueden ser muy variados y la culpa no ayuda a mejorar
las cosas.
La ayuda de alguien con experiencia se hace muy necesaria. No se trata de
que nos den la receta, porque la lactancia es un proceso de dos, muy
personalizado, muy vincular, donde lo que funciona bien para una mamá no
funciona para otra. Se trata de pistas que nos orienten en algunas situaciones
difíciles.
Por otra parte, la aparición en el mercado de leches sustitutas de la
materna colocan a la mujer frente a la responsabilidad de decidir por el tipo
de alimentación a ofrecer a su cría. Es innegable la superioridad de la leche
humana sobre la artificialmente maternizada para el cachorro recién nacido,
pero ante la imposibilidad de amamantar, ya sea por motivos emocionales como
por cualquier otro tipo de limitaciones, hay que pensar que dar una mamadera
con un abrazo afectuoso puede brindarle a nuestro hijo los nutrientes más
importantes que necesita para crecer.
Si la mujer cuenta con información adecuada, podrá sentirse libre para
elegir dar o no de mamar.
Algunas campañas de organizaciones que defienden la lactancia natural
promueven el amamantar, y aunque esta promoción sea bienintencionada, genera en
las mujeres mucha presión. Sin embargo, creo en el poder de alentar y acompañar
sin obligar, sin imposiciones que cataloguen la decisión de amamantar como
“buena” o “mala” . No se puede desconocer la historia familiar, psicosexual, de
pareja, laboral o profesional ni el contexto socioeconómico en el cada mujer
vive.
En el amamantamiento no sólo se pone en juego la alimentación del hijo,
sino también el vínculo amoroso que se crea con la mamá, y ninguna relación amorosa
puede ser planteada en términos de obligación. Sin embargo, somos conscientes
del riesgo nutricional al que está expuesta gran parte de nuestra población,
por lo que nuestro desafío como profesionales es acompañar a todas las mujeres
a llevar una lactancia exitosa, que garantice también su salud psicológica al
escuchar sus posibilidades emocionales y favorecer las condiciones para que
ésta sea posible.
Algunas décadas atrás eran muy
comunes las familias numerosas, y el hecho de compartir la vivienda implicaba
que siempre hubiera una mujer amamantando. En cambio hoy, fundamentalmente en
las grandes ciudades, la experiencia del amamantamiento es más acotada, menos
espontánea y no se vive de modo tan natural, lo que muchas veces obliga a la
mujer a buscar asesoramiento.
17 de julio
El periné, que
corresponde al suelo de nuestra pelvis, constituye una parte fundamental de
este centro. Efectivamente, los yoguis siempre lo han considerado una región
energéticamente muy poderosa. Sin embargo, resulta habitual que las personas no
conozcan dónde tienen su periné. Este desconocimiento de una parte anatómica
tan fundamental puede obedecer a que su localización no resulta tan accesible a
la propia mirada, aunque es más probable que sea porque en él están alojadas
las funciones sexuales, histórica y socialmente tan reprimidas.
Esta
zona del cuerpo, que va desde el pubis hasta el coxis y que conforma el piso de
la pelvis, es la sede de nuestro aparato sexual uro-recto-genital.
Ejercicios
del periné
Teniendo en cuenta que en el trabajo de parto y
en el parto mismo nuestro periné –el suelo de nuestra pelvis– debe contar con
la flexibilidad suficiente para estirarse, pero también debe poder relajarse,
es importante tener en cuenta algunos ejercicios que pueden realizarse a lo
largo de todo el embarazo, en el trabajo de parto y en el parto.
¨ En el embarazo: Es el período en el que la
función de sostén del periné está más exigida por el natural peso que ejerce el
bebé en forma continua, lo que aumenta considerablemente el trabajo de
resistencia que estos músculos deben realizar. A su vez, por el cambio
hormonal, este tejido se vuelve menos resistente.
Para contrarrestar esta situación y lograr además que
en el momento del parto estos tejidos estén flexibles tanto para estirarse como
para relajarse, es conveniente practicar regularmente, a lo largo de todo el
embarazo, algunos ejercicios específicos. A través de ellos no sólo se obtendrá
la conciencia y un buen manejo de su funcionamiento, sino que, además, se
optimizará el placer en la experiencia sexual. He aquí una primera serie:
Ejercicio nº 1.
Flexibilización pubocoxígea: Acostada boca arriba con las rodillas flexionadas y los pies apoyados
en el suelo, contraer los músculos pubocoxígeos (entre el pubis y el coxis)
mientras se exhala, tratando de acercar el coxis al pubis. Hacerlo durante
siete segundos y, luego, relajar mientras se inspira en los siete segundos
siguientes.
Ejercicio nº 2.
Ejercicio ante el esfuerzo: Toser fuerte
teniendo contraído el periné. Adoptarlo como hábito cada vez que se efectúe
algún esfuerzo abdominal.
Ejercicio nº 3. Ejercicio de control de la micción:
Uno de los ejercicios más difundidos para controlar el funcionamiento de la
zona perineal consiste en emitir la orina de a chorritos. Si bien sirve para
localizar y manejar voluntariamente los músculos perivaginales, hacerlo varias
veces en la misma micción puede alterar el reflejo de orinar, en la medida en
que la uretra se ve obligada a reiniciar la micción cuando la vejiga ya no está
tan llena, y esto puede perturbar su mecanismo haciendo que queden restos sin
descargar que, a la larga, podrían producir infecciones urinarias. Por lo
tanto, aconsejamos practicarlo deteniéndose sólo una vez, al principio de la
micción, cuando se tienen ganas de orinar, cuidando luego de descargar
totalmente la vejiga, y no hacerlo más de una vez al día.
En realidad, se trata
de vitalizar dicha musculatura a fin de adecuar su tono, tanto para la
relajación como para la fuerza, para que en el momento del pujo se utilice de
manera consciente y activa.
¨
Durante el preparto: Como preparación para el período expulsivo, en el que el periné corre
más riesgos de deteriorarse, recomendamos:
Un masaje que lo torne más flexible, y ayude a familiarizarse
con la sensación de estiramiento. Para ello, recorrer con dos dedos juntos los
labios externos y el contorno de la vagina. Realizar un movimiento de vaivén
estirando el tejido, los músculos y la piel del periné. Evitar presionar el
orificio de la uretra para prevenir cualquier posible infección urinaria. Puede
utilizarse una crema o bien un aceite de almendras cuidando que las manos estén
bien limpias. Conviene iniciarlo seis semanas antes de la fecha probable de
parto. Se sugiere compartirlo con la pareja.
Baños de
inmersión o de asiento: Ya sea en la
bañera o haciendo un baño de asiento con agua tibia, en el período previo al
expulsivo.
Paños calientes: Un paño caliente, húmedo o seco, apoyado en el periné
también puede servir para relajar estos músculos.
¨
En el parto:
Ejercicio nº 4. Se recomienda la posición vertical, y en especial la
de cuclillas, con la que se amplía el diámetro pélvico. Además, en esta
posición el peso del apoyo de la cabecita del bebé se reparte en forma pareja,
lo cual previene desgarros perineales.
Tener en cuenta que si se está bajo efecto de la
anestesia peridural, este reflejo se verá disminuido y será necesario apelar al
pujo con respiración bloqueada, que si bien puede resultar más efectivo, genera
una excesiva presión sobre el periné.
Orientación del
pujo: Si no se ha perdido la
sensibilidad, tratar de orientar el pujo hacia adelante, es decir hacia el
periné anterior, ya que el recorrido del bebé no es recto sino curvo.
Dejar de pujar: Detener el pujo si la partera considera que en cierto
momento eso puede proteger un poco más el periné.
Episiotomía no sistemática
Es
recomendable conversar con el médico sobre el uso rutinario de la episiotomía,
dado que, a partir de las últimas investigaciones, se ha comprobado que ésta no
previene desgarros, sino que, por el contrario, ella misma puede ser la
responsable de lesionar el periné.
¨
Durante
el posparto: Pueden realizarse algunos primeros
ejercicios de contracción y relajación perineal ya en los primeros días después
del parto. Pero deben ser hechos con
suavidad y no más de siete veces por vez distribuidas a lo largo del día.
Durante
las dos primeras semanas del puerperio, en las que el periné está recuperándose
de las consecuencias del estiramiento al que fue sometido en el parto, hay que
evitar las posiciones verticales de sobrecarga o cualquier esfuerzo que pueda
presionarlo. Sobre todo el que se produce al alzar objetos pesados o el
generado por la presión que le ocasionan los abdominales al contraerse
fuertemente.
Es
recomendable por lo tanto, si se realizan ejercicios abdominales, mantener
contraído todo el suelo de la pelvis mientras se los practica. También conviene
que el esfuerzo abdominal vaya efectuándose en forma progresiva hasta completar
las seis semanas posteriores al parto.
Ejercicio nº 5.
Luego, los ejercicios consistirán en contraer y relajar la musculatura perineal
como si se estuviera reteniendo y soltando alternativamente la orina, buscando
posiciones invertidas que lo liberen del peso que ejercen los órganos sobre
toda su superficie a causa de la fuerza de gravedad.
En caso de
episiotomía, una compresa fría puede calmar el dolor. Una vez cicatrizada se
puede masajear la zona afectada con aceite de almendras o alguna crema que
ayude a ir recuperando progresivamente su sensibilidad.
17 de agosto
El milagro de la vida
La dimensión espiritual
"La dimensión espiritual está relacionada con el centro coronario o Sahasrara. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras."
El milagro de nacer a otra vida
Parir es poner al mundo en movimiento al traer a él nuevos seres. En cada nacimiento se renueva la historia de la humanidad.
Pero nacer es también comenzar a morir, así como morir es, de algún modo, nacer a otra vida. El pasaje de uno a otro estado ha sido objeto de diversas interpretaciones en diferentes religiones y culturas a lo largo de la Historia de la humanidad. Y no han sido pocos los pensadores para quienes la pregunta por los orígenes y por la muerte ocupó un lugar central en sus teorías filosóficas. En nuestra cultura, sin embargo, el contacto con el tema de la muerte suele evitarse. Asociamos la idea a la enfermedad, y no disponemos de recursos para acercarnos a ella como una experiencia inherente a la vida. No existe en nuestro medio una educación para la muerte, como tampoco la hay para el nacimiento.
25 de julio
Al encuentro del otro
La dimensión afectiva
La dimensión
afectiva se relaciona con el centro cardíaco o Ananhata. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en
el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las
manos.
El corazón
simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares
han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se
conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro
pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también
representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se
nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad
y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver
su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión
del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que
surgen en nuestra vida de relación.
Durante el
embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el
trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con
el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los
amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que
construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con
sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de
la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de
brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que
estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual,
a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de
nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la
compasión.
Las
conductas respiratorias
Muchas veces, al enfrentar una situación difícil
solemos inspirar más
profundamente en forma espontánea para darnos impulso. Tomamos
aire para reunir
coraje al encarar un problema, también porque necesitamos
calmarnos si estamos
muy ansiosos o angustiados, o para enfrentar el dolor. Quiere
decir que los
motivos por los cuales alteramos la respiración son muchos y
muy diferentes, y
que podemos regularla o modificarla automáticamente en función
de las
circunstancias. Es desde esta perspectiva que planteamos el
gesto respiratorio
como conducta.
Cuando estamos “vueltas
hacia adentro”, como ocurre
durante el embarazo, abrir el chakra del corazón puede poner las
cosas en
perspectiva ya que ayuda a expandir la mirada. Llevar la
respiración desde la
zona baja a la región del centro cardíaco es beneficioso cuando
se trata de
poner una distancia saludable con el mundo de las emociones.
El encuentro con el otro
Gracias a que estamos separados y no en fusión, nos es posible encontrarnos
con otro. Un hijo es el producto de una relación con otro. Esto es lo que nos
ayuda a vivirlo como diferente. Es precisamente en el encuentro erótico y en el
deseo de un hijo —tal vez los más íntimos que existan— que esta experiencia se
materializa. Allí, en la máxima proximidad, se me revela la distancia que me
separa de mi prójimo y es en ese encuentro que reconozco lo diferente.
¿Es el amamantamiento una
elección o un deber?
Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo de mujer está preparado
para amamantar. Pero dar de mamar es una experiencia que va mucho más allá de
una función biológica, en la medida en que se juega en un escenario corporal
—el de nuestros pechos— comprometido con nuestro erotismo y nuestra sexualidad,
que involucra la relación con un otro —nuestro hijo—, que afecta nuestro
vínculo de pareja, que condiciona nuestras relaciones familiares y sociales y
nuestros compromisos laborales. Además es un proceso altamente determinado por
condiciones geográficas, socioeconómicas y culturales.
Actualmente, en los medios urbanos, las mujeres no tienen un contacto
previo directo con la experiencia de dar de mamar. A diferencia de otras
comunidades, en las que las niñas, por crecer en el seno de familias numerosas,
iban aprendiendo naturalmente el arte de amamantar, la mujer de hoy no cuenta
con ese saber transmitido por sus pares y sus mayores y, la mayoría de las
veces, necesita de una orientación y de una información que la ayuden a ir
superando las dificultades naturales que suelen presentarse.
Es común considerar que, por tratarse de un proceso natural, no vamos a
tener ningún problema. Sin embargo, muchas de nuestras conquistas culturales,
las nuevas exigencias que se nos imponen como mujeres y la falta de una
adecuada educación y acompañamiento hacen del amamantamiento un proceso
complejo. A veces la mujer no puede amamantar y eso le hace sentir culpa. Cree
que sólo a ella le pasa y que no tiene “pasta para ser madre”. O si su mamá
tampoco pudo, piensa que lo suyo es un “mal hereditario” (lo cual es un error).
También puede ocurrir que su pareja se sienta desplazada o invadida por la
presencia continua de las mamadas, o que ella trabaje todo el día y no consiga organizarse
con recursos como los de colectar su leche y almacenarla en el freezer. O que la cantidad de leche sea
insuficiente. Los casos pueden ser muy variados y la culpa no ayuda a mejorar
las cosas.
La ayuda de alguien con experiencia se hace muy necesaria. No se trata de
que nos den la receta, porque la lactancia es un proceso de dos, muy
personalizado, muy vincular, donde lo que funciona bien para una mamá no
funciona para otra. Se trata de pistas que nos orienten en algunas situaciones
difíciles.
Por otra parte, la aparición en el mercado de leches sustitutas de la
materna colocan a la mujer frente a la responsabilidad de decidir por el tipo
de alimentación a ofrecer a su cría. Es innegable la superioridad de la leche
humana sobre la artificialmente maternizada para el cachorro recién nacido,
pero ante la imposibilidad de amamantar, ya sea por motivos emocionales como
por cualquier otro tipo de limitaciones, hay que pensar que dar una mamadera
con un abrazo afectuoso puede brindarle a nuestro hijo los nutrientes más
importantes que necesita para crecer.
Si la mujer cuenta con información adecuada, podrá sentirse libre para
elegir dar o no de mamar.
Algunas campañas de organizaciones que defienden la lactancia natural
promueven el amamantar, y aunque esta promoción sea bienintencionada, genera en
las mujeres mucha presión. Sin embargo, creo en el poder de alentar y acompañar
sin obligar, sin imposiciones que cataloguen la decisión de amamantar como
“buena” o “mala” . No se puede desconocer la historia familiar, psicosexual, de
pareja, laboral o profesional ni el contexto socioeconómico en el cada mujer
vive.
En el amamantamiento no sólo se pone en juego la alimentación del hijo,
sino también el vínculo amoroso que se crea con la mamá, y ninguna relación amorosa
puede ser planteada en términos de obligación. Sin embargo, somos conscientes
del riesgo nutricional al que está expuesta gran parte de nuestra población,
por lo que nuestro desafío como profesionales es acompañar a todas las mujeres
a llevar una lactancia exitosa, que garantice también su salud psicológica al
escuchar sus posibilidades emocionales y favorecer las condiciones para que
ésta sea posible.
Algunas décadas atrás eran muy
comunes las familias numerosas, y el hecho de compartir la vivienda implicaba
que siempre hubiera una mujer amamantando. En cambio hoy, fundamentalmente en
las grandes ciudades, la experiencia del amamantamiento es más acotada, menos
espontánea y no se vive de modo tan natural, lo que muchas veces obliga a la
mujer a buscar asesoramiento.
17 de julio
Cuando las emociones se desbaratan
La dimensión emocional
La dimensión
emocional se relaciona con el centro medio o Manipura. Este centro está localizado en la zona de la cavidad
abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su
tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y
sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el
ombligo.
Este centro está
relacionado con la vida emocional, llamada “maya”
por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la
fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los
sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen
una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los
estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas
motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le
corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del
aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos
vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones
ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las
llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó
el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de
malestares.
Emocionarse
de dolor
Como las demás emociones, la del dolor no
existe como sustancia fuera de quien la experimenta. Cuando decimos “me” duele,
nos referimos a esa experiencia que vivimos en nuestra subjetividad, que nos
sucede de manera única e incomparable a aquella que vivencia el otro.
Experiencia que, sin embargo, aprendemos culturalmente a significar a lo largo
de nuestras vidas.
El antropólogo británico Desmond Morris plantea
en La cultura del dolor: “La
experiencia del dolor está conformada por fuerzas culturales, por la potencia
del género, la religión y la clase social. Ciertos estados psicológicos y
emocionales como la culpa, el miedo la ira, la pena y la depresión lo refuerzan
y, a veces, lo crean” (p. ...). No acepta que exista una diferencia entre el dolor
físico y el mental, ya que los considera a ambos como pertenecientes a las
experiencias básicas humanas que simplemente vivimos como personas.
¿Por qué, entonces, tenemos con el dolor una
relación de tanto rechazo, aun sabiendo que muchos de los procesos de
crecimiento conllevan cierto grado de él, y que de los momentos dolorosos en
general hemos aprendido mucho de lo que somos? ¿Por qué le huimos?
Es la paradoja con la que nos enfrentamos
cuando abordamos este tema. Probablemente, agrega Morris, sea su carácter
misterioso el que lo torne temible al perturbar un mundo al que dábamos por
cierto. Quizá por ello, como humanos, necesitemos interpretarlo, darle un
significado personal, y eso nos diferenciaría, según este autor, de los demás
animales.
No es casual que el miedo al dolor sea uno de
los primeros que las mujeres confiesan experimentar frente al parto, y también
el eje sobre el que se construyeron las clásicas propuestas de preparación al
parto, como las del “parto sin temor” de G. D. Read o el “parto sin dolor” de
F. Lamaze.
Pero el dolor no es una experiencia que alguien
tenga derecho a quitarnos, es nuestra, única y subjetiva, y tendremos que
aprender a descifrarla, ya que es parte de nuestra existencia.
Para el pedagogo austríaco Ivan Illich, cada
cultura tiene su modo de afrontar el dolor, pero “la civilización médica
intenta privar el dolor de su significado personal”. Coincidimos cuando dice
que es una experiencia solitaria, intransferible. El dolor abre una pregunta,
“es el signo de algo no contestado”. Su valor consiste en poner en marcha
nuestras habilidades para enfrentarlo. Al intentar aplacarlo, “la
medicalización priva a cualquier cultura de la integración de su programa para
enfrentar el dolor”. Para Illich, entonces, es la cultura quien hace tolerable
el dolor al integrarlo en un sistema significativo. Diferencia el rol que juega
en cambio la civilización cosmopolita, que “aparta el dolor de todo contexto
subjetivo o intersubjetivo con el fin de aniquilarlo”.
A partir de las ideas que han pensado estos
autores, me pregunto por aquellas que podrían ayudarnos a comprender el papel
que el dolor desempeña en el tema que nos ocupa especialmente, el del parto.
Lo imagino como un provocador que viene a
despertarnos de nuestro letargo vital. Que nos inquieta, nos desestabiliza y
nos conmina a construir recursos para enfrentarlo.
Como en toda experiencia de pasaje a un nivel
de mayor crecimiento, desafía nuestra capacidad de crear herramientas con las
que aún no contábamos
Nos observa, sigiloso, cómo nos esforzamos
primero por evitarlo, luego por elevar nuestro umbral para no percibirlo tan
intensamente y, finalmente, por reconocer con humildad nuestra limitada
capacidad para someterlo.
Una cultura como la nuestra, tal como plantea
Illich, no sólo niega su existencia, sino que también nos provee de modelos que
nos guíen mientras lo transitamos. Así, sin prepararnos para ir a su encuentro,
nos sorprende súbitamente en algún acontecimiento de nuestra vida en el momento
mismo en que estábamos por dar un nuevo paso. Pero no, no aceptamos caernos y,
en lugar de aprender a hacerlo para que la caída no nos quiebre y poder así
levantarnos y seguir con nuestro vuelo, nos resistimos a atravesarlo y
ensayamos toda suerte de estrategias para esquivarlo y, si es posible,
aniquilarlo.
Nos vemos de golpe en medio del dolor,
extrañados por su presencia, y además nos sentimos estafados en nuestra buena
de fe, por haber creído en un mundo de puros placeres.
No quiere decir esto que nuestro destino sea
vivir revolcándonos gozosos en el dolor, procurando atravesar masoquísticamente
la mayor cantidad de situaciones sufrientes. El dolor del que hablamos es aquel
que acompaña a todo proceso de cambio, ese que se hace inevitable, al que no
podemos renunciar si queremos seguir creciendo. Y cuando pretendemos
silenciarlo, usamos las energías que necesitamos para poder disfrutar de los
placeres e intensidades.
El dolor de la vida es el que nos puede
enseñar. El que nos transforma al hacernos desarrollar las habilidades necesarias
para acompañarlo.
El dolor del parto puede convertirse en una
oportunidad para que se abra en nuestro cuerpo la pregunta que nos interpela.
Para estimularnos a desarrollar conductas, ideas, emociones y actitudes con las
que probablemente no contábamos hasta el momento. Respetémoslo, no lo
descartemos de entrada. Démosle la oportunidad de mostrarnos el camino. Aunque
no es imprescindible para que nazca nuestro hijo, puede serlo para que nazcamos
nosotras a una nueva vida.
Si
comprendemos que el dolor es parte de nuestro mundo emocional, reconoceremos
que, al suprimirlo, estaremos también inhibiendo el flujo de otras emociones y
terminaremos privándonos de aquellas que consideramos placenteras.
La dimensión
emocional se relaciona con el centro medio o Manipura. Este centro está localizado en la zona de la cavidad
abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su
tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y
sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el
ombligo.
Este centro está
relacionado con la vida emocional, llamada “maya”
por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la
fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los
sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen
una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los
estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas
motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le
corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del
aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos
vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones
ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las
llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó
el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de
malestares.
Emocionarse
de dolor
Como las demás emociones, la del dolor no
existe como sustancia fuera de quien la experimenta. Cuando decimos “me” duele,
nos referimos a esa experiencia que vivimos en nuestra subjetividad, que nos
sucede de manera única e incomparable a aquella que vivencia el otro.
Experiencia que, sin embargo, aprendemos culturalmente a significar a lo largo
de nuestras vidas.
El antropólogo británico Desmond Morris plantea
en La cultura del dolor: “La
experiencia del dolor está conformada por fuerzas culturales, por la potencia
del género, la religión y la clase social. Ciertos estados psicológicos y
emocionales como la culpa, el miedo la ira, la pena y la depresión lo refuerzan
y, a veces, lo crean” (p. ...). No acepta que exista una diferencia entre el dolor
físico y el mental, ya que los considera a ambos como pertenecientes a las
experiencias básicas humanas que simplemente vivimos como personas.
¿Por qué, entonces, tenemos con el dolor una
relación de tanto rechazo, aun sabiendo que muchos de los procesos de
crecimiento conllevan cierto grado de él, y que de los momentos dolorosos en
general hemos aprendido mucho de lo que somos? ¿Por qué le huimos?
Es la paradoja con la que nos enfrentamos
cuando abordamos este tema. Probablemente, agrega Morris, sea su carácter
misterioso el que lo torne temible al perturbar un mundo al que dábamos por
cierto. Quizá por ello, como humanos, necesitemos interpretarlo, darle un
significado personal, y eso nos diferenciaría, según este autor, de los demás
animales.
No es casual que el miedo al dolor sea uno de
los primeros que las mujeres confiesan experimentar frente al parto, y también
el eje sobre el que se construyeron las clásicas propuestas de preparación al
parto, como las del “parto sin temor” de G. D. Read o el “parto sin dolor” de
F. Lamaze.
Pero el dolor no es una experiencia que alguien
tenga derecho a quitarnos, es nuestra, única y subjetiva, y tendremos que
aprender a descifrarla, ya que es parte de nuestra existencia.
Para el pedagogo austríaco Ivan Illich, cada
cultura tiene su modo de afrontar el dolor, pero “la civilización médica
intenta privar el dolor de su significado personal”. Coincidimos cuando dice
que es una experiencia solitaria, intransferible. El dolor abre una pregunta,
“es el signo de algo no contestado”. Su valor consiste en poner en marcha
nuestras habilidades para enfrentarlo. Al intentar aplacarlo, “la
medicalización priva a cualquier cultura de la integración de su programa para
enfrentar el dolor”. Para Illich, entonces, es la cultura quien hace tolerable
el dolor al integrarlo en un sistema significativo. Diferencia el rol que juega
en cambio la civilización cosmopolita, que “aparta el dolor de todo contexto
subjetivo o intersubjetivo con el fin de aniquilarlo”.
A partir de las ideas que han pensado estos
autores, me pregunto por aquellas que podrían ayudarnos a comprender el papel
que el dolor desempeña en el tema que nos ocupa especialmente, el del parto.
Lo imagino como un provocador que viene a
despertarnos de nuestro letargo vital. Que nos inquieta, nos desestabiliza y
nos conmina a construir recursos para enfrentarlo.
Como en toda experiencia de pasaje a un nivel
de mayor crecimiento, desafía nuestra capacidad de crear herramientas con las
que aún no contábamos
Nos observa, sigiloso, cómo nos esforzamos
primero por evitarlo, luego por elevar nuestro umbral para no percibirlo tan
intensamente y, finalmente, por reconocer con humildad nuestra limitada
capacidad para someterlo.
Una cultura como la nuestra, tal como plantea
Illich, no sólo niega su existencia, sino que también nos provee de modelos que
nos guíen mientras lo transitamos. Así, sin prepararnos para ir a su encuentro,
nos sorprende súbitamente en algún acontecimiento de nuestra vida en el momento
mismo en que estábamos por dar un nuevo paso. Pero no, no aceptamos caernos y,
en lugar de aprender a hacerlo para que la caída no nos quiebre y poder así
levantarnos y seguir con nuestro vuelo, nos resistimos a atravesarlo y
ensayamos toda suerte de estrategias para esquivarlo y, si es posible,
aniquilarlo.
Nos vemos de golpe en medio del dolor,
extrañados por su presencia, y además nos sentimos estafados en nuestra buena
de fe, por haber creído en un mundo de puros placeres.
No quiere decir esto que nuestro destino sea
vivir revolcándonos gozosos en el dolor, procurando atravesar masoquísticamente
la mayor cantidad de situaciones sufrientes. El dolor del que hablamos es aquel
que acompaña a todo proceso de cambio, ese que se hace inevitable, al que no
podemos renunciar si queremos seguir creciendo. Y cuando pretendemos
silenciarlo, usamos las energías que necesitamos para poder disfrutar de los
placeres e intensidades.
El dolor de la vida es el que nos puede
enseñar. El que nos transforma al hacernos desarrollar las habilidades necesarias
para acompañarlo.
El dolor del parto puede convertirse en una
oportunidad para que se abra en nuestro cuerpo la pregunta que nos interpela.
Para estimularnos a desarrollar conductas, ideas, emociones y actitudes con las
que probablemente no contábamos hasta el momento. Respetémoslo, no lo
descartemos de entrada. Démosle la oportunidad de mostrarnos el camino. Aunque
no es imprescindible para que nazca nuestro hijo, puede serlo para que nazcamos
nosotras a una nueva vida.
Si
comprendemos que el dolor es parte de nuestro mundo emocional, reconoceremos
que, al suprimirlo, estaremos también inhibiendo el flujo de otras emociones y
terminaremos privándonos de aquellas que consideramos placenteras.
El dolor en el parto, de un extremo al
otro
“Yo
podría soportar el dolor hasta un determinado punto, pero creo que no voy a ser
hábil para pujar; necesitaría una anestesia para poder colaborar más en el
trabajo de parto, para poder disfrutarlo más.”
“Querría que me dieran anestesia, sin tener experiencia y
sin saber si lo voy a soportar o no; me da la tranquilidad de que voy a
disfrutar más del momento.”
“Nunca tuve situaciones de dolor muy grande, pero no sé por
qué mi intuición me dice que voy a terminar con una peridural.”
Hay mujeres que no
consideran importante vivir la experiencia del momento del nacimiento de una
manera consciente y activa. En sus fantasías no aparece en ningún momento la
expectativa de que el parto les devele algo nuevo de sí mismas, o que el
misterioso dolor les deje a su paso algún aprendizaje. Menos aún algo que
puedan llegar a disfrutar. Para muchas, el parto es un trance que hay que
superar y no algo para gozar, lo ven como intrascendente en la vida y en la
historia sexual de una pareja.
La experiencia de
parir ha quedado polarizada: en un extremo, la desesperación por el dolor y la
soledad, el martirio, vivido tal vez como el castigo por el placer obtenido
sexualmente en el momento de concebir; y en el otro extremo, el silenciamiento
y la anestesia de todas las emociones y sensaciones de plenitud que puedan
surgir en ese momento. No hay una experiencia intermedia que permita a la mujer
integrar el dolor y, al mismo tiempo, expresar la satisfacción que genera el
ser protagonista de las sensaciones por las que el cuerpo atraviesa, hora a
hora, minuto a minuto, en el proceso de parto, al separarse de su hijo.
Cuando se pusieron de
moda el “parto sin dolor” y el “parto sin temor”, se publicaban imágenes en las
que se veía a mujeres sonriendo en su trabajo de parto y que daban cuenta de la
contradicción entre el discurso bíblico “parirás con dolor como un castigo” y
el nuevo mandato de no expresar el dolor.
Pero el dolor
durante el parto, en lugar de anunciar una enfermedad, significa que nuestro
hijo está naciendo. Esta connotación cambia su percepción en forma radical: es
un dolor saludable, que indica que el bebé está atravesando exitosamente el
canal de parto. Es un dolor que, aunque podamos vivirlo de diferentes maneras,
se siente pero no se sufre.
Lo que ocurre es que
nuestras creencias determinan nuestras conductas, y hoy el discurso tecnológico
del parto se ha convertido casi en un mandato a seguir.
Por otra parte, la
falta de conocimiento y/o de referencias sobre las posibilidades de partos
fisiológicos vuelven muy difícil, para determinada población, imaginar esta
experiencia sin la administración de químicos que le supriman cualquier tipo de
sensación.
En la vida hay
dolores que, por lo que representan, se tornan disfrutables y producen cierto
nexo con el placer. Cuando hacemos un trabajo corporal, por ejemplo un
estiramiento, percibimos que el músculo se está elongando y por eso duele, pero
al mismo tiempo sentimos placer: sabemos que está produciéndose una
transformación en el cuerpo y lo disfrutamos, porque sentimos que es un dolor
positivo.
Si pudiéramos
internarnos en este tipo de experiencias, identificaríamos diferentes tipos de
dolor ante los que reaccionaríamos de distinta manera. Algunos pueden actuar
como señales de alarma para que efectuemos un cambio, como ocurre cuando
cambiamos de posición por otra mas cómoda al dormir; otros pueden actuar como
desafíos a nuestra capacidad de tolerarlo, como ciertos esfuerzos físicos,
progresivamente más difíciles de alcanzar; otros nos proponen explorarlos en su
expresión más sutil para aprender a manejarlos, y están esos dolores que, por
familiares o revisitados, van elevando nuestro umbral para percibirlos y nos
permiten intensificar cada vez más nuestra exposición a su acción.
Cuando el dolor es
constante durante mucho tiempo, nuestras defensas van bajando y no podemos
resistirlo. Por eso, lo ideal sería que pudiéramos estar atentas y observar qué
tipo de dolor sentimos, cuál es nuestro estado emocional al vivirlo, en qué
contexto éste se produce, de qué momento de nuestra vida se trata y, sobre
todo, qué interpretación le damos. Cuán esperable es dentro del ámbito en el
que nos movemos. Es que el dolor es algo que tiene mucho que ver con lo
cultural.
En cuanto a aquel de
parto, también se halla sujeto a estas condiciones. Resulta siempre subjetivo,
no medible en volumen ni en peso, y su percepción varía según la mujer y su
experiencia. Habrá algunas mujeres que dicen no haber sentido dolor, pero no es
lo que aparece como relato, dentro de nuestra cultura, con mayor frecuencia.
“Cada parto fue distinto. En el primero, no tenía
contracciones muy marcadas. Sí picos de dolor, pero no tenía los descansos.
Fueron muchas las horas de dolor permanente, constante, y yo necesitaba que se
terminara. En cambio en el último, el dolor fue muy rítmico, venía y yo sabía
que un ratito después iba a tener un respiro. Era cuestión de atravesar ese
momento.”
“Las contracciones que más dolieron fueron las últimas.
Sentía que había una presión hacia abajo, después pasaron unos quince minutos y
fue aflojando... Traté de relajarme y respirar; pensaba en la beba, en que ella
pudiera ir haciendo su camino.”
“Una puede atravesar naturalmente la contracción aunque
sienta mucho dolor. Yo voy a hacer todo lo que pueda.”
“Me encantaría hacer todo el parto sin ninguna anestesia, y
voy a ir con la mejor intención. Pero si veo que el dolor interfiere con la
posibilidad de pujar o con tener un parto mejor, o que retarda el nacimiento
del bebé, entonces quiero usarla.”
Es fundamental el
entorno con el que se cuenta mientras se siente el dolor. No es lo mismo estar
con alguien que nos esté acompañando hacia un parto natural, que nos dé aliento
y nos proporcione recursos corporales, respiratorios, imaginativos, cognitivos
y de todo tipo, que estar frente a alguien que diga: “Cuando necesites
anestesia, avisáme, que igual ya está el anestesista”. Esto nos dejará más
pendientes de la forma de suprimir el dolor, y menos de cómo generar recursos
propios. Y es que pondremos tanta expectativa en la llegada del médico o el
anestesista, que nos perderemos de vista a nosotras mismas y olvidaremos que
contamos con esos recursos. O peor aún, cuando al conversar con el médico sobre
nuestra preferencia de que no nos administren la peridural, éste nos responde: “Ya
vas a ver cómo me la vas a pedir”.
Lamentablemente, hoy
no hay muchos equipos que acompañen fisiológicamente el parto. Algunos años
atrás, la mayoría de las mujeres pasábamos por la experiencia del parto sin
usar anestesia. Es probable que lo hayamos hecho porque no había a nuestro
alrededor tanta presión para hacer uso de ella como ocurre actualmente. Muchas
veces, tengo la oportunidad de hablar con los médicos obstetras sobre los
motivos para un índice tan alto en el uso de la periduaral y la respuesta es
que se encuentran con pocas mujeres que se inclinen por el parto fisiológico.
Algunas personas
ponen el cuerpo de un modo y otras de otro modo. Pero lo cierto es que si no
queremos recurrir a una anestesia, tenemos que estar dispuestas a atravesar una
cuota de dolor quizá más alta. Algunas aceptan transitarlo y lo hacen con una
actitud activa: respirando, emitiendo sonidos, cambiando de posiciones, porque
es muy difícil sostenerlo sin hacer nada.
Lo importante es hacer
una buena preparación que incluya el conocimiento del propio cuerpo, así como
reflexionar, participar de conversaciones sobre el tema y ver imágenes de
distintos tipos partos, ya que de ese modo lograremos transformar el miedo a lo
desconocido en un temor más manejable. Tal vez no podamos suprimir el dolor,
pero construiremos con él una relación diferente. Proponemos no pelearnos con
el dolor, sino aceptarlo como parte de la situación, como una experiencia que
tenemos derecho a vivir, y enfrentarlo de acuerdo con nuestras posibilidades. Algunas
mujeres necesitarán analgésicos, otras anestésicos y otras nada de eso. Y si
alguien dice: “Yo quiero sí o sí tenerlo con peridural”, tiene que poder
hacerlo sin sentirse culpable por eso.
La idea es no ser
pasivas frente al dolor, sentir que está, pero que podremos manejarnos,
comunicarnos y relacionarnos con él. Es decir, modificar sustancialmente
nuestro vínculo con el dolor.
Hay que saber que la
contracción no es eterna, sino que como máximo dura un minuto y luego viene un
período de recuperación para poder enfrentar la siguiente. Podemos y tenemos
todo el derecho de decir “no estoy dispuesta a hacer ese trabajo, no quiero, es
un trabajo que me demanda una energía que hoy no tengo posibilidades de poner
en este dolor”, pero en este caso perderemos de vista que ese dolor podría
enriquecernos como personas y trasformarnos. Y de eso se trata, de ver qué
ventaja podemos sacar de él como experiencia de vida, en la medida en que no
nos inhabilite para pujar o para ser eficientes en nuestro trabajo.
Es importante saber
si la necesidad de la anestesia que a veces las mujeres expresan es
verdaderamente una necesidad propia, o es, quizá, producto del manejo que se
hace sobre el tema dentro del sistema actual de atención médica del parto.
La hipertecnologización
de la obstetricia desconoce que pretender suprimir el dolor acarrea el riesgo
de suprimir también el placer, y todas las emociones que acompañan ese proceso.
Los siguientes son
algunos de los riesgos y recomendaciones a tener en cuenta a la hora de decidir
por una anestesia peridural. Si bien su administración, hoy en día, ocasiona
muy pocos peligros para la mamá y para el bebé, éstos no deben minimizarse:
Riesgos
¨
El más frecuente es la hipotensión. Para
evitarlo, sería conveniente no acostarse sobre la espalda.
¨
También puede producir incontinencia
urinaria. Se recomienda practicar los ejercicios Kegel, descriptos en el
capítulo 2, antes y después del parto.
¨
También suele provocar temblores y
picazón en la cara o el cuello, y más frecuentemente náuseas y hasta vómitos.
¨
A algunas mujeres les provoca dolor de
espalda en el posparto como consecuencia de haberse mantenido acostadas durante
muchas horas.
¨
Aunque el porcentaje de riesgos para el
bebé es bajo, su administración puede afectar levemente los latidos así como
debilitar su reflejo de succión en los primeros momentos inmediatamente después
del parto.
Recomendaciones
¨
En caso de necesitar utilizarla, sería
conveniente esperar hasta los 5 cm de dilatación, ya que por debajo de esa
cifra se incrementa la probabilidad de terminar en cesárea.
¨
Evitar la posición acostada.
¨
Comenzar a pujar sólo cuando la cabeza
del bebé ya esté asomando.
¨
Tratar de mantenerse concentrada en la
experiencia del nacimiento a pesar de no sentir dolor.
¨
Solicitar en lo posible una dosis
mínima.
“Yo
podría soportar el dolor hasta un determinado punto, pero creo que no voy a ser
hábil para pujar; necesitaría una anestesia para poder colaborar más en el
trabajo de parto, para poder disfrutarlo más.”
“Querría que me dieran anestesia, sin tener experiencia y
sin saber si lo voy a soportar o no; me da la tranquilidad de que voy a
disfrutar más del momento.”
“Nunca tuve situaciones de dolor muy grande, pero no sé por
qué mi intuición me dice que voy a terminar con una peridural.”
Hay mujeres que no
consideran importante vivir la experiencia del momento del nacimiento de una
manera consciente y activa. En sus fantasías no aparece en ningún momento la
expectativa de que el parto les devele algo nuevo de sí mismas, o que el
misterioso dolor les deje a su paso algún aprendizaje. Menos aún algo que
puedan llegar a disfrutar. Para muchas, el parto es un trance que hay que
superar y no algo para gozar, lo ven como intrascendente en la vida y en la
historia sexual de una pareja.
La experiencia de
parir ha quedado polarizada: en un extremo, la desesperación por el dolor y la
soledad, el martirio, vivido tal vez como el castigo por el placer obtenido
sexualmente en el momento de concebir; y en el otro extremo, el silenciamiento
y la anestesia de todas las emociones y sensaciones de plenitud que puedan
surgir en ese momento. No hay una experiencia intermedia que permita a la mujer
integrar el dolor y, al mismo tiempo, expresar la satisfacción que genera el
ser protagonista de las sensaciones por las que el cuerpo atraviesa, hora a
hora, minuto a minuto, en el proceso de parto, al separarse de su hijo.
Cuando se pusieron de
moda el “parto sin dolor” y el “parto sin temor”, se publicaban imágenes en las
que se veía a mujeres sonriendo en su trabajo de parto y que daban cuenta de la
contradicción entre el discurso bíblico “parirás con dolor como un castigo” y
el nuevo mandato de no expresar el dolor.
Pero el dolor
durante el parto, en lugar de anunciar una enfermedad, significa que nuestro
hijo está naciendo. Esta connotación cambia su percepción en forma radical: es
un dolor saludable, que indica que el bebé está atravesando exitosamente el
canal de parto. Es un dolor que, aunque podamos vivirlo de diferentes maneras,
se siente pero no se sufre.
Lo que ocurre es que
nuestras creencias determinan nuestras conductas, y hoy el discurso tecnológico
del parto se ha convertido casi en un mandato a seguir.
Por otra parte, la
falta de conocimiento y/o de referencias sobre las posibilidades de partos
fisiológicos vuelven muy difícil, para determinada población, imaginar esta
experiencia sin la administración de químicos que le supriman cualquier tipo de
sensación.
En la vida hay
dolores que, por lo que representan, se tornan disfrutables y producen cierto
nexo con el placer. Cuando hacemos un trabajo corporal, por ejemplo un
estiramiento, percibimos que el músculo se está elongando y por eso duele, pero
al mismo tiempo sentimos placer: sabemos que está produciéndose una
transformación en el cuerpo y lo disfrutamos, porque sentimos que es un dolor
positivo.
Si pudiéramos
internarnos en este tipo de experiencias, identificaríamos diferentes tipos de
dolor ante los que reaccionaríamos de distinta manera. Algunos pueden actuar
como señales de alarma para que efectuemos un cambio, como ocurre cuando
cambiamos de posición por otra mas cómoda al dormir; otros pueden actuar como
desafíos a nuestra capacidad de tolerarlo, como ciertos esfuerzos físicos,
progresivamente más difíciles de alcanzar; otros nos proponen explorarlos en su
expresión más sutil para aprender a manejarlos, y están esos dolores que, por
familiares o revisitados, van elevando nuestro umbral para percibirlos y nos
permiten intensificar cada vez más nuestra exposición a su acción.
Cuando el dolor es
constante durante mucho tiempo, nuestras defensas van bajando y no podemos
resistirlo. Por eso, lo ideal sería que pudiéramos estar atentas y observar qué
tipo de dolor sentimos, cuál es nuestro estado emocional al vivirlo, en qué
contexto éste se produce, de qué momento de nuestra vida se trata y, sobre
todo, qué interpretación le damos. Cuán esperable es dentro del ámbito en el
que nos movemos. Es que el dolor es algo que tiene mucho que ver con lo
cultural.
En cuanto a aquel de
parto, también se halla sujeto a estas condiciones. Resulta siempre subjetivo,
no medible en volumen ni en peso, y su percepción varía según la mujer y su
experiencia. Habrá algunas mujeres que dicen no haber sentido dolor, pero no es
lo que aparece como relato, dentro de nuestra cultura, con mayor frecuencia.
“Cada parto fue distinto. En el primero, no tenía
contracciones muy marcadas. Sí picos de dolor, pero no tenía los descansos.
Fueron muchas las horas de dolor permanente, constante, y yo necesitaba que se
terminara. En cambio en el último, el dolor fue muy rítmico, venía y yo sabía
que un ratito después iba a tener un respiro. Era cuestión de atravesar ese
momento.”
“Las contracciones que más dolieron fueron las últimas.
Sentía que había una presión hacia abajo, después pasaron unos quince minutos y
fue aflojando... Traté de relajarme y respirar; pensaba en la beba, en que ella
pudiera ir haciendo su camino.”
“Una puede atravesar naturalmente la contracción aunque
sienta mucho dolor. Yo voy a hacer todo lo que pueda.”
“Me encantaría hacer todo el parto sin ninguna anestesia, y
voy a ir con la mejor intención. Pero si veo que el dolor interfiere con la
posibilidad de pujar o con tener un parto mejor, o que retarda el nacimiento
del bebé, entonces quiero usarla.”
Es fundamental el
entorno con el que se cuenta mientras se siente el dolor. No es lo mismo estar
con alguien que nos esté acompañando hacia un parto natural, que nos dé aliento
y nos proporcione recursos corporales, respiratorios, imaginativos, cognitivos
y de todo tipo, que estar frente a alguien que diga: “Cuando necesites
anestesia, avisáme, que igual ya está el anestesista”. Esto nos dejará más
pendientes de la forma de suprimir el dolor, y menos de cómo generar recursos
propios. Y es que pondremos tanta expectativa en la llegada del médico o el
anestesista, que nos perderemos de vista a nosotras mismas y olvidaremos que
contamos con esos recursos. O peor aún, cuando al conversar con el médico sobre
nuestra preferencia de que no nos administren la peridural, éste nos responde: “Ya
vas a ver cómo me la vas a pedir”.
Lamentablemente, hoy
no hay muchos equipos que acompañen fisiológicamente el parto. Algunos años
atrás, la mayoría de las mujeres pasábamos por la experiencia del parto sin
usar anestesia. Es probable que lo hayamos hecho porque no había a nuestro
alrededor tanta presión para hacer uso de ella como ocurre actualmente. Muchas
veces, tengo la oportunidad de hablar con los médicos obstetras sobre los
motivos para un índice tan alto en el uso de la periduaral y la respuesta es
que se encuentran con pocas mujeres que se inclinen por el parto fisiológico.
Algunas personas
ponen el cuerpo de un modo y otras de otro modo. Pero lo cierto es que si no
queremos recurrir a una anestesia, tenemos que estar dispuestas a atravesar una
cuota de dolor quizá más alta. Algunas aceptan transitarlo y lo hacen con una
actitud activa: respirando, emitiendo sonidos, cambiando de posiciones, porque
es muy difícil sostenerlo sin hacer nada.
Lo importante es hacer
una buena preparación que incluya el conocimiento del propio cuerpo, así como
reflexionar, participar de conversaciones sobre el tema y ver imágenes de
distintos tipos partos, ya que de ese modo lograremos transformar el miedo a lo
desconocido en un temor más manejable. Tal vez no podamos suprimir el dolor,
pero construiremos con él una relación diferente. Proponemos no pelearnos con
el dolor, sino aceptarlo como parte de la situación, como una experiencia que
tenemos derecho a vivir, y enfrentarlo de acuerdo con nuestras posibilidades. Algunas
mujeres necesitarán analgésicos, otras anestésicos y otras nada de eso. Y si
alguien dice: “Yo quiero sí o sí tenerlo con peridural”, tiene que poder
hacerlo sin sentirse culpable por eso.
La idea es no ser
pasivas frente al dolor, sentir que está, pero que podremos manejarnos,
comunicarnos y relacionarnos con él. Es decir, modificar sustancialmente
nuestro vínculo con el dolor.
Hay que saber que la
contracción no es eterna, sino que como máximo dura un minuto y luego viene un
período de recuperación para poder enfrentar la siguiente. Podemos y tenemos
todo el derecho de decir “no estoy dispuesta a hacer ese trabajo, no quiero, es
un trabajo que me demanda una energía que hoy no tengo posibilidades de poner
en este dolor”, pero en este caso perderemos de vista que ese dolor podría
enriquecernos como personas y trasformarnos. Y de eso se trata, de ver qué
ventaja podemos sacar de él como experiencia de vida, en la medida en que no
nos inhabilite para pujar o para ser eficientes en nuestro trabajo.
Es importante saber
si la necesidad de la anestesia que a veces las mujeres expresan es
verdaderamente una necesidad propia, o es, quizá, producto del manejo que se
hace sobre el tema dentro del sistema actual de atención médica del parto.
La hipertecnologización
de la obstetricia desconoce que pretender suprimir el dolor acarrea el riesgo
de suprimir también el placer, y todas las emociones que acompañan ese proceso.
Los siguientes son
algunos de los riesgos y recomendaciones a tener en cuenta a la hora de decidir
por una anestesia peridural. Si bien su administración, hoy en día, ocasiona
muy pocos peligros para la mamá y para el bebé, éstos no deben minimizarse:
Riesgos
¨
El más frecuente es la hipotensión. Para
evitarlo, sería conveniente no acostarse sobre la espalda.
¨
También puede producir incontinencia
urinaria. Se recomienda practicar los ejercicios Kegel, descriptos en el
capítulo 2, antes y después del parto.
¨
También suele provocar temblores y
picazón en la cara o el cuello, y más frecuentemente náuseas y hasta vómitos.
¨
A algunas mujeres les provoca dolor de
espalda en el posparto como consecuencia de haberse mantenido acostadas durante
muchas horas.
¨
Aunque el porcentaje de riesgos para el
bebé es bajo, su administración puede afectar levemente los latidos así como
debilitar su reflejo de succión en los primeros momentos inmediatamente después
del parto.
Recomendaciones
¨
En caso de necesitar utilizarla, sería
conveniente esperar hasta los 5 cm de dilatación, ya que por debajo de esa
cifra se incrementa la probabilidad de terminar en cesárea.
¨
Evitar la posición acostada.
¨
Comenzar a pujar sólo cuando la cabeza
del bebé ya esté asomando.
¨
Tratar de mantenerse concentrada en la
experiencia del nacimiento a pesar de no sentir dolor.
¨
Solicitar en lo posible una dosis
mínima.
10 de julio
Mitos en torno a la sexualidad de la mujer embarazada
Para las
mujeres que habitualmente disfrutan de su cuerpo y que están
más en contacto
con sus sensaciones, el embarazo brinda una oportunidad de
gozar su sexualidad
ya que despierta aun más sus capacidades sensibles.
Pero tomando
la sexualidad en un sentido relacional, hay parejas muy
inhibidas durante esta
etapa: hombres que no se sienten atraídos por sus mujeres en
este estado o que
están muy poco motivados sexualmente, y también mujeres que
frente a un hombre
algo intimidado se tornan más deseosas y con mayor iniciativa,
lo cual da lugar
a un juego de roles complementarios. Hasta ocurre que algunos
varones presentan
episodios de impotencia y de disfunciones erectivas durante el
embarazo de su
compañera porque sienten la potencia y el poder de ella en
disparidad con los
propios, y recién consiguen recuperar su capacidad eréctil en
el posparto,
cuando ellas se encuentran agobiadas por el trabajo de atender
al bebé y con
ojeras debido a la falta de sueño.
Hay preguntas
que muchas veces ni el médico obstetra se ha atrevido a
enfrentar abiertamente.
Por ejemplo, si se lo consulta por la restricción o no de las
relaciones
sexuales, en caso de que sean contraindicadas nunca se
puntualiza cuál de las
prácticas sexuales es específicamente alcanzada por dicha
restricción. De ahí
que muchas veces las parejas terminan renunciando incluso
hasta al contacto.
El afán puesto
en un buen desarrollo del trabajo de parto y en la atención
del recién nacido
hace desviar la mirada de la relación de la futura madre con
el futuro padre, y
del fortalecimiento del vínculo de la pareja como el mejor
sostenedor en la
construcción de la nueva familia. Como si una vez cumplido su
cometido como
reproductora y mantenedora de la especie, la sexualidad
debiera replegarse
hasta encontrar nuevamente una vía de expresión aceptada y
privilegiada a
través de otra concepción.
El
hecho de que no se la prestigie como debiera tal vez
obedezca a que su
ejercicio durante el embarazo pone en evidencia su
independencia de lo
reproductivo y deja al descubierto su importancia para el
intercambio del
placer entre un hombre y una mujer. Cuesta entonces
comprender al embarazo como
la mayor manifestación de la sexualidad de una pareja, y a
ésta compartiendo el
ámbito de lo materno.
Aparecen los
mitos de la mujer embarazada semivirgen, asexuada,
convalidados hasta hace muy
poco por una moda de ropa casi infantil, inocente, que en
lugar de resaltar las
nuevas ondulaciones se empeñaba en ocultarlas tras un mono. Ni
siquiera se
veían fotos en revistas o películas que ayudaran a construir
una imagen de
mujer sexual como las que podían verse en cualquier escena
erótica. Y si
alguien se atrevía a encontrarla atractiva, desnudando
fantasías debajo de
júmperes grandes como carpas y de retratos de románticas
imágenes sobre una
mecedora, se lo consideraba un perverso sexual. Para las
embarazadas sólo
quedaba la ternura, el afecto, los antojos, los dulces, los
mimos, las
concesiones, los privilegios. Como me dijo una vez una
embarazada: “¿Y con la
calentura qué?”.
Si revisamos
algo de la fisiología durante la gestación, nos encontramos
con una excitación
aumentada por la vasodilatación de la pelvis, un incremento de
la lubricación
vaginal a partir del tercer mes, un mayor desarrollo de la
llamada plataforma
orgásmica debida a una mayor vascularización de la zona, la
aparición de
orgasmos múltiples aun cuando antes no se hubieran
manifestado, y hasta una
carga sexual constante, que mantiene vivo el deseo todavía
después de la etapa
de resolución del orgasmo, ya que la descarga es más lenta y
no alivia tan
eficazmente la tensión.
Si todo esto
está sucediendo en el cuerpo de la mujer, ¿por qué será que
muchas no sienten
deseo, o lo ven disminuido, especialmente en el primer y
tercer trimestres?
Estamos
nuevamente frente a un fenómeno en el que todos los factores
intervienen
simultáneamente, ya que además de las condiciones arriba
mencionadas existen
circunstancias que inhiben el deseo, como los típicos síntomas
de los primeros
meses: aumento del sueño, fatiga, sensación de náuseas,
adaptación al nuevo
esquema corporal con las emociones que esto despierta, el no
encontrar la
posición adecuada para hacer el amor, la necesidad de
replegarse sobre sí
misma, y los cambios humorales causados por la impregnación
hormonal.
Por otro lado,
a la mujer le cuesta conciliar su nueva imagen de madre con la
de una mujer
deseante. En su fantasía infantil, las madres no tienen,
actividad sexual.
También
el hombre vive momentos de cambio. Se enfrenta con su
paternidad, con sus
miedos; se siente a veces excluido de esa relación corporal
tan estrecha entre
su hijo y su mujer y no sabe cómo incluirse. Teme que la
penetración del pene
en la vagina pueda dañar al bebé o desencadenar en su mujer
el trabajo de
parto; se asusta de sus propias sensaciones si descubre el
erotismo en la
maternidad de ella. Se pregunta si no afectará su sexualidad
presenciar el
parto de su mujer durante el nacimiento de su hijo. Se
encuentra frente a un
cuerpo distinto, al que desea, pero a la vez al que teme
recorrer, probablemente
porque, con su carácter maternal, le despierte fantasías
edípicas que lo
angustian.
Hombre y mujer
atraviesan una crisis que, entendida como riesgo y oportunidad
al mismo tiempo,
los enfrenta con la posibilidad de enriquecer la sexualidad
que tenían hasta
entonces. Es el momento de ampliar las posibilidades de
contacto, de recuperar
zonas de pacer olvidadas, o tal vez desconocidas, de probar
nuevas vías de
gratificación (con la boca, con las manos o en otras
posiciones). El ya
innecesario cuidado anticonceptivo también es un factor que
predispone a un
encuentro sexual más espontáneo.
Las
dificultades y hasta las posibles contraindicaciones médicas
para un coito con
penetración pene-vagina pueden transformarse en un verdadero
desafío para la
creatividad de los dos. También lo es encontrar posiciones
coitales en las que
se pueda regular la profundidad de la penetración.
Descontraer la
pelvis y ondular las caderas está facilitado ahora por la
relaxina (hormona que
flexibiliza las articulaciones atendiendo las necesidades del
parto) y es una
buena oportunidad para desplegar en el juego sexual.
El aumento en
el tamaño de los pechos es para muchas parejas fuente de
excitación, aun cuando
en el momento del orgasmo puede observarse una pérdida
involuntaria del control
de leche, una evidencia más de lo enlazados que están los
procesos de ser
mujer-madre y mujer-sexual. En muy poco tiempo el hijo de
ambos adquirirá otra
presencia y traerá sus demandas, exigirá un tiempo que antes
sólo les
pertenecía a los dos; el espacio se inundará de nuevos olores,
nuevos sonidos,
tal vez de algunas renuncias, o simplemente postergaciones.
Pero más allá de
cuarentenas y sueños mal dormidos, papá y mamá, hombre y
mujer, defenderán ese
espacio que aprendieron a conquistar durante los nueve meses
de embarazo, y lo
preservarán, seguros de transmitir a la prole, con la unión de
sus cuerpos, el
deseo y el amor por la intimidad.
El orgasmo durante el embarazo
Estadísticamente,
no todas las mujeres han
experimentado un orgasmo, pero no es que no puedan sentirlo.
Quizás no lo hayan
alcanzado, pero estén cerca, y podrían alcanzarlo en la medida
en que empezaran
a sentirse, a percibir y a conocer más el funcionamiento de
sus cuerpos.
El orgasmo
femenino es una respuesta refleja
a un estímulo que puede tener distintos orígenes, tanto
psicológicos,
fisiológicos, como específicamente mecánicos. Para que una
mujer experimente un
orgasmo, más allá de contar con condiciones emocionales
favorables, en general
hace falta una estimulación directa o indirecta en su
clítoris, órgano que por
lo general le es poco conocido y del que no se habla
demasiado. No hay obstetra
o ginecólogo que revise el clítoris, nadie se ocupa de él pues
no tiene una
función reproductiva, sino sólo una función para el placer. Ni
siquiera entra
en la educación sexual cuando les contamos a nuestros hijos
acerca de cómo son
los aparatos genitales femenino y masculino.
Es justamente
por ese desconocimiento que muchas mujeres plantean
dificultades para alcanzar
un orgasmo y relatan haberlo tenido por primera vez durante el
embarazo. Es
que, al tener más sensaciones, muchas incrementan su
curiosidad y descubren así
sus genitales, los tocan, se autoestimulan y de este modo
llegan a un orgasmo.
Otro motivo es
que al haber reducido la cantidad de relaciones sexuales con
penetración por
temor de lastimar al bebé, de alguna manera ha habido más
juego y estimulación
directa clitoridiana. Además esta exploración les ha permitido
descubrir y
ajustar los tiempos con la pareja, así como los ritmos, la
regularidad del
estímulo y los tipos de toque que predisponen a un orgasmo. A
esto se le suma
que en este período existe una mayor predisposición para la
plataforma
orgásmica (es decir, las condiciones fisiológicas necesarias
para que éste
ocurra).
Sería
interesante que la mujer pudiera aprovechar este momento para
explorar otros
modos de vincularse sexualmente, con más caricias, más
estimulación, o quizás
no más, pero sí diferente de aquella que tenían regularmente.
Para las
mujeres que habitualmente disfrutan de su cuerpo y que están
más en contacto
con sus sensaciones, el embarazo brinda una oportunidad de
gozar su sexualidad
ya que despierta aun más sus capacidades sensibles.
Pero tomando
la sexualidad en un sentido relacional, hay parejas muy
inhibidas durante esta
etapa: hombres que no se sienten atraídos por sus mujeres en
este estado o que
están muy poco motivados sexualmente, y también mujeres que
frente a un hombre
algo intimidado se tornan más deseosas y con mayor iniciativa,
lo cual da lugar
a un juego de roles complementarios. Hasta ocurre que algunos
varones presentan
episodios de impotencia y de disfunciones erectivas durante el
embarazo de su
compañera porque sienten la potencia y el poder de ella en
disparidad con los
propios, y recién consiguen recuperar su capacidad eréctil en
el posparto,
cuando ellas se encuentran agobiadas por el trabajo de atender
al bebé y con
ojeras debido a la falta de sueño.
Hay preguntas
que muchas veces ni el médico obstetra se ha atrevido a
enfrentar abiertamente.
Por ejemplo, si se lo consulta por la restricción o no de las
relaciones
sexuales, en caso de que sean contraindicadas nunca se
puntualiza cuál de las
prácticas sexuales es específicamente alcanzada por dicha
restricción. De ahí
que muchas veces las parejas terminan renunciando incluso
hasta al contacto.
El afán puesto
en un buen desarrollo del trabajo de parto y en la atención
del recién nacido
hace desviar la mirada de la relación de la futura madre con
el futuro padre, y
del fortalecimiento del vínculo de la pareja como el mejor
sostenedor en la
construcción de la nueva familia. Como si una vez cumplido su
cometido como
reproductora y mantenedora de la especie, la sexualidad
debiera replegarse
hasta encontrar nuevamente una vía de expresión aceptada y
privilegiada a
través de otra concepción.
El
hecho de que no se la prestigie como debiera tal vez
obedezca a que su
ejercicio durante el embarazo pone en evidencia su
independencia de lo
reproductivo y deja al descubierto su importancia para el
intercambio del
placer entre un hombre y una mujer. Cuesta entonces
comprender al embarazo como
la mayor manifestación de la sexualidad de una pareja, y a
ésta compartiendo el
ámbito de lo materno.
Aparecen los
mitos de la mujer embarazada semivirgen, asexuada,
convalidados hasta hace muy
poco por una moda de ropa casi infantil, inocente, que en
lugar de resaltar las
nuevas ondulaciones se empeñaba en ocultarlas tras un mono. Ni
siquiera se
veían fotos en revistas o películas que ayudaran a construir
una imagen de
mujer sexual como las que podían verse en cualquier escena
erótica. Y si
alguien se atrevía a encontrarla atractiva, desnudando
fantasías debajo de
júmperes grandes como carpas y de retratos de románticas
imágenes sobre una
mecedora, se lo consideraba un perverso sexual. Para las
embarazadas sólo
quedaba la ternura, el afecto, los antojos, los dulces, los
mimos, las
concesiones, los privilegios. Como me dijo una vez una
embarazada: “¿Y con la
calentura qué?”.
Si revisamos
algo de la fisiología durante la gestación, nos encontramos
con una excitación
aumentada por la vasodilatación de la pelvis, un incremento de
la lubricación
vaginal a partir del tercer mes, un mayor desarrollo de la
llamada plataforma
orgásmica debida a una mayor vascularización de la zona, la
aparición de
orgasmos múltiples aun cuando antes no se hubieran
manifestado, y hasta una
carga sexual constante, que mantiene vivo el deseo todavía
después de la etapa
de resolución del orgasmo, ya que la descarga es más lenta y
no alivia tan
eficazmente la tensión.
Si todo esto
está sucediendo en el cuerpo de la mujer, ¿por qué será que
muchas no sienten
deseo, o lo ven disminuido, especialmente en el primer y
tercer trimestres?
Estamos
nuevamente frente a un fenómeno en el que todos los factores
intervienen
simultáneamente, ya que además de las condiciones arriba
mencionadas existen
circunstancias que inhiben el deseo, como los típicos síntomas
de los primeros
meses: aumento del sueño, fatiga, sensación de náuseas,
adaptación al nuevo
esquema corporal con las emociones que esto despierta, el no
encontrar la
posición adecuada para hacer el amor, la necesidad de
replegarse sobre sí
misma, y los cambios humorales causados por la impregnación
hormonal.
Por otro lado,
a la mujer le cuesta conciliar su nueva imagen de madre con la
de una mujer
deseante. En su fantasía infantil, las madres no tienen,
actividad sexual.
También
el hombre vive momentos de cambio. Se enfrenta con su
paternidad, con sus
miedos; se siente a veces excluido de esa relación corporal
tan estrecha entre
su hijo y su mujer y no sabe cómo incluirse. Teme que la
penetración del pene
en la vagina pueda dañar al bebé o desencadenar en su mujer
el trabajo de
parto; se asusta de sus propias sensaciones si descubre el
erotismo en la
maternidad de ella. Se pregunta si no afectará su sexualidad
presenciar el
parto de su mujer durante el nacimiento de su hijo. Se
encuentra frente a un
cuerpo distinto, al que desea, pero a la vez al que teme
recorrer, probablemente
porque, con su carácter maternal, le despierte fantasías
edípicas que lo
angustian.
Hombre y mujer
atraviesan una crisis que, entendida como riesgo y oportunidad
al mismo tiempo,
los enfrenta con la posibilidad de enriquecer la sexualidad
que tenían hasta
entonces. Es el momento de ampliar las posibilidades de
contacto, de recuperar
zonas de pacer olvidadas, o tal vez desconocidas, de probar
nuevas vías de
gratificación (con la boca, con las manos o en otras
posiciones). El ya
innecesario cuidado anticonceptivo también es un factor que
predispone a un
encuentro sexual más espontáneo.
Las
dificultades y hasta las posibles contraindicaciones médicas
para un coito con
penetración pene-vagina pueden transformarse en un verdadero
desafío para la
creatividad de los dos. También lo es encontrar posiciones
coitales en las que
se pueda regular la profundidad de la penetración.
Descontraer la
pelvis y ondular las caderas está facilitado ahora por la
relaxina (hormona que
flexibiliza las articulaciones atendiendo las necesidades del
parto) y es una
buena oportunidad para desplegar en el juego sexual.
El aumento en
el tamaño de los pechos es para muchas parejas fuente de
excitación, aun cuando
en el momento del orgasmo puede observarse una pérdida
involuntaria del control
de leche, una evidencia más de lo enlazados que están los
procesos de ser
mujer-madre y mujer-sexual. En muy poco tiempo el hijo de
ambos adquirirá otra
presencia y traerá sus demandas, exigirá un tiempo que antes
sólo les
pertenecía a los dos; el espacio se inundará de nuevos olores,
nuevos sonidos,
tal vez de algunas renuncias, o simplemente postergaciones.
Pero más allá de
cuarentenas y sueños mal dormidos, papá y mamá, hombre y
mujer, defenderán ese
espacio que aprendieron a conquistar durante los nueve meses
de embarazo, y lo
preservarán, seguros de transmitir a la prole, con la unión de
sus cuerpos, el
deseo y el amor por la intimidad.
El orgasmo durante el embarazo
Estadísticamente,
no todas las mujeres han
experimentado un orgasmo, pero no es que no puedan sentirlo.
Quizás no lo hayan
alcanzado, pero estén cerca, y podrían alcanzarlo en la medida
en que empezaran
a sentirse, a percibir y a conocer más el funcionamiento de
sus cuerpos.
El orgasmo
femenino es una respuesta refleja
a un estímulo que puede tener distintos orígenes, tanto
psicológicos,
fisiológicos, como específicamente mecánicos. Para que una
mujer experimente un
orgasmo, más allá de contar con condiciones emocionales
favorables, en general
hace falta una estimulación directa o indirecta en su
clítoris, órgano que por
lo general le es poco conocido y del que no se habla
demasiado. No hay obstetra
o ginecólogo que revise el clítoris, nadie se ocupa de él pues
no tiene una
función reproductiva, sino sólo una función para el placer. Ni
siquiera entra
en la educación sexual cuando les contamos a nuestros hijos
acerca de cómo son
los aparatos genitales femenino y masculino.
Es justamente
por ese desconocimiento que muchas mujeres plantean
dificultades para alcanzar
un orgasmo y relatan haberlo tenido por primera vez durante el
embarazo. Es
que, al tener más sensaciones, muchas incrementan su
curiosidad y descubren así
sus genitales, los tocan, se autoestimulan y de este modo
llegan a un orgasmo.
Otro motivo es
que al haber reducido la cantidad de relaciones sexuales con
penetración por
temor de lastimar al bebé, de alguna manera ha habido más
juego y estimulación
directa clitoridiana. Además esta exploración les ha permitido
descubrir y
ajustar los tiempos con la pareja, así como los ritmos, la
regularidad del
estímulo y los tipos de toque que predisponen a un orgasmo. A
esto se le suma
que en este período existe una mayor predisposición para la
plataforma
orgásmica (es decir, las condiciones fisiológicas necesarias
para que éste
ocurra).
Sería
interesante que la mujer pudiera aprovechar este momento para
explorar otros
modos de vincularse sexualmente, con más caricias, más
estimulación, o quizás
no más, pero sí diferente de aquella que tenían regularmente.
7 de julio
La alimentación en el embarazo
Construyendo el cuerpo de nuestro
bebé
Si tomamos en
cuenta que construimos materialmente nuestro cuerpo con lo que comemos, el
embarazo es una excelente oportunidad de revisar nuestros hábitos alimentarios,
ya que de ellos dependerá nuestra salud y la de nuestro bebé.
Según la
médica nutricionista argentina Graciela Bianco,*
autora del libro Nutrición a conciencia,
“para esta tarea de construir el bebé, la mamá necesita formar nuevas
estructuras como lo son la placenta y el líquido amniótico. Además, debe
ampliar órganos como el útero y las mamas y aumentar la cantidad de sangre y
hormonas circulantes. Todo esto hace que la ganancia de peso al fin del
embarazo se distribuya de la siguiente manera:
Construyendo el cuerpo de nuestro
bebé
Si tomamos en
cuenta que construimos materialmente nuestro cuerpo con lo que comemos, el
embarazo es una excelente oportunidad de revisar nuestros hábitos alimentarios,
ya que de ellos dependerá nuestra salud y la de nuestro bebé.
Según la
médica nutricionista argentina Graciela Bianco,*
autora del libro Nutrición a conciencia,
“para esta tarea de construir el bebé, la mamá necesita formar nuevas
estructuras como lo son la placenta y el líquido amniótico. Además, debe
ampliar órganos como el útero y las mamas y aumentar la cantidad de sangre y
hormonas circulantes. Todo esto hace que la ganancia de peso al fin del
embarazo se distribuya de la siguiente manera:
Nuevas
estructuras
Feto.......................................3,500
kg
Placenta.................................0,600
kg
Líquido
amniótico...............0,800 kg
Feto.......................................3,500
kg
Placenta.................................0,600
kg
Líquido
amniótico...............0,800 kg
Estructuras incrementadas
Útero......................................0,900
kg
Mamas....................................0,400
kg
Líquidos de
retención
Por
hormona.........................1,500 kg
Sangre.....................................1,200
kg
Total........................................10
kg**
La
distribución de la ganancia de peso en el tiempo es aproximadamente de 2 kg en
el primer trimestre, en el cual se forma la placenta. En el segundo trimestre
el bebé es el que más crece, produciendo una ganancia de 5 kg de peso. Y en el
último trimestre se suman 3 kg para completar el desarrollo del bebé y del
líquido amniótico que lo protege y le permite moverse”.
Susana
Zurschmitten, nutricionista argentina, autora del libro Sanarnos
mediante la alimentación, dice: “La
nutrición es la medicina preventiva por excelencia.... Es el pilar fundamental
donde se apoya la salud y la posibilidad de crecer sanamente para desarrollar a
pleno las funciones físicas, mentales y espirituales”.
Pero
lamentablemente, en el embarazo la preocupación por lo general ha estado
orientada a medir la cantidad más que la calidad de aquello que ingerimos. De
hecho, hasta no mucho tiempo atrás se alentaba a la embarazada a “alimentarse
por dos”, y hoy la mayoría de mujeres, ya sea motivadas por la tendencia de una
moda de la delgadez o por presión de su médico, siguen muy de cerca su aumento
de peso con dietas que las ayuden controlar la cantidad de las calorías que
consumen, pero descuidando muchas veces su valor nutricional.
Pero más allá de
lograr manejar el tema del sobrepeso, de fundamental importancia —sobre todo
para quienes cuentan con antecedentes de obesidad u otros desórdenes
metabólicos—, sería importante que este período sirviera para incorporar
hábitos de alimentación más saludables. Tengamos en cuenta que no sólo se están
creando las bases de la alimentación del hijo por nacer, sino las de todo el
grupo familiar.
Por eso, revisar
nuestro sistema de comidas dentro del de nuestras vidas es una responsabilidad
para ambos miembros de la pareja gestante.
En ese sentido,
es conveniente dedicarles algún tiempo al planeamiento, la elaboración y la
degustación de nuestras comidas. Seleccionar los alimentos que pondremos en
nuestro carrito del supermercado puede ser el primer paso para contar con los
nutrientes que necesitamos. Aprender a combinarlos por sus propiedades para su
mejor aprovechamiento, así como por sus colores y sus texturas resulta tan
importante como crear un ambiente confortable, apacible y atractivo para
comerlos.
Hay que
considerar que todos los sentidos están involucradas en la experiencia; por lo
tanto, comer despacio es la mejor manera de disfrutar no sólo el sabor de cada
bocado, sino su aroma, su textura y su color. Seamos conscientes además de que
de este modo estaremos satisfaciendo y nutriendo también a nuestro hijo.
Incluimos a
continuación la información que brinda la licenciada Zurscmitten sobre
“alimentación saludable” en los talleres para embarazadas, como parte de
nuestro programa para parejas gestantes.
* +Quiero rendirle aquí mi homenaje ya que a ella le debo aprendizajes muy valiosos que me ayudaron a incorporar a mi vida hábitos de alimentación más saludables.
** La diferencia para llegar a los 10 kg obedecería a causas variadas, entre las más comunes la retención de líquidos. [N. de la A.]
La
alimentación en el embarazo
Susana
Zurschmitten
La alimentación en el embarazo
cumple una función fundamental en la salud de la mujer y de su niño antes de
nacer. Así como una dieta equilibrada contribuye al sano crecimiento del bebé,
también ayuda a la futura mamá a mantener un buen nivel de energía tanto en el
embarazo y en el parto, como en el período posnatal.
Es muy importante que en esta etapa
la madre cubra los requerimientos nutricionales propios y de su hijo, ya que
los cuidados adecuados pueden evitar o disminuir el riesgo de parto prematuro o
de bajo beso. En el caso de las adolescentes, estas medidas deberán ser aun más
respetadas para lograr los dos objetivos: un niño bien nutrido y una mamá que
pueda seguir su desarrollo fisiológico normal hasta la madurez.
¨ El peso
Es necesario mantener un peso
equilibrado. Si se ha partido de un peso superior al ideal no será ahora el
momento de hacer dietas muy estrictas, que resten nutrientes necesarios, tanto
a la madre como al niño. Si éste es el caso, se deberá continuar el embarazo
con una dieta equilibrada, y principalmente completa, para lo cual habrá que
evitar los alimentos calóricos y con pocos nutrientes. El aumento de peso nunca
deberá ser inferior a 6 kg durante el embarazo. Si se partió de un peso normal,
la regla práctica de 1 kg por mes es un buen parámetro.
¨ Los nutrientes necesarios
El organismo de la madre necesitará
una cantidad mayor de proteínas, presentes en las carnes, los huevos, los
lácteos, las legumbres, entre ellas la soja. La soja aporta proteínas completas
con la ventaja de su naturaleza vegetal, por lo cual no contiene grasas
saturadas ni colesterol. Sin embargo, no es muy aconsejable exagerar su consumo.
Una o dos veces por semana sería lo adecuado, especialmente en el caso de las
mamás vegetarianas.
El bebé se alimenta de glucosa, la
que pasa a través de la placenta, por lo tanto es fundamental que la mamá
incorpore alrededor de 170 grs de hidratos de carbono diariamente a fin de
evitar la aparición de un estado llamado cetosis, proceso por el cual las
grasas se transforman en glucosa cuando hay carencia de ella, lo que puede
dañar el sistema neurológico del bebé. Esta cantidad de hidratos se cubre con el
pan del desayuno y de la merienda, las frutas, sus jugos, las verduras y los
cereales.
Es beneficioso tener en cuenta la
selección de hidratos de carbono: aquellos integrales (como el arroz integral,
los cereales de desayuno, el pan integral) aportan, además del almidón,
minerales y vitaminas; entre las vitaminas, las B1, 2, 3, 5, y entre los
minerales fósforo, hierro, potasio, en especial, además de selenio, manganeso,
cobre y zinc, entre otros.
Se pueden evitar los azúcares
blancos y consumir en su lugar azúcar integral, que aporta minerales y fibra.
En este período de crecimiento, el
bebé utiliza las grasas en sangre de la madre, que pasan a través de la
placenta. Por esta razón es importante la calidad de esas grasas, que deben ser
vegetales (aceites de primera presión en frío, algunas frutas secas como ser
almendras, nueces, avellanas, y también semillas, por ejemplo de girasol o de
sésamo). Respecto de las grasas animales, la mejor de ellas la constituye el
pescado de mar, que aportará ácidos grasos Omega 3, esenciales para el
desarrollo neurológico del bebé. Algunas investigaciones recientes confirman el
beneficio de estos ácidos grasos durante el embarazo. Por un lado, constituyen
un elemento fundamental en el desarrollo del sistema nervioso, y por otro
disminuyen el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer en el transcurso de la
vida del niño. Por lo tanto, es sumamente beneficioso el consumo de pescado de
mar durante el período de gestación.
¨ Los minerales
El hierro es otro nutriente que
debe cuidarse. La anemia es frecuente en el embarazo; si bien hay una tendencia
a la disminución en la concentración de glóbulos rojos por aumento del plasma.
Es necesario diferenciar esta situación normal de la verdadera anemia, dada por
la baja cantidad de hemoglobina.
La absorción del hierro aumenta
durante el embarazo al igual que la utilización del depósito materno de hierro.
En la segunda mitad del embarazo la necesidad se incrementa porque se deben
completar las reservas fetales para los primeros meses de vida, ya que la leche
materna no aporta mucho hierro. Por lo tanto, se deberá aumentar el consumo de
hierro, de ahí que lo más usual sea que el médico o la nutricionista aconsejen
un suplemento de este nutriente. De todas maneras, es sumamente útil enriquecer
la dieta con carnes, lentejas, porotos, frutas secas y verduras como berro,
radicheta, espinaca, escarola, nabo, repollo, akusai y frutas desecadas. El
incremento de vitamina C a través de cítricos y verduras crudas mejorará la
absorción del hierro de fuente vegetal.
El consumo de calcio también debe
aumentarse. Si la madre ingiere lácteos deberá incrementar la cantidad de
acuerdo con el consejo del profesional tratante; pero si no los tolera, deberá
consultar para poder asegurar un buen aporte diario, necesario tanto para
preservar su salud como para el normal desarrollo del sistema esquelético del
bebé.
El yodo es muy importante para el
desarrollo mental del niño. En nuestro país, la sal común de mesa contiene yodo
por una disposición explícita del Ministerio de Salud Pública, por lo que
resulta conveniente consumir este tipo de sal. En caso de usar sal marina, se
recomienda observar que en el rótulo se especifique que se trata de sal rica en
yodo.
El zinc también debe tenerse en
cuenta y garantizar un buen aporte de este mineral a través de alimentos
fuente, como son la avena, los alimentos de mar, las carnes, los hongos y las
semillas de calabaza o zapallo.
El magnesio, que se encuentra en
las legumbres y la soja, las almendras, las avellanas, los copos de avena y las
verduras verdes, es otro de los minerales que no deben faltar en la dieta de la
embarazada.
¨ ¿Y las vitaminas?
El requerimiento de vitamina A
también se ve incrementado en esta etapa. Recordemos que esta vitamina se
encuentra en dos formas: como vitamina A en alimentos de origen animal
(lácteos) y como provitamina en los de origen vegetal, y que es posible
identificarla en aquellas verduras y frutas de color amarillo, naranja y verde
oscuro (zanahoria, calabaza, acelga, espinaca, remolachas, duraznos, damascos y
melón, entre otras). Las fuentes vegetales son mejor toleradas y no reportan
riesgos en caso de excesos. El incremento de frutas y verduras ricas en Beta
Carotenos disminuirá el riesgo de estrías y asegurará una piel elástica, flexible
y humectada.
Es habitual la carencia de vitamina
B1; por eso, para mejorar su ingesta deben consumirse cereales integrales, que
además, aseguran el aporte de vitamina B2 (levadura de cerveza, arroz integral,
pan y galletitas integrales, harina integral, avena).
Es útil aumentar el aporte de la
vitamina B6, cuyo requerimiento se encuentra incrementado. Los cereales
integrales, el germen de trigo y la levadura de cerveza son ricos en vitaminas
B. Cuando hay nauseas y vómitos, la vitamina B6 puede colaborar en la reducción
de estos síntomas. Se puede enriquecer la dieta diaria con germen de trigo, que
aporta vitaminas B y E, un excelente antioxidante. Además, esta última mejora
la elasticidad y lubricación de la piel.
Una especial recomendación es asegurar
el aporte de ácido fólico, por un lado, para evitar la anemia de la madre, y
por el otro para garantizar el normal desarrollo del niño. Esta indicación es
especialmente válida para las mujeres que están planificando su maternidad, ya
que el feto necesita del ácido fólico en sus primeras tres a cuatro semanas de
vida primordialmente. De todas maneras, en la actualidad se enriquece la dieta
con 400 mcg de ácido fólico durante todo el embarazo para evitar la deficiencia
materna, ya que lo necesita para la síntesis de glóbulos rojos, el crecimiento
del feto y la síntesis de ADN. En el caso de que la mujer haya tomado
anticonceptivos recientemente debe asegurarse un aporte extra de ácido fólico,
ya que éstos medicamentos dificultan su absorción y aumentan su degradación a
nivel hepático.
La vitamina B12 es fundamental para
el desarrollo neurológico y el crecimiento del bebé, y su requerimiento se
cubre en el niño exclusivamente por la dieta de la madre. Por lo tanto, es muy
importante asegurar su aporte en la alimentación materna durante el embarazo y
la lactancia.
En general, si la mamá come carnes,
ya sean rojas o blancas, huevos y lácteos, no corre riesgos de carencia. En
cambio, las mamás vegetarianas pueden estar, sin saberlo, bajo el riesgo de no
poder cumplir con los requerimientos de su hijo. Aquellas mujeres que incluyan
lácteos y huevos deberán asegurar una dosis diaria de estos alimentos. Y
aquellas mamás que no consuman ni lácteos ni huevos, por ser vegetarianas
vegan, deben asegurar el aporte de esta importante vitamina a través de
cereales enriquecidos, leches de soja enriquecidas y un suplemento que aporte
la vitamina en su forma activa.
La vitamina D es otro nutriente que
debe incrementarse para asegurar la absorción y el metabolismo del calcio;
encontramos esta vitamina en los pescados, la palta, y fundamentalmente a
través del sol, que permite su síntesis endógena.
Las fibras son esenciales para
mejorar la flora intestinal y, con ello, las defensas naturales del organismo.
Su consumo diario favorece la diaria evacuación intestinal, y reduce el riesgo
de hemorroides y divertículos. Las fibras aumentan la viscosidad y el volumen
de las heces, así como el peristaltismo, y ayudan a una correcta eliminación de
toxinas y residuos.
El estreñimiento crónico,
facilitado en los últimos meses por la presión ejercida por el bebé sobre la
matriz, dificulta mucho la circulación y favorece la aparición de várices.
La fibra debe consumirse con
cuidado cuando hay gastritis, úlcera, divertículos que causan dolor, hernia
hiatal y cálculos vesiculares. En el caso de las personas que no acostumbran
incluirlas en la dieta, es importante hacerlo de a poco para evitar
inflamaciones innecesarias.
¨ Los antinutrientes
La acción
perjudicial que ejerce el alcohol sobre el niño es un dato comprobado. Por lo
tanto, su consumo deberá evitarse. Un vaso de vino ocasional no producirá daños
al bebé; sin embargo, como no se ha determinado un nivel de ingesta sin riesgo,
es más seguro no beber alcohol durante el embarazo.
El café, el té,
el chocolate, las bebidas cola, el guaraná, contienen cafeína, la que actúa
como estimulante nervioso. En el embarazo su acción en la sangre se hace más
extensa; sabemos que fuera del embarazo el efecto dura ocho horas.
Cuando se abusa
de la cafeína, se incrementa el riesgo de un parto prematuro o un bajo peso al
nacer. Sin embargo, un consumo de una o dos tazas de café o té por día no
dañarán al bebé.
Un buen sistema
es reducirlo siempre: si se toman varias tazas por día, elegir una o dos pequeñas;
si se toma menos, es más fácil reemplazarlo por otras bebidas más adecuadas.
El té también
contiene cafeína, aunque su absorción es menor que la del café. El té verde
contiene más antioxidantes y menor cantidad de cafeína.
Las bebidas
cola, además de contener este estimulante, no aportan ningún valor nutricional;
por el contrario, irritan las mucosas, disminuyen las defensas y aumentan el
requerimiento mineral. Por lo que es mejor no optar por ellas, o elegir
aquellas bebidas a base de limón.
La malta de
cebada tiene una propiedad lactogénica. Esto significa que aumenta la
producción de leche materna. Por lo tanto, es muy adecuada durante el embarazo
y la lactancia.
El hábito de
fumar incrementa el riesgo de tener un bebé con bajo peso, así como también el
de un parto prematuro, un aborto espontáneo y otros problemas.
El cigarrillo
disminuye la capacidad de transporte de oxígeno; además, produce
vasoconstricción, lo cual dificulta el flujo de sangre y nutrientes por la
placenta; todo esto significa que el bebé verá restringida su nutrición.
La vitamina B12
y el zinc tienden a estar en menores concentraciones en fumadores. Y sabemos
que la vitamina C necesita ser aumentada cuando se fuma. Lo que es más
importante, se ha hallado asociación entre bajos niveles de vitamina C en
sangre y baja ingesta de esta vitamina, con una mayor frecuencia de bajo peso
al nacer. Por lo tanto, se aconseja abandonar este hábito, tanto durante el
embarazo como en la lactancia, y aumentar el consumo de vitamina C. Es un pequeño
esfuerzo que dará grandes frutos: mejor salud para la mamá y para el niño.
Los edulcorantes
deberán restringirse también; es mejor utilizar azúcar integral, o miel o
fructosa, y evitar el consumo de productos que los contengan. Cuantos menos
químicos ingresemos en el organismo, mejor calidad de nutrientes aportaremos a
nuestro bebé.
Y, fundamentalmente, es bueno tener en cuenta la
importancia de la nutrición, que si bien es esencial en todos los períodos de
la vida, en el embarazo cobra mayor importancia porque debe cubrir las
necesidades tanto de la madre como del niño. Por eso, no dude en consultar con
su médico o buscar el consejo de un especialista en nutrición, que pueda
aclarar sus inquietudes y guiarla en esta etapa. La recompensa será doble: la enorme
satisfacción de ver a su bebé saludable y un estado de bienestar personal, para
disfrutar de la maternidad plenamente.
Útero......................................0,900
kg
Mamas....................................0,400
kg
Líquidos de
retención
Por
hormona.........................1,500 kg
Sangre.....................................1,200
kg
Total........................................10
kg**
La
distribución de la ganancia de peso en el tiempo es aproximadamente de 2 kg en
el primer trimestre, en el cual se forma la placenta. En el segundo trimestre
el bebé es el que más crece, produciendo una ganancia de 5 kg de peso. Y en el
último trimestre se suman 3 kg para completar el desarrollo del bebé y del
líquido amniótico que lo protege y le permite moverse”.
Susana
Zurschmitten, nutricionista argentina, autora del libro Sanarnos
mediante la alimentación, dice: “La
nutrición es la medicina preventiva por excelencia.... Es el pilar fundamental
donde se apoya la salud y la posibilidad de crecer sanamente para desarrollar a
pleno las funciones físicas, mentales y espirituales”.
Pero
lamentablemente, en el embarazo la preocupación por lo general ha estado
orientada a medir la cantidad más que la calidad de aquello que ingerimos. De
hecho, hasta no mucho tiempo atrás se alentaba a la embarazada a “alimentarse
por dos”, y hoy la mayoría de mujeres, ya sea motivadas por la tendencia de una
moda de la delgadez o por presión de su médico, siguen muy de cerca su aumento
de peso con dietas que las ayuden controlar la cantidad de las calorías que
consumen, pero descuidando muchas veces su valor nutricional.
Pero más allá de
lograr manejar el tema del sobrepeso, de fundamental importancia —sobre todo
para quienes cuentan con antecedentes de obesidad u otros desórdenes
metabólicos—, sería importante que este período sirviera para incorporar
hábitos de alimentación más saludables. Tengamos en cuenta que no sólo se están
creando las bases de la alimentación del hijo por nacer, sino las de todo el
grupo familiar.
Por eso, revisar
nuestro sistema de comidas dentro del de nuestras vidas es una responsabilidad
para ambos miembros de la pareja gestante.
En ese sentido,
es conveniente dedicarles algún tiempo al planeamiento, la elaboración y la
degustación de nuestras comidas. Seleccionar los alimentos que pondremos en
nuestro carrito del supermercado puede ser el primer paso para contar con los
nutrientes que necesitamos. Aprender a combinarlos por sus propiedades para su
mejor aprovechamiento, así como por sus colores y sus texturas resulta tan
importante como crear un ambiente confortable, apacible y atractivo para
comerlos.
Hay que
considerar que todos los sentidos están involucradas en la experiencia; por lo
tanto, comer despacio es la mejor manera de disfrutar no sólo el sabor de cada
bocado, sino su aroma, su textura y su color. Seamos conscientes además de que
de este modo estaremos satisfaciendo y nutriendo también a nuestro hijo.
Incluimos a
continuación la información que brinda la licenciada Zurscmitten sobre
“alimentación saludable” en los talleres para embarazadas, como parte de
nuestro programa para parejas gestantes.
** La diferencia para llegar a los 10 kg obedecería a causas variadas, entre las más comunes la retención de líquidos. [N. de la A.]
La
alimentación en el embarazo
Susana
Zurschmitten
La alimentación en el embarazo
cumple una función fundamental en la salud de la mujer y de su niño antes de
nacer. Así como una dieta equilibrada contribuye al sano crecimiento del bebé,
también ayuda a la futura mamá a mantener un buen nivel de energía tanto en el
embarazo y en el parto, como en el período posnatal.
Es muy importante que en esta etapa
la madre cubra los requerimientos nutricionales propios y de su hijo, ya que
los cuidados adecuados pueden evitar o disminuir el riesgo de parto prematuro o
de bajo beso. En el caso de las adolescentes, estas medidas deberán ser aun más
respetadas para lograr los dos objetivos: un niño bien nutrido y una mamá que
pueda seguir su desarrollo fisiológico normal hasta la madurez.
¨ El peso
Es necesario mantener un peso
equilibrado. Si se ha partido de un peso superior al ideal no será ahora el
momento de hacer dietas muy estrictas, que resten nutrientes necesarios, tanto
a la madre como al niño. Si éste es el caso, se deberá continuar el embarazo
con una dieta equilibrada, y principalmente completa, para lo cual habrá que
evitar los alimentos calóricos y con pocos nutrientes. El aumento de peso nunca
deberá ser inferior a 6 kg durante el embarazo. Si se partió de un peso normal,
la regla práctica de 1 kg por mes es un buen parámetro.
¨ Los nutrientes necesarios
El organismo de la madre necesitará
una cantidad mayor de proteínas, presentes en las carnes, los huevos, los
lácteos, las legumbres, entre ellas la soja. La soja aporta proteínas completas
con la ventaja de su naturaleza vegetal, por lo cual no contiene grasas
saturadas ni colesterol. Sin embargo, no es muy aconsejable exagerar su consumo.
Una o dos veces por semana sería lo adecuado, especialmente en el caso de las
mamás vegetarianas.
El bebé se alimenta de glucosa, la
que pasa a través de la placenta, por lo tanto es fundamental que la mamá
incorpore alrededor de 170 grs de hidratos de carbono diariamente a fin de
evitar la aparición de un estado llamado cetosis, proceso por el cual las
grasas se transforman en glucosa cuando hay carencia de ella, lo que puede
dañar el sistema neurológico del bebé. Esta cantidad de hidratos se cubre con el
pan del desayuno y de la merienda, las frutas, sus jugos, las verduras y los
cereales.
Es beneficioso tener en cuenta la
selección de hidratos de carbono: aquellos integrales (como el arroz integral,
los cereales de desayuno, el pan integral) aportan, además del almidón,
minerales y vitaminas; entre las vitaminas, las B1, 2, 3, 5, y entre los
minerales fósforo, hierro, potasio, en especial, además de selenio, manganeso,
cobre y zinc, entre otros.
Se pueden evitar los azúcares
blancos y consumir en su lugar azúcar integral, que aporta minerales y fibra.
En este período de crecimiento, el
bebé utiliza las grasas en sangre de la madre, que pasan a través de la
placenta. Por esta razón es importante la calidad de esas grasas, que deben ser
vegetales (aceites de primera presión en frío, algunas frutas secas como ser
almendras, nueces, avellanas, y también semillas, por ejemplo de girasol o de
sésamo). Respecto de las grasas animales, la mejor de ellas la constituye el
pescado de mar, que aportará ácidos grasos Omega 3, esenciales para el
desarrollo neurológico del bebé. Algunas investigaciones recientes confirman el
beneficio de estos ácidos grasos durante el embarazo. Por un lado, constituyen
un elemento fundamental en el desarrollo del sistema nervioso, y por otro
disminuyen el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer en el transcurso de la
vida del niño. Por lo tanto, es sumamente beneficioso el consumo de pescado de
mar durante el período de gestación.
¨ Los minerales
El hierro es otro nutriente que
debe cuidarse. La anemia es frecuente en el embarazo; si bien hay una tendencia
a la disminución en la concentración de glóbulos rojos por aumento del plasma.
Es necesario diferenciar esta situación normal de la verdadera anemia, dada por
la baja cantidad de hemoglobina.
La absorción del hierro aumenta
durante el embarazo al igual que la utilización del depósito materno de hierro.
En la segunda mitad del embarazo la necesidad se incrementa porque se deben
completar las reservas fetales para los primeros meses de vida, ya que la leche
materna no aporta mucho hierro. Por lo tanto, se deberá aumentar el consumo de
hierro, de ahí que lo más usual sea que el médico o la nutricionista aconsejen
un suplemento de este nutriente. De todas maneras, es sumamente útil enriquecer
la dieta con carnes, lentejas, porotos, frutas secas y verduras como berro,
radicheta, espinaca, escarola, nabo, repollo, akusai y frutas desecadas. El
incremento de vitamina C a través de cítricos y verduras crudas mejorará la
absorción del hierro de fuente vegetal.
El consumo de calcio también debe
aumentarse. Si la madre ingiere lácteos deberá incrementar la cantidad de
acuerdo con el consejo del profesional tratante; pero si no los tolera, deberá
consultar para poder asegurar un buen aporte diario, necesario tanto para
preservar su salud como para el normal desarrollo del sistema esquelético del
bebé.
El yodo es muy importante para el
desarrollo mental del niño. En nuestro país, la sal común de mesa contiene yodo
por una disposición explícita del Ministerio de Salud Pública, por lo que
resulta conveniente consumir este tipo de sal. En caso de usar sal marina, se
recomienda observar que en el rótulo se especifique que se trata de sal rica en
yodo.
El zinc también debe tenerse en
cuenta y garantizar un buen aporte de este mineral a través de alimentos
fuente, como son la avena, los alimentos de mar, las carnes, los hongos y las
semillas de calabaza o zapallo.
El magnesio, que se encuentra en
las legumbres y la soja, las almendras, las avellanas, los copos de avena y las
verduras verdes, es otro de los minerales que no deben faltar en la dieta de la
embarazada.
¨ ¿Y las vitaminas?
El requerimiento de vitamina A
también se ve incrementado en esta etapa. Recordemos que esta vitamina se
encuentra en dos formas: como vitamina A en alimentos de origen animal
(lácteos) y como provitamina en los de origen vegetal, y que es posible
identificarla en aquellas verduras y frutas de color amarillo, naranja y verde
oscuro (zanahoria, calabaza, acelga, espinaca, remolachas, duraznos, damascos y
melón, entre otras). Las fuentes vegetales son mejor toleradas y no reportan
riesgos en caso de excesos. El incremento de frutas y verduras ricas en Beta
Carotenos disminuirá el riesgo de estrías y asegurará una piel elástica, flexible
y humectada.
Es habitual la carencia de vitamina
B1; por eso, para mejorar su ingesta deben consumirse cereales integrales, que
además, aseguran el aporte de vitamina B2 (levadura de cerveza, arroz integral,
pan y galletitas integrales, harina integral, avena).
Es útil aumentar el aporte de la
vitamina B6, cuyo requerimiento se encuentra incrementado. Los cereales
integrales, el germen de trigo y la levadura de cerveza son ricos en vitaminas
B. Cuando hay nauseas y vómitos, la vitamina B6 puede colaborar en la reducción
de estos síntomas. Se puede enriquecer la dieta diaria con germen de trigo, que
aporta vitaminas B y E, un excelente antioxidante. Además, esta última mejora
la elasticidad y lubricación de la piel.
Una especial recomendación es asegurar
el aporte de ácido fólico, por un lado, para evitar la anemia de la madre, y
por el otro para garantizar el normal desarrollo del niño. Esta indicación es
especialmente válida para las mujeres que están planificando su maternidad, ya
que el feto necesita del ácido fólico en sus primeras tres a cuatro semanas de
vida primordialmente. De todas maneras, en la actualidad se enriquece la dieta
con 400 mcg de ácido fólico durante todo el embarazo para evitar la deficiencia
materna, ya que lo necesita para la síntesis de glóbulos rojos, el crecimiento
del feto y la síntesis de ADN. En el caso de que la mujer haya tomado
anticonceptivos recientemente debe asegurarse un aporte extra de ácido fólico,
ya que éstos medicamentos dificultan su absorción y aumentan su degradación a
nivel hepático.
La vitamina B12 es fundamental para
el desarrollo neurológico y el crecimiento del bebé, y su requerimiento se
cubre en el niño exclusivamente por la dieta de la madre. Por lo tanto, es muy
importante asegurar su aporte en la alimentación materna durante el embarazo y
la lactancia.
En general, si la mamá come carnes,
ya sean rojas o blancas, huevos y lácteos, no corre riesgos de carencia. En
cambio, las mamás vegetarianas pueden estar, sin saberlo, bajo el riesgo de no
poder cumplir con los requerimientos de su hijo. Aquellas mujeres que incluyan
lácteos y huevos deberán asegurar una dosis diaria de estos alimentos. Y
aquellas mamás que no consuman ni lácteos ni huevos, por ser vegetarianas
vegan, deben asegurar el aporte de esta importante vitamina a través de
cereales enriquecidos, leches de soja enriquecidas y un suplemento que aporte
la vitamina en su forma activa.
La vitamina D es otro nutriente que
debe incrementarse para asegurar la absorción y el metabolismo del calcio;
encontramos esta vitamina en los pescados, la palta, y fundamentalmente a
través del sol, que permite su síntesis endógena.
Las fibras son esenciales para
mejorar la flora intestinal y, con ello, las defensas naturales del organismo.
Su consumo diario favorece la diaria evacuación intestinal, y reduce el riesgo
de hemorroides y divertículos. Las fibras aumentan la viscosidad y el volumen
de las heces, así como el peristaltismo, y ayudan a una correcta eliminación de
toxinas y residuos.
El estreñimiento crónico,
facilitado en los últimos meses por la presión ejercida por el bebé sobre la
matriz, dificulta mucho la circulación y favorece la aparición de várices.
La fibra debe consumirse con
cuidado cuando hay gastritis, úlcera, divertículos que causan dolor, hernia
hiatal y cálculos vesiculares. En el caso de las personas que no acostumbran
incluirlas en la dieta, es importante hacerlo de a poco para evitar
inflamaciones innecesarias.
¨ Los antinutrientes
La acción
perjudicial que ejerce el alcohol sobre el niño es un dato comprobado. Por lo
tanto, su consumo deberá evitarse. Un vaso de vino ocasional no producirá daños
al bebé; sin embargo, como no se ha determinado un nivel de ingesta sin riesgo,
es más seguro no beber alcohol durante el embarazo.
El café, el té,
el chocolate, las bebidas cola, el guaraná, contienen cafeína, la que actúa
como estimulante nervioso. En el embarazo su acción en la sangre se hace más
extensa; sabemos que fuera del embarazo el efecto dura ocho horas.
Cuando se abusa
de la cafeína, se incrementa el riesgo de un parto prematuro o un bajo peso al
nacer. Sin embargo, un consumo de una o dos tazas de café o té por día no
dañarán al bebé.
Un buen sistema
es reducirlo siempre: si se toman varias tazas por día, elegir una o dos pequeñas;
si se toma menos, es más fácil reemplazarlo por otras bebidas más adecuadas.
El té también
contiene cafeína, aunque su absorción es menor que la del café. El té verde
contiene más antioxidantes y menor cantidad de cafeína.
Las bebidas
cola, además de contener este estimulante, no aportan ningún valor nutricional;
por el contrario, irritan las mucosas, disminuyen las defensas y aumentan el
requerimiento mineral. Por lo que es mejor no optar por ellas, o elegir
aquellas bebidas a base de limón.
La malta de
cebada tiene una propiedad lactogénica. Esto significa que aumenta la
producción de leche materna. Por lo tanto, es muy adecuada durante el embarazo
y la lactancia.
El hábito de
fumar incrementa el riesgo de tener un bebé con bajo peso, así como también el
de un parto prematuro, un aborto espontáneo y otros problemas.
El cigarrillo
disminuye la capacidad de transporte de oxígeno; además, produce
vasoconstricción, lo cual dificulta el flujo de sangre y nutrientes por la
placenta; todo esto significa que el bebé verá restringida su nutrición.
La vitamina B12
y el zinc tienden a estar en menores concentraciones en fumadores. Y sabemos
que la vitamina C necesita ser aumentada cuando se fuma. Lo que es más
importante, se ha hallado asociación entre bajos niveles de vitamina C en
sangre y baja ingesta de esta vitamina, con una mayor frecuencia de bajo peso
al nacer. Por lo tanto, se aconseja abandonar este hábito, tanto durante el
embarazo como en la lactancia, y aumentar el consumo de vitamina C. Es un pequeño
esfuerzo que dará grandes frutos: mejor salud para la mamá y para el niño.
Los edulcorantes
deberán restringirse también; es mejor utilizar azúcar integral, o miel o
fructosa, y evitar el consumo de productos que los contengan. Cuantos menos
químicos ingresemos en el organismo, mejor calidad de nutrientes aportaremos a
nuestro bebé.
Y, fundamentalmente, es bueno tener en cuenta la
importancia de la nutrición, que si bien es esencial en todos los períodos de
la vida, en el embarazo cobra mayor importancia porque debe cubrir las
necesidades tanto de la madre como del niño. Por eso, no dude en consultar con
su médico o buscar el consejo de un especialista en nutrición, que pueda
aclarar sus inquietudes y guiarla en esta etapa. La recompensa será doble: la enorme
satisfacción de ver a su bebé saludable y un estado de bienestar personal, para
disfrutar de la maternidad plenamente.
La energía vital de nuestro cuerpo
La dimensión orgánica
La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal.
Proporciona energía a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros órganos vitales.
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